Srta. M. D....
Calvados
al
Dr. Serge Raynaud de la Ferrière
París
Muy querido Maestre:
Después de este año de trabajo en la capital, estoy muy contenta de venir a solazarme en la atmósfera familiar y la dulzura de mi campiña natal. Sin embargo, no puedo decir quién ha cambiado, si mis relaciones de antes o yo misma, pero el ambiente muestra a veces poca armonía, como si no hablásemos más el mismo lenguaje…
Tropiezo continuamente con una incomprensión total por parte de mis parientes, amigos o relaciones. Constato en efecto, que he evolucionado desde mi encuentro con Ud. pero no alcanzo a comprender por qué los otros no sienten esa sed de conocimiento, tal como la sentí yo después de haberme adherido a sus grupos de estudios.
Simple alumna de sus cursos, yo no oso todavía pretender ser su discípula, pero hablo de sus enseñanzas, especialmente con el Cura de nuestra parroquia. Quedé desconcertada cuando el buen hombre me dijo que no conocía la Gran Fraternidad Universal y me confesó, por otra parte, que la Iglesia Católica no quería en ningún caso colaborar para establecer una Familia Humana en la cual fueran aceptadas personas no católicas.
Hablando de diversas cuestiones no he podido obtener ninguna respuesta, siempre bajo el motivo del “misterio” de la Iglesia. En lo concerniente a la teoría de la reencarnación, me ha parecido que ese representante de la Iglesia ignora, inclusive, que la religión la había aceptado durante varios siglos.
Referente al régimen vegetariano, mi Cura reconoce que ciertas Órdenes practican esa disciplina, pero defienden la teoría de que si no matásemos los animales estos se abatirían sobre nosotros. En fin, cuando le hablé de esoterismo, me rebatió que eso no existía en la religión Católica! Le pregunté entonces por qué las mujeres no tenían derecho a estudios teológicos más avanzados como en el seminario y le hice partícipe de mi adhesión al Colegio Iniciático. El me dijo que yo estaba “perdida”. Tengo la impresión de que es él quien interiormente se ha sentido inquieto y que mi pequeñito saber le ha hecho sentir que yo había encontrado al fin la verdadera Vía.
Yo había creído que un sacerdote, “tocado por la Gracia”, habría podido comprender que varios caminos conducen hacia la Verdad y que existen varias estancias en la Casa de Dios, pero constato que en realidad se trata de un estadio bien limitado por el dogma y de un estado más bien estancado en el ritual, que hace imposible la verdadera realización (aparte, quizás, de algunas excepciones de Santos).
Yo espero que Ud. no haya llevado a cabo inmediatamente su proyecto de regreso a la India, ya que deseo escuchar de nuevo sus sabias palabras. Su enseñanza es la ayuda más preciosa en las penosas experiencias de esta vida y un estímulo concreto para el Ideal de Fraternidad Humana.
Bajo la protección de su Aura, pido humildemente su bendición
R. de la Ferrière
a
la Srta. M. D....
Calvados, Francia.
PAX...
Contesto su correspondencia en forma de una carta abierta con un propósito de documentación para el señor Cura de S. …
Es, evidentemente, lamentable que no sean vulgarizados los casos aislados de sacerdotes adherentes a nuestro Movimiento. Sin embargo, algunos Prelados de la Iglesia Católica se han acercado a menudo a los Representantes de nuestra Institución y nuestros Dignatarios han sido honrados con ayuda de los Delegados de Roma en la América del Sur, especialmente, inclusive ciertas sociedades católicas han sido fusionadas enteramente en el seno de la G.F.U.
Las Iglesias organizadas y principalmente la religión católica apostólica romana, son bastante rebeldes a la idea de Fraternidad. Roma pretende conservar su poder único, y nosotros no podemos hacer otra cosa que sugerir a sus representantes mayor comprensión, ya que esos seres son a menudo muy devotos de la Causa de la Humanidad. Una tentativa de la Iglesia Budista fracasó en el Vaticano en 1948: el Papa se negó a recibir al Prelado de Oriente. Los fracasos en ese aspecto serán numerosos todavía, a pesar de que las religiones védica, taoísta, budista, etc… están muy dispuestas a realizar la unidad religiosa.
Naturalmente, los políticos han hecho mucho daño, y es preciso salir definitivamente de lo social que ha sido dañado, pero que lo ha sido mucho menos que lo espiritual. Es solamente a través de una organización cultural que agrupa varios movimientos espirituales, que podremos triunfar en la Gran Obra de reeducación de la Humanidad. Será preciso instruir a los hombres en general y a los religiosos en particular. Trescientas religiones se dividen el Mundo actualmente y es el tiempo de ofrecer al ser humano otra cosa que una canalización del pensamiento. Libre, él debe comprender el problema, ya que la creencia ciega no conviene más al cerebro del siglo XX.
El hombre tiene derecho a saber lo que él es y lo que significa la Verdad! Los dogmas y los rituales que tienen su valor, tanto desde el punto de vista simbólico, como de la disciplina indispensable, deben ser, sin embargo, sobrepasado espiritualmente. Salir de tan limitado marco es lo propio de la inteligencia, que caracteriza a la Raza actual. El género humano debe jugar su papel y este no es el privilegio de algunos seres “tocados por la gracia”. Cada uno, sin consideración de sexo, de raza, de creencia o de nivel social, tiene derecho a la Vía Verdadera.
La sublimación espiritual está fuera de las limitaciones de una secta. Las luchas de capillas ya han hecho suficiente mal. Dios es justo y sus hijos piden esa justicia, así como el Reino de su Nombre Glorificado.
Bajo la cubierta de una fraseología pueril, demasiadas carnicerías han sido cometidas y, si el hecho de ser cristianos diera el permiso de matar, más valdría entonces alejarse de esa denominación.
Ser cristiano es considerar a todo el mundo como hermano, porque el Cristo, de quien unos se dicen los discípulos, consideraba no a una secta o a una organización como movimiento cristiano, sino al mundo entero. El Divino Nazareno no habría dicho jamás «hijo mío, tú estás en el error”, si una persona busca la Verdad y a Dios en su infinita ilimitación. “Buscad el reino de Dios y todo el resto os será dado de más”, dijo él...
¡Qué yo sepa el Reino de Dios no está limitado! Y lo es mucho menos en un movimiento, en una organización, en una secta, una religión, así hubiese sido creada por el Imperio de Roma...
El Cristo está más allá de las Iglesias y de las Religiones y él no fue nunca el fundador de un organismo sectario, sino el ermita (el sannyassin), y como Nazarith, él predicaba la Unión de todos (la Shanga) y veía una gran familia humana: la Fraternidad Universal, con derecho al bienestar espiritual para cada uno.
“No matarás”, es ciertamente el primer mandamiento que deben observar los cristianos, Mateo lo señala en su capitulo V versículo 21 y para mayor certitud, Jesús lo indica en primer lugar, a aquél que le pregunta cómo obtener la vida eterna (Mateo XIX-18).
“Matar a los animales es un acto también homicida y la historia de la humanidad está llena de comentarios a ese respecto. Las religiones se han levantado siempre contra la supresión de las criaturas de Dios que existen como los hombres, ya que fueron creadas en el mismo momento (Dios creó los animales vivientes y creó al hombre en el mismo periodo del sexto día, se ha dicho!).
“Yo os doy toda hierba poseedora de simiente (legumbres, hortalizas, verduras y frutas) y todo árbol que tenga en él fruto de árbol y sea poseedor de simiente (legumbres, hortalizas, verduras, frutas); ese será vuestro alimento” (Génesis, Capítulo 1, ver. 29).
Esa recomendación es repetida numerosas veces en la Biblia, que no hace más que seguir las instrucciones de otras religiones (Budismo, Brahmanismo, etc.) que piden a los fieles abstenerse de la carne animal (en el Corán, Capítulo II, versículo 163:comer frutas; en el versículo 168: prohibición de comer los animales; en el vers. 216: prohibición de beber vino, etc.).
Si no se matara a los animales, estos no se reproducirían tan numerosamente. Esa ley se nota aún entre los humanos durante las guerras o las grandes catástrofes, pues a continuación, las mujeres engendran más y los casos de jimaguas son más frecuentes, después de cada guerra (instinto de conservación de la raza, que juega su papel en todas las especies vivientes).
Notemos además que los animales no comen los mismos productos que nosotros y que no debemos temer, pues, la falta de alimentos. Por otra parte, la producción alimentaria existe en exceso sobre las cantidades requeridas para las necesidades de la población. Ciertamente, hay demasiado que comer sobre el planeta, pero la distribución está a menudo mal hecha...
Todos tenemos nuestra misión sobre la tierra: tanto se necesitan ministros de culto, como hombres de ciencia y trabajadores de fuerza. Entre las mujeres, las que se casan y cumplen con su deber de Madre tienen tanto mérito como las vírgenes que se entregan a Dios en sus oraciones.
En realidad, la mujer es nítidamente diferente del hombre. Esto proviene de una causa muy profunda (el organismo impregnado enteramente de substancias químicas producidas por las glándulas) y, por eso, la mujer debe desarrollar sus aptitudes en la dirección de su propia naturaleza, sin tratar de imitar a los hombres. No ha habido jamás grandes filósofos o grandes sabios entre los eunucos y las mujeres; por ello no pueden tener las mismas ocupaciones o los mismos poderes que los hombres. Su misión no es menor, todo lo contrario quizá pero, en todo caso, ellas tienen derecho al estudio, digamos a la teoría, si no es que a la práctica.
Todo el mundo tiene derecho a los “misterios teológicos” y el estudio de las cosas sagradas no puede ser un privilegio: es preciso restablecer los Colegios Iniciáticos como antes, con aplicaciones actuales para crear él reino de oro, la Edad nueva, la Era del Acuarius, en la cual una colectividad humana vivirá en perfecta tolerancia, comprensión y PAZ.
En Comunión Espiritual.
Firmado: R. de la FERRIÈRE
Presidente-Vitalicio de la G. F. U.
* * *
(Foto: Keystone)
El Mahatma Chandra BaIa (Dr. Serge Raynaud de la Ferrière) a su regreso del Oriente,
frente al Obelisco en París
INTRODUCCIÓN
Moralistas y políticos discuten, demasiado a menudo, de cosas cuyos datos esenciales ellos mismos ignoran; sus juicios están concebidos según una filosofía encontrada al azar en su documentación intelectual y, a veces, para ser agradables a una categoría de individuos, de los cuales quieren atraerse las buenas disposiciones.
La Ciencia del Hombre comienza, es cierto, con la Biología, pero es necesario sobrepasar ese estudio para que con base en la experiencia humana, se conciba a los seres, tanto en el marco de su especie como en el de su individualidad. Lo hemos visto precedentemente: el hombre es un Todo, del cual es preciso analizar las partes en detalle y la complejidad reside precisamente en las búsquedas técnicas, que hace entrever al individuo solamente bajo un aspecto bien definido, olvidando los otros, de los cuales, sin embargo, no puede ser separado.
Ya sabemos que la unión de dos humanos puede dar lugar a combinaciones hereditarias a escala de centenas de trillones, y que esa diversidad resulta de la variedad infinita de las combinaciones de los genes. Es natural que la Ciencia haya llegado a querer buscar todas las transformaciones biológicas posibles y esos resultados, de verdadera magia positiva, provocan la emoción en aquellos que han podido ver esos fenómenos. Los sabios pueden invertir el sexo de un pollito, introduciendo una substancia química en el embrión, así como es posible provocar el nacimiento de un renacuajo sin la intervención de su padre. También picando un huevo, con la ayuda de un estilete cargado de sangre y con una gotita de linfa, se llega a cambiar el color de los ojos de una mosca! Se concibe inmediatamente que el material de experiencia podría extenderse a los humanos.
Dejemos la palabra a Jean Rostand en Pensamientos de un Biólogo: “Haciendo actuar los rayos X sobre la mosca del vinagre, se le hace producir toda clase de descendientes anormales que pueden convertirse en el punto de partida de nuevas razas. De ese modo el Monstruo se convierte en banal y el prodigio en corriente. Nosotros llegamos, por medio del arte, a hacer animales más grandes o más pequeños, a producir las variedades más singulares en su color, su temperamento, su actividad...”
No hay ninguna duda de que mañana no se inventen procedimientos de cambios más poderosos. Y no es imprevisible que un día el hombre dirija, no sabemos qué agente transmutador sobre sus propios cromosomas.
El hombre de Ciencia no ve sino la “máquina humana” y no puede preocuparse del elemento espiritual. Es cierto que los progresos de la bioquímica tienen con qué arruinar todas las viejas concepciones; sin embargo, sabemos desde ahora, que matemáticamente la palabra final será una abstracción.
Si biológicamente el problema de los sexos se explica muy bien, la metafísica tiene cierta dificultad para exponer la razón del macho y la hembra. Si es fácil concebir que el Espíritu no tiene sexo, es preciso convenir, de todas maneras, que éste se adapta bien a la envoltura carnal en la cual ha venido a incorporarse. El hombre y la mujer no se diferencian solamente en la constitución del aparato genital, sino en el ser entero que se manifiesta por sus tendencias, instintos, posibilidades, en relación con el elemento del sexo. La más linda de las mujeres debe su gran feminidad, así como el hombre su orgullosa virilidad, a un esterol (alcohol complejo) apenas diferente el uno del otro en los dos sexos. Pero los dos principios, foliculina y testosterona, tan poderosos y tan diversamente morfogéneos, no se limitan a funciones únicamente orgánicas, sino que impregnan todo el sistema nervioso, afectan los deseos y marcan los espíritus específicamente.
Recordemos, por otra parte, que si células de nuestra sangre y de nuestra piel se transforman continuamente, las de nuestro cerebro no se renuevan y así conservamos toda la vida los mismos elementos que sirven a nuestra experiencia y que se encuentran en la base de la evolución.
Con la ayuda de la memoria, acumulamos pues, las lecciones que pueden hacernos progresar, pero los enemigos de la teoría de la reencarnación dirán que ellos se sorprenden de no tener también el recuerdo de su precedente incorporación, olvidando que la memoria es facultad del cerebro, que no puede traducir sino aquello que él “sabe” de esta vida presente. El Espíritu, en sus diferentes migraciones, pierde a cada encarnación la posibilidad de hacerse interpretar sus “memorias”, no teniendo a su alcance para ello más que las células del cerebro, las cuales son nuevas cada vez. Señalemos que si bien el Espíritu reencarna en un círculo familiar siguiendo afinidades ya probadas, no olvidemos que de dos individuos: todo puede nacer... Biológicamente, nuestra substancia hereditaria está constituida por millares de millones de elementos, y como lo hemos visto ya (Propósitos Psicológicos IX y X) es inclusive difícil evaluar la parte de herencia.
El biólogo J. Rostand escribe: “El germen del cual sale el individuo humano, procede de un doble azar. Es el azar el que decide qué porción de herencia permanecerá en el óvulo cuando expulsa, al madurar, sus veinticuatro cromosomas. Es el azar otra vez el que decide cuál de los elementos fecundadores penetrará en el óvulo. El niño no es todo su padre, aumentado por toda su madre; él no realiza, como lo quería Hegel, la fusión viviente de la pareja. El es la mitad de uno, más la mitad del otro. Legamos necesariamente a nuestros hijos una mitad nuestra, pero cuando a su vez ellos pasen una mitad de ellos mismos a nuevos seres, resulta imposible prever qué parte de esa mitad será la nuestra”.
Y el autor de “Pensamientos de un Biólogo” concluye: “Pasados nuestros descendientes inmediatos, no sabemos más en qué nos convertimos; no estamos ni siquiera asegurados de un mínimo de permanencia”.
Esa permanencia no puede ser comprendida sino espiritualmente, ya que, aun en el organismo, los cromosomas paternales y los cromosomas maternales no se combinan en el niño plenamente sino cuando el Espíritu toma posesión enteramente de todo su cuerpo. Y ese Espíritu es universal y eterno: ha ocupado otros cuerpos y ocupará más todavía...
La verdadera Individualidad es el Espíritu y si la Ciencia llegara un día a reconstruir un ser completo, partiendo de una de sus células, eso no será sino una personalidad viviente, sin interés, ya que menos que un animal regido por un Alma Colectiva, ese“monstruo” será habitado por un “elemental”!
Llegamos aquí al límite que separa la Ciencia de la Religión o, aún mejor, quizás al sentido que acordaba Kant en su declaración: “Yo critiqué el saber para instituir la creencia”. Esa crítica del saber no es un fin absoluto del no-recibir, porque la fe no es tampoco una exaltación sentimental; ella deberá apropiarse, integrarse a la lección de los grandes metafísicos.
Mikel Dufrenne caracteriza la fe como una adherencia de la libertad misma, de la libertad, la más individual a la Trascendencía: esa unión que es una especie de seguridad primordial, de lazo en cierta forma umbilical, precede todo discurso, todo argumento, toda prueba. Si ese lazo original desconcierta la ley del entendimiento, permite oponer a primera vista la fe y el pensamiento, la fe no es extraña a ese último requisito del pensamiento que puede llamarse: razón o encuesta del uno, del todo y de la paz. De una manera general entonces, la fe designa el grado de verdad propio a la existencia, como la utilidad caracteriza el yo empírico, la evidencia apremiante, la conciencia en general y la persuasión.
Este sentido de la palabra fe (Glaube) proviene de Kierkegaard. Jaspers (en “Vernunft und existenz”) declara que Kierkegaard opone a la fórmula “el pensamiento es el ser”, que existe desde la filosofía de Parménides hasta Descartes y Hegel, otra proposición:
“Tal tú crees tal tú eres, la fe es el ser”.
El mismo texto de Jaspers acerca la noción nietzscheana de voluntad de poder a la noción kierkegaardiana de fe, señala que una y otra son “puros signos que no muestran directamente lo que es designado, sino que se presta a su vez a una exégesis ilimitada”!
Sin embargo, es la palabra kierkegaardiana la que es conservada, con la certeza que la acompaña, de que la creencia no es inferior al saber y no puede ser “sobre pasada”, como lo había creído Hegel. No obstante, la fé no tiene el mismo contenido, y el contenido religioso que Kierkegaard confesaba, está también sobrepasado por Jaspers, de una manera que lo acerca a la filosofía de Spinoza y de Hegel. Jaspers opone fuertemente a Descartes la noción de una fe filosófica: no hay ciencia de Dios. Sin embargo, detrás del dogmatismo de Descartes, es preciso reconocer esa seguridad primordial de que la existencia está ligada a la Trascendencia, y que toda verdad está mantenida en suspenso y fundada, por la creencia metafísica, en la existencia de Dios. De ahí esa idea contraria a la “mathesis universalis”, de que la existencia de Dios tiene una certeza que puede ser superior a las matemáticas.
Si la fe es, pues, el modo de pensamiento de la existencia, resulta inevitable que ella sea tan inestable o inacabada como la libertad misma, que está sin cesar en vía de conquistarse. Es natural a la esencia de la fe, estar amenazada, es decir, siempre en tensión contra la no-fe. “Fe y no-fe (Glaube und Unglaube) son los polos del ser-sí mismo”, dice Karl Jaspers; en la no-fe es la fe y en la fe es la no-fe... La fuerza de la fe se encuentra en la polaridad. Esa presencia de la increencia en la creencia, es un tema específicamente kierkegaardiano: la fe no está solamente delante de la paradoja, ella es la paradoja viviente de la angustia y de la paz: cuando hay un demoníaco religioso preocupado a propósito del sujeto de sí mismo y no “sabe” si es demoníaco religioso o diabólico, la respuesta está en la angustia misma de la cuestión.
La filosofía de Jaspers es una crítica de la autoridad y la exaltación de la libertad; es sobre todo un proceso contra el momento místico de la religión; es tomar una idea de Kierkegaard para devolverla contra él-mismo: no hay conciliación entre la filosofía y la religión. En cambio, para Kierkegaard, la filosofía es Hegel, es la inmanencia integral: él no creyó posible que se pueda oponer una fe filosófica a la fe, es decir, a la fe de Cristo.
Se sabe que el místico intenta establecer una relación real con Dios, un ensayo directo que él trata de mantener de una manera permanente; es la vida unitiva, pero la filosofía existencial coloca la mística entre las acciones incondicionadas que transgreden el orden empírico y Jaspers es muy severo respecto a ese objeto: “Toda relación de Dios que no se realiza al mismo tiempo como comunicación existencial para recibir la única verdad de que ella es capaz, no es solamente precaria en ella misma, sino que es al mismo tiempo una traición de la existencia”.
Para Kierkegaard la comunicación con Dios es una “comunicación indirecta”, que no suprime la distancia de la existencia a la trascendencia. Para esos dos pensadores que tienen a veces un acento auténticamente místico, esa mística queda según la expresión alemana (“Mystik für Verstand”) como una mística de la fe dialéctica y no mística del gozo y de la unión.
En fin, la experiencia mística interesa muy poco a la religión (el místico verdadero está siempre un poco fuera de la Iglesia o de la religión organizada); lo que interesa a la religión es: la obediencia a la autoridad. La religión es una heteronomía porque Dios habla; la filosofía es una autonomía porque Dios es la divinidad escondida.
De ese modo, la religión, con su culto, hace penetrar al hombre en un mundo aparte y, al mismo tiempo, sensible; todo esto viene sobre todo de un hecho casi milagroso: la revelación que la enseñanza religiosa garantiza (la Teología es la forma sistemática). Los Srs. Dufrenne - Ricoeur consideran la enseñanza y la teología como momentos de la vida de una comunidad estable y organizada, que quiere ser a la vez subsistente de los espíritus (un corpus mysticum) y una verdadera sociedad.
Jaspers escribe: “La Iglesia con su pretensión universal de ser ella solamente la Humanidad total y verdadera, es la visibilidad autoritaria, la certeza de la única Trascendencia verdadera, solamente en ella para quien quiera que crea en ella”. (Filosofía. II tomo 318).
Burckhardt ve en la religión una de las tres grandes objetividades humanas, fuertes solidariamente y perecederas la una sin la otra: Estado, religión y cultura.
En “Trascendencia y Metafísica” (pág. 252), Dufrenne y Ricoeur opinan sobre la Fe y la religión cuyos elementos desarrollan una mentalidad típica a base de obediencia que se infiltra en todo: en el pensamiento por el dogma, en la acción por los mandamientos de la Iglesia, en la ciudad por las tentaciones endémicas de teocracia.
El conflicto de la autoridad religiosa y de la libertad filosófica tiene diversas formas: la más conocida tiene por opuesta la ciencia (pág. 254).
El filósofo es el abogado del sabio contra la usurpación de la Iglesia y sus enunciados seudo-empíricos acerca del milagro, los orígenes del mundo y del hombre; él es el apóstol de la libertad de pensamiento. No tiene igual su intransigencia, su negación de transportar el saber allí donde no hay lugar y su voluntad de despertar al hombre de ciencia a otra forma de ser que el mundo empírico.
El conflicto de la autoridad y de la libertad toma una forma más íntima, cuando tiene por opuesto el sentido mismo de la Trascendencia. Es la teología la que el filósofo enfrenta; la teología es la forma racional de la revelación. El filósofo es el heraldo de la fe desnuda en los límites del saber, de la fe amenazada y sin garantías, de la fe individual y sin Iglesia. Y el filósofo querría que ese conflicto sea primeramente percibido por el teólogo y por él mismo: que uno y otro repudien las formas mixtas y confusas.
El verdadero filósofo: Bruno, Spinoza, Kant, resulta sospechoso a los teólogos y a la vez el teólogo “original”: San Agustín, Lutero, es así mismo más inquietante y trastornante que todo otro teólogo filosófico.
El filósofo no querrá más tarde olvidar que la religión es también una fe; es aquí que radica lo trágico del conflicto: filosofía y religión son, cada una a su manera, una fe capaz de tomar al hombre enteramente. Es por eso que la religión no es nunca despreciable y queda como una tentación que el filósofo lleva en sí: ese hombre religioso es aquél que él podría ser.
En su “Filosofía” (volumen II, pág. 294) Jaspers anuncia:“Aquél que es filósofo, sin el recurso dé una seguridad religiosa, debe luchar durante su vida entera, interiormente, con esa posibilidad. La oración más pura difiere de la contemplación tan solo en cifras de matiz (kaummerklich und doch haarscharf); la oración es una realidad posible que al faltar me da una conciencia no triunfante, sino dolorosa”
Ese proceso de la autoridad aleja más radicalmente a Jaspers de Kierkegaard, que la crítica de la mística, ante todo porque la obediencia es a los ojos de Kierkegaard uno de los trazos esenciales de la fe: “Cree, tú debes creer”; la incredulidad es desobediencia, la fe cierra la boca a la interrogación, en lo cual ella se presenta contra la filosofía.
Kierkegaard, por otra parte, ha meditado más sobre la fe como obediencia subjetiva, que sobre la Palabra de Dios como mandamiento objetivo (la Palabra me juzga, yo no juzgo la Palabra).
Pero, hay una razón más esencial a la oposición que enfrenta a Kierkegaard y a Jaspers: Kierkegaard no ha hecho de la obediencia en sí misma, el criterio principal del estado religioso: hay autoridad allí donde hay revelación histórica. Es el Absurdo del Hombre-Dios que es para él el corazón de la fe: sin el advenimiento de la Cruz, no hay más paradoja y no hay más fe. El error y la falta de Hegel radica en haber intentado explicar simbólica o históricamente (en el sentido “Weltgeschichtlich”) los grandes hechos cristianos. La paradoja de Jesús solo puede salvar el estado religioso y fundar la paradoja de la fe, que consiste en hacerme “contemporáneo” de un acontecimiento a la vez pasado y eterno, (Karl Jaspers y la filosofía de la Existencia, pág. 255. M. Dufrenne y P. Ricoeur).
INICIACIÓN CRÍSTICA
Son numerosos los seres dedicados a la búsqueda de la Verdad por fuera de las grandes religiones organizadas, sin que por ello se hayan adherido a las filosofías materialistas. Entre estos se encuentran los pensadores que podemos calificar de Crísticos y que, independientes o agrupados en pequeños movimientos, han aceptado los Mensajes de diversos Instructores. En lugar de limitarse a la aceptación de un Mesías, han venerado a todos los Grandes Maestros venidos en diferentes épocas con una Lección para la Humanidad. Esos Crísticos, de nombres diversos, son los adeptos de la Tradición Iniciática, la cual ofrece su enseñanza, “exotéricarnente” o “esotéricamente”, según las épocas y todo ello a través del canal de los Colegios de Sabiduría, las Escuelas de Misterios, los Santuarios de los cuales parten, en todas las Eras, esos Grandes Maestros llamados: Avatares, Budas, Cristos etc.
Esos Seres Superiores son los Iniciados que han alcanzado el plano Supremo de la evolución humana y que han decidido permanecer en el mundo para venir en ayuda de sus hermanos menos evolucionados.
Esos Grandes Sabios son los Profetas, los Magos, los Espíritus excepcionales, sin religión particular de dogmas, que no tienen un culto especial sino un Ideal de Justicia, un postulado de todas las épocas: la inmanencia espiritual. Auténticos Místicos, han recibido títulos diversos, según la época y los lugares donde se han manifestado.
AVATAR, fue el nombre dado en la India a los Enviados de Dios, que se han sucedido después de Vishnú en todas las grandes épocas (“avatara” significa “descenso” o “extracción”, y por extensión será comprendido como una emanación divina).
BUDA, fue el nombre empleado en Oriente para calificar a Aquél que había realizado el estado de Consciencia Universal. (“Bodhi”, significa: “iluminación”). Siddhartha Gautama fue el 25avo. de ese Título.
MESSIAH, es el término usado para definir al Salvador, en la tradición de los hebreos. El Mesías es aquél que se ha ofrecido a tomar sobre él, la expiación de todos los pecados humanos. Las cualidades de los Mesías son detalladas en Zohar (parte II, columnas 379 y 380).
MAHDI, es el nombre del Mesías entre los Mahometanos y significa, “aquél que es guiado”. Los Mahdis son raramente reconocidos en la historia del Islam, bastante dividido en sectas como el cristianismo. Ciertos grupos usaron, inclusive, esa idea del “Salvador” para fomentar guerras santas. (El Mahdismo fue a menudo emprendido por tropas rebeldes en Egipto e igualmente, por ejemplo, en el Sudán, en 1848, contra los Ingleses).
CRISTO, es el término griego de un Oint, aquél que está impregnado enteramente de la Gracia divina. Los Cristos: Thulis, Crito, Hesus, Inhdra, Wittoba, etc. fueron todos anteriores a Jesús, pero se manifestaron de la misma manera y con signos de poderes idénticos. Todos los Cristos que se han sucedido en el curso de la historia tuvieron nacimientos misteriosos, desconocidos a veces, o de una madre “virgen” (comprendido en el sentido teológico o a veces simbólico, como la teoría de una mujer discípula dedicada al Templo y procreando por la voluntad de un Maestro, de un Iniciado).
El Cristo-Rey anunciado por los cristianos, tuvo un nacimiento normal y puramente humano, por lo cual fue llamado el “Hijo del Hombre” a fin de diferenciarlo del “Hijo de Dios”, el Salvador nacido hace 2.000 años de la “Virgen” María.
Todas las religiones han anunciado así el regreso de un Gran Instructor, mejor aún, El sería reconocido por las diferentes culturas y concepciones; el seria a la vez el Avatar, el Buda, el Cristo, el Mahdi, el Mesías, el Salvador Universal, la Síntesis de la Fe…
Ese Bodhisattva, ese Jivanmukta, ese Kadmo, ese Verdadero Maestre, sería el Iniciado Supremo, resplandeciente de Luz, ya que El es iluminado por la Shekina de la Santa Qabbalah, la Shakti de los Yogis, la verdadera Crist-alización!...
En fin, Cristo (como Avatar, Buda, etc.) es un plano espiritual que denota la presencia directa de un rayo del Espíritu Universal. Se ha llegado al acuerdo de que todos los hombres están ligados a Dios, pero de la realización de ese estado depende el estado de evolución del ser.
El Substrato Divino no está separado de la humanidad: es la masa humana, los Ammeha-aretz 1, como dirían los hebreos, que miran a Dios como si fuese una cosa diferente del hombre, considerándolo, por otra parte, como un hombre, pero superior.
Nosotros no podemos olvidar que estamos hechos a la imagen de Dios, pero en el sentido espiritual. Nosotros somos de él, en él y podríamos decir EL, en su reflejo, en su manifestación material y en su emanación espiritual. No somos alguna cosa aparte de él y es en ese sentido que debemos primero entenderlo, antes de comprender todo el significado del Absoluto. Es necesario asir la idea de Dios manifestado y después procurar realizar la No-Manifestación y esto puede concebirse con la faz de Adam-Kadmon: Dios haciendo al hombre a su imagen.
El Kadmon es el Verbo Creador, manifestación suprema de Dios. Según la Tradición de la Qabbalah, sería un líquido que se debe comprender como una primera emanación divina: es la imagen de Dios fundida en el tipo del hombre (el Ha-Adam). Gráficamente se podría representar por un círculo punteado que englobaría los 6 Sephirots intermediarios del Árbol Cabalístico (haciendo exclusión de los 3 Superiores y del Sephirot inferior, Malcuth). El Adam-Kadmon, es el equivalente del Ta-Jen de los extremo-orientales.
La Luz sería pues vertida en la parte baja, hasta su Yesod y, en ese lugar, no es dejado sino un vestigio, para permitir la existencia de las criaturas. La retirada de la Luz se opera por el repliegue de un vestido, símbolo del velo en el cual se envuelve la Divinidad, para no sumergir a la criatura en la plenitud de su Esplendor.
En fin, esas cosas son difícilmente razonadas; es preciso recurrir a la Supra-Consciencia (eso que los Ingleses llaman la consciencia sublimal). La hipótesis de esta facultad nace del hecho de la imposibilidad de poder explicar una multitud de fénomenos extraordinarios, debidos a influencias misteriosas o a fuerzas ocultas y especialmente a la intervención de cosas extra-terrenas. Los psicólogos han recurrido entonces a una teoría que permite explicar esas cosas llamadas oscuras. La definición corriente de “subconsciencia” sería una semi-consciencia, una consciencia oscura, mientras que en realidad aquella facultad es más bien el estado superior de la Consciencia. De ahí el término más apropiado de Supra-Consciencia.
El hombre tendría primeramente un instinto (muy relativo después de la salida del reino animal), que puede calificarse de Inconsciencia; más tarde un razonamiento que pertenecería al dominio de la Consciencia y, al fin, el yo superior con su intuición, en el sentido revelativo, que sería la Supra-Consciencia. El Inconsciente, que es un mecanismo casi automático con reacciones más bien orgánicas, es el estado inferior del ser, aquello que le queda de puramente animal; los actos de la voluntad: es el plano del análisis, el estado medio del ser, el estadio típicamente humano que lo hace “pensante”. La Supra-Consciencia percibe más allá de los fénomenos de causa a efecto; es un plano ligado ya al mundo astral, el estado superior del individuo. En ese dominio uno encuentra sin razón las emociones, así mismo las determinaciones inesperadas, las modificaciones bruscas en apariencia (sea en el carácter o en las ideas).
Los Místicos atribuyen a esa facultad: el trabajo, por ejemplo, de lucha interna que se inicia hasta concluir en la “conversión”.
Para los adeptos a la teoría de la reencarnación, es en el subconsciente que se conserva el recuerdo de las existencias pasadas. Esa memoria de vidas anteriores seria comunicada a veces a la Conciencia, que así facilitaría la visión de las cosas imposibles de concebir por el simple razonamiento. En todo tiempo y en todos los países son numerosas las anécdotas de esas reminiscencias: niños que se acuerdan de haber sido casados anteriormente, genios o prodigios que recuerdan los estudios de una vida anterior o capaces de hacer cálculos antes de haber ido a la escuela o de tocar un instrumento aun antes de saber leer, etc. Se conoce igualmente esas impresiones de lo “ya visto” o lo “ya oído” mientras que ningún suceso ha tenido lugar en esta existencia para atestiguar semejante cosa.
En el Hombre, que está constituido por tres cuerpos, físico, astral y divino:
El Inconsciente corresponde a la materia con sus instintos físicos,
la Conciencia es análoga al Alma (cuerpo astral) con sus actos por los cuales somos responsables y
la Supra-Conciencia, que es el lazo divino, equivale al cuerpo espiritual.
Hemos ya visto en nuestros estudios precedentes, cómo de la Esencia Primitiva del Absoluto, los elementales (esos espíritus de los elementos, no evolucionados) vienen a gobernar la Naturaleza y organizar el mundo animal, sirviéndoles de alma (el Alma Colectiva de los animales). Los elementhals son aquellas entidades que esperan encarnarse en el reino humano y, en fin, los elementarios son los que se encuentran en el estadio de regreso hacia la Entidad Primitiva para reintegrarse en el Absoluto.
En fin, cuando la Chispa Divina, infiltrándose a través del Cosmos2, ha llegado al estado posible de manifestarse en nuestro Mundo, Ella viene a vibrar en esos Elementos llamados Espíritus. Esos Elementos, partículas de Un-Todo, son siempre los mismos que recorren un Ciclo: Involución-Evolución, partiendo de lo Incognosible, Ain Soph (lo Sin-Fin) de ese Dios que es el Principio Inconsciente e Inteligente ellos regresarán después de una ronda a través de los diferentes reinos, estadios, planos y grados en las Esferas de Manifestación. Esa partida y ese regreso a lo Absoluto no deben comprenderse como un alejamiento y un acercamiento, ya que ninguna cosa jamás ha podido dejar al Ain-Soph (el Todo-Nada).
Por fuera de la misma concepción antropomórfica de Dios, es preciso recordar que la Divinidad no es algo fuera o aparte de nuestro Mundo; Dios es Todo, y como nada se crea y nada se pierde, los Espíritus son como células de ese Gran Cuerpo y de igual manera, así como estas se renuevan y se purifican en nuestro organismo, esos Espíritus se encaminan en los diversos estados de depuración.
En la espera de su futura encarnación, el Espíritu ya sabe, más o menos, el lugar y el momento en el cual él tomará puesto. Ese medio lo ha escogido para perfeccionar su elevación en un ambiente que él conoce; desgraciadamente, una vez incorporado, él se encontrará como prisionero en esa envolutura carnal donde no se acordará más de nada. Todo pasa como con un voluntario alistado en el ejército que habría escogido su regimiento, firmado el contrato y que, de regreso en la casa, espera su convocatoria. El sabe, más o menos, la fecha en la cual deberá reunirse al cuerpo de la armada. El día que recibe su “hoja de ruta”, no le preocupa sino la cuestión de detalle: la hora en la cual debe presentarse, pues sabe dónde se encuentra su guarnición y conoce perfectamente el lugar, así como su grado, su rango y su especialidad.
El pequeño cuerpo formado durante nueve meses de vida uterina, se encuentra, envuelto en el alma maternal en el momento de su propio nacimiento; en efecto, es la materia plástica de la madre, (su cuerpo astral) la que desde el quinto mes cuida del niño que va nacer. Pero en el momento en el que el cordón Umbilical es cortado, otro cordón (fluídico esta vez) retiene todavía al nuevo ser a su madre y es de este que poco a poco se formará un Alma individual. Esa Alma propia no queda formada completamente sino a la edad de 7 años (la edad de la razón, se dice corrientemente!). Si se produce la muerte de la madre, el cuerpo astral no se desintegra por ello, lo sabemos ya puesto que el Alma continúa su existencia, prolongada bien a menudo hasta el séptimo año. Por otra parte, el cuerpo etérico ha envuelto ya al niño, quien, desde el séptimo mes de la formación del feto, tiene ya toda su personalidad (razón de los nacimientos antes de término, cuando el Alma individual se ha desatado entera y precozmente).
El Espíritu no se encarna sino cuando el pequeño ser ha tomado contacto verdaderamente con la vía libre; es eso lo que da lugar, generalmente, al primer grito del bebé, y la astrología nos enseña que el Sol, en el momento del nacimiento, esta precisamente en cuadratura (aspecto nefasto) con la posición del Sol en el momento de la concepción (aún para los nacimientos antes de término el aspecto planetario esta en posición maléfica).
El Alma, esa materia semi-fluídica y semi-material, se ampara, pues, en el Espíritu y lo tiene como prisionero en el cuerpo físico. Desde ese instante, el neumaticón (cuerpo espiritual) deberá reencontrar su misión de reintegrarse en Su Fuente. Según su Karma (ley de causa a efecto, destino aplicado según el comportamiento de vidas anteriores) esa Entidad, que es la verdadera Individualidad, evolucionará más o menos favorablemente hasta su liberación.
Algunos (como los Iniciados) tienen la posibilidad de restablecer el Lazo directo con el plan divino; otros no tienen sino una visión muy relativa. A la desintegración material (muerte física), la mayoría de los hombres (a excepción de los “Maestros”), deben padecer una segunda muerte, (aquella del Alma) que consiste en desembarazarse de los elementos impuros de su cuerpo astral (aquellos que se llaman generalmente “pecados”). Esa muerte del Alma es una lenta descomposición en el plano astral; a veces ese psychicón (alma) ha podido regenerarse y atarse más fuertemente con el cuerpo espiritual y aún, en ciertos casos, amalgamarse (gran operación de la Teurgia) y, de ese modo, fundirse en el Absoluto.
A la muerte física, el Espíritu se escapa inmediatamente de esa envoltura corporal, donde se encontraba como prisionero: después es el Alma la que se desata de la materia (ese fenómeno fue controlado científicamente y se ha pesado, inclusive, esa doble evaporación del cuerpo después de la muerte de éste). De inmediato, después de la cesación de vida del organismo, el Alma continúa su Misión de velar por el espíritu según su estado: ese será el estacionamiento en las esferas inferiores (teoría del infierno) o bien la proyección, más adelante, para que el Espíritu pueda ir a purificarse de sus “faltas” (teoría del purgatorio); por último, la propulsión hasta los planos superiores, si el cuerpo espiritual es suficientemente puro (idea del Paraíso cristiano, del Nirvana de los orientales, etc.).
Es, pues, el alma, mediador plástico, la que da evolución al Espíritu, pero mientras este continúa su ruta evolutiva retomando otras almas que son intermediarias para sus encarnaciones, el alma se desata bastante rápidamente de esa entidad a quién ella da asilo, para refundirse en el plano astral, toda vez que ella ha servido de trampolín al Espíritu. El Alma queda de ese modo “pegada”, más o menos largo tiempo, al cuerpo espiritual, según su estadio (“el estado del alma”) y retorna así purificada a reconstituir la materia plástica nueva de un ser dispuesto a nacer sobre la tierra y que ha de servir a otro Espíritu nuevo a incorporarse.
Agreguemos que el Espíritu puede estancarse en un plano de evolución, pero no puede jamás retroceder en su curso; lo hemos ya visto; las entidades que animan el género humano no pueden regresar al reino animal.
No existe, pues, jamás el retroceso espiritualmente, ni en más ni en menos ya que la desintegración del cuerpo físico puede dar lugar a la reconstitución de los elementos primarios, el Alma puede servir para reconstruir las fuerzas astrales, y el espíritu prosigue su ruta evolutiva.
Naturalmente, la reintegración en Dios puede parecer un nihilismo, comprendido en el sentido de la divinidad que es “Nada” (Todo-Nada, el Absoluto, el Ain-Soph), pero nada nos obliga a pensar que el estadio humano es el superior en las modalidades que conocemos, ya que, de la misma manera que los modernos humanos han salido de los primados antropoides, una nueva raza puede hacer su aparición. El reino del Super-Hombre, un Super-Humano con los siete sentidos enteramente desarrollados... (¡ no ha habido comienzo ni habrá fin!).
Sea como sea, nosotros evolucionamos y solo Dios “involuciona”. Pero, debemos entender esa Involución-Evolución en un sentido que no es el de un ascendiendo-descendiendo en el dominio superior e inferior, puesto que la Divinidad es el Gran-Todo. Sin embargo, la emanación se hace en el orden de los elementos, los minerales, vegetales y animales...
De ese Sin-Límites, ese Nada-Todo (el Absoluto), Virgilio hizo referencia a su manifestación (Extraído de Buccol. Eglo. VI-31): “Y Sileno decía cómo fueron condensadas (coacta) a través del gran vacío (magnum per inane) las simientes de las tierras, del aire, de los mares, etc. y cómo la esfera fluida del mundo, ella misma, se concretó”
Es preciso recurrir aquí a una Sabiduría Cósmica, y en esa búsqueda de la Verdad, está la Cosmosofía, esa filosofía espiritual que se ocupa de la Religión pura. Dicho estudio de las leyes gobernantes del Universo está hecho mediante el análisis imparcial del Macrocosmo y del microcosmo, sin consideraciones dogmáticas. Más allá de todas las sectas religiosas, la Cosmosofía pertenece a todos los hombres de Pensamiento.
En ese orden de ideas podemos analizar a Moisés, no solamente como Patriarca de los hebreos, sino como un Arquetipo que alumbra los grandes problemas y quién, en tanto que personaje, no pudo completamente indicarlos en la composición de sus libros bíblicos.
Así como en el caso de Adán, Enoch, Noé, Abraham, etc. podría tratarse de un epónimo, pero queda no obstante como un gran Instructor, con Rama, Krishna, Gautama el Buda, Hunanpú, Huiracocha, Jesús, Quetzalcóatl, etc.
Moisés, quien en su apelación original se llama M’sche (Mosche) tiene el mismo valor numérico que Schiloh es decir 345, Schiloh es el término hebreo equivalente a Mesías. El Zohar dice: “Schiloh designa a Moisés cuyo nombre representa un valor numérico igual a aquel de la palabra schilloh”, se dice aún: “Schiloh designa el espíritu del Mesía y es designado por Espíritu de Elohim”. Schiloh (y aun Silo) es siempre empleado en las Escrituras significando al Mesía: el anuncio está hecho aun en la profecía de Job (Talmud, Tratado Sanhedrin, fol. 98).
Moisés que significa “salvado de las aguas” (Exodo II-10) caracteriza al Moisés insuflado de Elohim, equivalente de Mesía, que escapa a la influencia del Mundo físico. El sería la sabiduría divina que corresponde a la noción cristiana del Verbo (el Logos) o Hijo de Dios (el Cristo). El Zohar dice aun (III-181 a): “Fue la Sabiduría Suprema quien golpeó a Ain para darle una forma”. El ser divinizado así “escapa a las aguas” (salvado del mundo de la materia plástica).
En fin, para la alegoría judía, las letras: He, Vaw y Mem, representan los poderes y las cosas misteriosas.
El Mem representa los “misterios de la Mercabah”.
El He caracteriza el mundo concreto, pero no desprovisto de espiritualidad; es la materia primordial, la matriz universal de todo aquello que tiene una forma;
El “Vaw” (considerado como semi-vocal) se pronuncia “O” y es el trazo de unión, en el nombre de Moisés, entre el Cielo y la Tierra.
Schin, que está compuesto de tres “yods”, simboliza aquí los 3 Patriarcas Abraham, Isaac y Jacob y es la representación de los tres aspectos divinos. La primera sílaba es el plano espiritual (reino de Dios con la letra Mem, región perfecta), en la cual el hombre esta ligado a Dios (exotéricamente el Monte Sinaí); la segunda sílaba caracteriza la región inferior (“erebrab”), todavía ignorante de la Gnosis.
El papel de Moisés es el de restablecer la unión con lo Divino, de reparar la ruptura hecha en el nombre de Dios, esa misión esta simbolizada por el nombre mismo de Mosché. Cuando él desciende sobre la tierra para la obra reparadora, su “Mem” celeste aparece separado de su “He” terrestre; trabajando para reparar la brecha (de la cual él es el reflejo), M’sché repara al mismo tiempo su propio nombre!. El no podrá reintegrarse al reino celeste (su estancia habitual) sino cuando M’sché (sin el “vaw”) sea reconvertido en Mosché (con el Vaw), es decir, cuando él pueda recuperar la totalidad de sus atributos. Moisés, salido de su pueblo (“ereb-rab”, la multitud, la gran masa), después de haber participado de su “especie”, debe asegurar su salvación: él abandona, pues, la región unitaria (mención hecha en Números XII,8), renuncia a sus atributos, y su nombre no es más completo desde entonces: él no es más M’sché, lo cual igualiza a Schiloh (el Mesías) No es más el Hombre Universal sino la delegación, el Mediador que se identifica con el Alma Comunitaria (Melcuth).
Moisés fue a menudo confundido con el mismo Dios, por otra parte, ¿sus escritos no son aceptados como si se tratasen de la palabra divina? (¡cuántos profanos no miran el Génesis cómo si el mismo Dios lo hubiese escrito!).
Fue también llamado durante largo tiempo el I. A. O.; que es la traducción griega del Nombre Divino Hebreo. M’sché sin la letra plástica “o”, es el nombre de Moisés en su equivalencia con Dios, valor 543, cuyo mecanismo teosófico produce el número 12 (muy simbólico, puesto que hay las manifestaciones diversas de la Divinidad: 12 signos del Zodíaco, 12 Apóstoles etc.)
Por otra parte los mismos cristianos han calificado de “verdadero Moisés” al Cristo, al Logos o al Hijo del Hombre!... (todo ello entendido en el sentido de “verdadera materialización divina”, al tomar el nombre de Moisés como “emblema”). El queda, pues, como el Arquetipo de la manifestación de Dios.
Cuando la brecha sea restaurada en el nombre Sagrado: la Unidad habrá sido restablecida por el Amor.
Para ello es preciso que todos los hombres sean “salvados de las aguas” (símbolo ya empleado en la historia de Noé, ese otro Arquetipo). El estado de aquellos que no son todavía “salvados”; es el Ereb-rab (como Moisés lo indica, en el Éxodo II,10), es decir, que no están todavía en la vista de “Schiloh”, las aguas que simbolizan entonces, el mundo Fenomenal, opuesto al mundo numenal. Ereb-rab, en hebreo, califica a la humanidad que, para Israel es la gran masa, todavía ignorante de la Torah. Así mismo, esos Hombres verdaderos, de los cuales habla la Biblia, son los Iniciados (Seis Adán y Seis sus chispas y sus miembros), son aquellos que han subido los escalones del Templo Esotérico, los Hijos de Dios que son admitidos en el Santuario y que tendrán el derecho de penetrar en la Thebah (el Arca).
Es preciso insistir aun en el hecho de que la Thebah significa un bajel, pero no en el sentido de navío, sino en la idea de contener y conservar una reserva. Fueron los traductores samaritanos los que dieron al término el sentido de una barca, lo cual dio nacimiento a los errores groseros de creer que Noé había encerrado las diversas especies de animales en su barco. El Arca debe ser comprendida como el Pesebre, el Refugio Sagrado, etc. toda idea que, por extensión, podría simbolizar el Templo Santo, la Comunidad Iniciática, el Universo…
Recordemos también, una vez más, que Noé, quién “bebió vino y se embriagó” (Génesis IX,21), es un símbolo que hace comprender, sobre todo, que él realizó por entero la Torah (la Santa Escritura), como lo dice el Zohar: “La Torah es comparable al vino…”
La expresión “El exprimió las uvas”; es una metáfora que indica la idea de un examen profundizado de la Esencia Divina. El vino ha jugado siempre un papel importante en el simbolismo, y las religiones han cometido demasiado a menudo el error, de tomar las cosas a la letra. Desde la antigua Soma hasta el vino de las ceremonias cristianas que representan el misterio de la transubstanciación, o desde las mitologías de la antigua América hasta los ritos mágicos orientales: el vino es la substancia que simboliza el misterio. El vino, Yain en hebreo, equivale a 70, como “Ayin” (16 ava letra del alfabeto hebraico), que es del mismo valor numérico que Sod, que significa: misterio!.
Aquello que es importante saber es que el Misterio Primordial fue aclarado de un golpe en cuanto tuvo lugar la emanación divina. Moisés nos enseña que Dios dijo: ¡Qué se haga la Luz. Y la Luz se hizo. (Génesis, Cap. I, vers. 3). Como siempre es mucho más instructivo estudiar esto en los textos originales que indican: “Vayomer Elohim: iehi aor, va-iéhi aor”. El verbo “iéhi” indica una extensión de la substancia primitiva y el Zohar (II-176 b) hace señalar que se reencuentra en ese versículo el nombre sagrado (I. E. V. E.): yod-he-yod en “iéhi” y vaw-yod-he-yod en “va-iéhi”. Esa indicación es preciosa y se enlaza al Lumen de lumine de San Juan, confirmando, que, si el nombre sagrado es trigrama o tetragrama, marca siempre también que él es, ante todo: ¡Número!.
Hemos ya insistido suficientemente sobre el hecho de que el nombre de Dios no debe ser pronunciado directamente, y que el vocablo divino: IEVE, debe ser deletrado Yod-He-Vaw-He. Según la Santa Qabbalah, el nombre de Dios es, pues, Ieve, aquello que los griegos indicaron por I. A. O., y que el judaísmo, haciendo “Yahweh”, ha desnaturalizado rápidamente convirtiéndolo en “Jehovah”.
Ieve es el Dios Absoluto, Intraductible, Incognoscible, es el Pensamiento del Ain-Soph. La Biblia habla de Elohim, que sería el Dios-Creador, el Dios-El-Padre de los cristianos, pero Ieve no es venerado como lo seria Adonai, por ejemplo. El queda como el Origen, un poco como el Ishvara de los Hindúes. Ese tetragrama célebre (Ieve) no consiste solamente en cuatro letras (yod-he-vaw-he), sino aun en las 12 letras así dispuestas:
|
He – Lameth – Vaw – Nun |
|
Yod – He – Vaw – He |
|
Yod – He – Vaw – He |
En esa disposición se trata de la correspondencia con los tres principios Sephiróticos (o atributos de Dios):
|
Kether |
|
Binah |
|
Hochmah |
Esos tres Esplendores son, pues sobrepuestos y coronados en el nombre venerado de Schem Hame Phorasch. En la cima del Árbol Cabalístico se inscribe, pues, el nombre de Dios, tres veces repetido para simbolizar sus funciones diversas. El Ieve de la derecha designa al Santo-bendito-sea-él y el Ieve de la izquierda designa su Gracia. El nombre del medio, Eloen (o) u, es el trazo de unión.
En efecto, todas las escuelas esotéricas están de acuerdo en decir que la Esencia divina esta compuesta de dos “majestades” de diferente naturaleza:
1º el Santo, es la Fuerza, la Omnipotencia, el Rigor, casi la violencia.
2 º la Gracia, a menudo traducida por estancia (como la Shekina).
Esas serían, pues, como las dos grandes polaridades de los Yogis, Ida y Pingala, que sirven al ascenso de Kundalini, en la columna central (Sushumna). Ese Rigor y esa Clemencia de la Santa Qabbalah, pueden entenderse todavía como las dos Grandes Vías: una violenta, por la fuerza, la activa Hatha-Yoga; la otra meditativa, por la devoción, la pasiva Bhakti-Yoga.
Se comprende de inmediato, por ello mismo, que Dios, creando al hombre a su imagen, ha debido hacerlo macho y hembra, activo y pasivo. Es de ese Yod-He-Vaw-He que han emanado: Adán (Yod, principio masculino) y Eva (He, principio femenino; repetida, esa letra indica, pues, la madre que podrá procrear, y el “Vaw”, la letra plástica, que simboliza el Alma que servirá para envolver su descendencia).
Hemos ya citado ese incomprensible pasaje de la Biblia, “se le llamará mujer porque ha sido cogida por el hombre” (Génesis II, 23). Esa explicación, según la versión de Louis Segond, está verdaderamente desprovista de todo fundamento; no se ve verdaderamente ninguna relación de la palabra mujer con la palabra hombre, en el sentido etimológico, y mucho menos la razón de semejante afirmación al comienzo de una creación...
La traducción bíblica, según la versión de Ostervald, es ya más plausible: “se le llamará hombresa, ya que ha sido cogida por el hombre”. Sin embargo, es preciso dejar los términos en su sentido original, tal como han sido traducidos por Maimónides, por ejemplo: “esta será llamada Ischa porque ella fue cogida por Isch”.
La palabra Isch, en hebreo significa hombre, y es empleada en el Génesis, en el capítulo II versículo 23, al momento de la creación humana. En Ischa, la letra yod (principio masculino) está suprimida, pero es la letra He (principio de feminidad) la que figura para indicar el elemento de pasividad.
Así, la creación humana por Dios, está nítidamente definida como de doble esencia; se sabe por otra parte, que, biológicamente, aquello que distingue un sexo del otro es una unidad en el número de los cromosomas (número par en las hembras e impar en los varones).
Se verá en seguida, a cuáles consecuencias pueden llevar las malas traducciones y esto lo da a pensar el hecho siguiente, que felizmente tiene un menor alcance. Los anglo-sajones, con su pronunciación especial, han llegado a deformar el nombre de Pitágoras, hasta el punto de que son numerosos los que creen leer los pensamientos de un filósofo inglés; en efecto, por la manera que era pronunciado el nombre, se ha convertido a la forma escrita y ahora se encuentra la firma de un Peter Gower, como si se tratara de un autor británico, y así la enseñanza del Gran Sabio de Grecia pasa al segundo plano, para un día, quien sabe, pasar completamente al olvido!...
Las falsas interpretaciones son tan numerosas, como los errores de traducciones. La acción de “beber el vino” es repetida a lo largo de toda la historia, en las diferentes religiones, lo mismo que las alusiones al “vergel” sea en el jardín del Edén o en las regiones paradisíacas, son descritas, tanto en las culturas antiguas de América como en las del Oriente. Se trata siempre de la búsqueda del Conocimiento, “coger los frutos” del Saber... Dionisios, convertido en el sentido vulgar en la divinidad que se da al vino, es una entidad cosmogónica. En realidad, se trata, no del “Dios del vino”, sino del emblema de la Luz. Dionisios es en el orden moral y según el sentido jeroglífico: la Esencia Espiritual. Precedentemente hemos ya estudiado la significación de la Esencia Antigua (la Quintaesencia). Qué lejos está de la opinión corriente sobre la esencia aplicada a las materias químicas!
La famosa “Torre de Babel” ha provocado muchas confusiones en primer lugar, su parecido con Babilonia ha hecho caer en error a los helenistas sobre la verdadera etimología de esa palabra, que no debe ciertamente ser tomada por una ciudad. Babel significa la vanidad (su raíz bethlameth expresa la dilatación extraordinaria) y los obreros, ocupados en la construcción de la torre legendaria, son el símbolo de sacerdotizas no “iniciadas” (los hijos de los hombres, como se menciona en el Génesis, capítulo once, versículos 5 y 6 y no los “hijos de Dios”)... Esa primera teocracia fue cortada de su Fuente, por el orgullo de querer organizar una sociedad limitada (una torre), pero rápidamente no comprendieron más, no hablaron el mismo lenguaje. No se trata, por supuesto, de idiomas diferentes (los que existían antes) sino más bien del sentido de las palabras: el espíritu con el cual debían comprenderse, no existía más. Bien se ha mencionado, en el capítulo 10 del Génesis, toda la línea de Noé y su posteridad se establece según naciones, según la lengua de cada uno, etc... Ya había, pues, varias lenguas y, sin embargo, se ha indicado (capítulo XI): “toda la tierra tenía una sola lengua y las mismas palabras”, es pues claramente una misma comprensión, un mismo espíritu de interpretación, una misma fuente de enseñanza... A pesar de los diferentes dialectos, un mismo estado de espíritu debe reinar, para dar un sentido idéntico al valor de las cosas.
Chitsabat debe comprenderse también en ese orden de ideas; no se trata de un lugar, sino del Hall de la Sabiduría, la entrada del Conocimiento, el “vergel” ¡Pero Chitsabat puede ser, a veces, los escalones, a la puerta de la Torre de Babel!.
Citemos de pasada el Harmagedón, que ha dado lugar a tantas especulaciones religiosas. El Harmagedón (escrito a veces Armagedón) está considerado como el lugar de la Gran Batalla, en la cual serian escogidos los Elegidos de Dios. Se ha profetizado ese fin del mundo en numerosas ocasiones, (ya citado en nuestros Propósitos Psicológicos N X, en la explicación sobre la secta de los “Testigos de Jehovah”). Ese lugar estaría situado en el valle de Megiddo (o Jizreel) comúnmente llamado “Valle de Josafat” o según Joel (cap. III, vers. 9 a 14) sería en la planicie de Esdraelon, al Nor-Oeste de Palestina, entre el Monte Guilboa y la Bahía de San Juan de Acre (Akka), bordeado por el Monte Carmelo y el Monte Tabor. ¡Esa palabra hebrea, citada en la Biblia, suena para muchos como el sitio del juicio final!...
Así mismo, el Valle de Hinnom, en la extremidad de Jerusalem, era el lugar donde se quemaban los desperdicios (en el siglo segundo antes de la era cristiana); el nombre de Gehinnom tomó rápidamente la descripción de un lugar de castigo y, bajo el término de Gehenna, ha sido visto como la definición de un Infierno! (por oposición existe el Shéol o paraíso de los judíos)3.
Es quizás en esa “gehenna”, donde los judíos desearon ver perecer a todos los revolucionarios que se oponían a la Ley de Israel; entre esos goyims (extranjeros del Judaísmo) estaban ciertamente los primeros cristianos. El término goyim se aplica a las Almas dicronas encarnadas en los no-Israelitas, es decir en los “intrusos”, que mezclados a Israel perjudican a la Raza de los “Justos”. Esa intrusión en el pueblo Santo se hace por el misterio de la transmigración de las Almas, lo cual ha dado nacimiento, a la teoría de las entidades astrales, llamadas “íncubo” y “súcubo”, que se incorporan a formas humanas, para venir a seducir a los seres vivientes. Esas especies de “demonios” que se manifiestan en carne varonil (íncubo) o bajo trazos femeninos (súcubo), serían creaciones de brujos practicantes de hechizos, por transmisión indirecta o aun de fenómenos producidos por los magistos (no confundir con los “Magos”).
Todo ese mecanismo oculto, que tiene lugar en el mundo astral, no puede ser evitado sino por los Iniciados y, aún, se necesita la llegada de los Grandes Maestros para detener las consecuencias de la influencias astrales desencadenadas que, inclusive, cuando no producen más efectos, dejan a los humanos en un estado amorfo.
Se necesitan esos Instructores, esos “Mesías”, para restablecer el equilibrio en la Humanidad que siempre está más o menos sobre un estado negativo. Ellos son los “Cristos” que vienen a actuar en el mundo material con su poder divino.
“Yo soy aquél quien es”, dice Dios, presentándose a Moisés para entregarle su Misión (Éxodo III,14). El vocablo empleado durante ese incidente del zarzal ardiente, es la demostración cabalística del hombre divinizado, que es Mosché, actuando sobre el mundo físico. Esa respuesta de la voz de Dios, cuando Moisés le pregunta su Nombre, es una afirmación de la personalidad en el sentido de una entidad activa. Ehié ascher Ehié (Yo soy aquél quien es) representa un valor numérico de 543, justamente hemos visto ya que M’sché es igual también a Schiloh (equivalente de Mesía) que vale 345, lo que es todavía una semejanza sorprendente, puesto que 345 contiene las mismas cifras que 543, sólo que con una inversión. Como nuestro mundo es el inverso del mundo divino (reflejo), es, pues, natural que encontremos esos “contrarios” (Gran Figura y Pequeña Figura de la Qabbalah).
Gracias a su Aura, los Maestros, los Grandes Rishis, los Mahatmas, los Yogis, los Budas, los Cristos, y todos los Iniciados Superiores, pueden ayudar a los otros seres. Esa protección es posible por el Fohat, ese Fuego Astral que vitaliza el cuerpo físico, hasta el punto de hacer emanar una fuerza que puede alimentar a aquellos que vienen devocionalmente a refugiarse cerca del Maestro; es la “Bhakti” de los Hindúes, la razón de la primera veneración del Chellah hacia su Gurú.
Ese Fohat es naturalmente un plano, un grado de conciencia que llega al punto crístico (una cristalización de las fuerzas), es, aun, el Elías-Artista de los Rosa-Cruces, el Emeth de los Hebreos, el Fuego elementario de los ocultistas, también, un super-prana que anima la Shakti de los Yogis.
El Aura es un vestido vaporoso que une la fuerza psíquica al cuerpo astral, (el Alma o Aerosoma). El aura es el centelleo que varía de densidad, de color, de forma, según las aspiraciones, los deseos, el nivel espiritual o el grado de evolución. Esa emanación magnética sería, en cierta manera, el reflejo del estado de conciencia; esa vibración puede, en ciertos casos, impedir las influencias nefastas que podrían alcanzar a aquellos que han venido a ponerse bajo su protección. De la misma manera, el Aura de la Tierra nos protege en parte de los influjos maléficos del Cosmos.
Es por medio de un disco dorado que se le representa en los cuadros religiosos. De todas maneras, es con la ayuda de aparatos especiales, que han podido ser definidos sus aspectos, como también ciertos “médiums” confirman la cosa.
La Iglesia Católica está de acuerdo en ese punto con la teoría espiritista, pero el estado de santidad ha levantado siempre discusiones y así, por ejemplo, la beatificación no es comprendida de la misma manera, por todas las Escuelas del Pensamiento. La beatificación es el medio de entrar en el estado de paz buscado por todos los místicos. Es un plano de completa armonía, el dominio del reposo mental y, en una palabra, el estado de beatitud. Los medios son naturalmente diferentes para alcanzarlo y de ahí las diversas teorías según las doctrinas que tratan de explicar el fenómeno.
Considerado como el estado supremo del cristianismo, ese “estado de éxtasis” es visto por los filósofos orientales como una ilusión y, todo lo más, como un “sueño”, como una “vaga ensoñación”. Según cl sistema Yoga, es necesario actuar más conscientemente para alcanzar un estado realmente valedero en el sentido de la mística auténtica, en tanto que la “beatitud” es una pérdida de control, es un estado de consciencia dormida.
El sistema de “beatificación” espírita es análogo en que hay una sublimación gradual del “cuerpo espiritual” hasta que, por grados, todos los elementos groseros son eliminados. A medida que ese “cuerpo espiritual” se eleva, se afina más y más, no hay envoltura material que expulsar, pero el cambio semeja a la muerte, en que la entrada del Espíritu a una Esfera superior constituye un medio de desarrollo. Los espiritistas, en ello, siguen un poco a los orientales, puesto que parece que quieren definir que la beatificación no es un estadio final; por otra parte, la entrada en una esfera superior que es un medio de desarrollo, es la indicación de que tal estadio no está completo y que un desarrollo más avanzado existe todavía.
En fin, si los occidentales consideran la beatitud como un alto grado de perfeccionamiento (si no el más alto de los estadios que el ser humano pueda obtener), los orientales consideran, por el contrario, ese estadio como muy elemental, ese plano de la oración y de la contemplación que conduce a la beatificación, no es aceptado como suficiente para obtener los méritos divinos.
La oración tiene, no obstante, una gran importancia en el Oriente y es, inclusive, del viejo budismo que los cristianos han tomado los rosarios y todo el mundo conoce, más o menos, esos Khorlos tibetanos. El Khorlo es ese molino de plegarias inscritas en el interior del pequeño cilindro o aun grabadas sobre las paredes de ese aparato que los Lamas giran incansablemente para echar a los vientos las vibraciones de esos encantamientos. Algunos no son más que pequeños cilindros de madera montados sobre un mango (eje); otros son de plata cincelada; en el Templo y los Monasterios existen algunos de diferentes tamaños y aun hasta de dos metros de diámetro y cinco metros de altura. Los asideros se fijan algunas veces alrededor del molino para que los peregrinos puedan ponerlo en movimiento a su paso; a veces es necesario reunir los esfuerzos de varias personas para poner en marcha esos enormes Khorlos. A menudo, en los corredores de los grandes conventos, los Khorlos son alineados y cada monje a su paso pone simultáneamente en marcha esa serie de molinos para oraciones, lo cual hace que, continuamente, las palabras de loas se remonten hacia Dios.
El encantamiento más corriente es el célebre: “Aum Mani Padme Om”4
Esa plegaria se encuentra entre los tres más esenciales Mantras del Tíbet y se debió al Bodhisattva Chenrazée-Avalokita. Significa: Salutación a la Joya en el Loto, o aun, Bendito sea El, que es la Joya en el Loto.
La bija (raíz, simiente, elemento primordial): Aum, ha sido ya objeto de análisis en nuestros estudios precedentes. Su representación simbólica de la Trilogía divina es muy rica en enseñanzas esotéricas.
Es repitiendo esos Mantras, como los devotos hacen el recorrido de un templo, de un monumento o edificio religioso. Esa acción de pronunciar oraciones con plena devoción, se llama en el Tíbet: la Kora, la cual es un género de pequeños peregrinajes. La Kora, (escrita a veces Khorsa y que se pronuncia “Khosa”), consiste en hacer una ronda alrededor de un santuario, es un poco la idea nuevamente tomada por los cristianos en “el camino de la cruz” o vía crucis; los peregrinajes circulares alrededor de una lamasería equivalen a los circuitos del Calvario.
Sobre las rutas de peregrinajes al Tíbet se encuentran a menudo en las cimas de las montañas o en las cruces de los caminos algunas acumulaciones de piedras grabadas; son los Manis, considerados como sagrados. El Mani es a veces el lugar donde ha permanecido un Sadhú (un Santo) y cada quien puede traer su piedra en ofrenda.
Esa idea de reunir piedras para marcar un sitio especial, hace pensar en la disposición mucho más ordenada todavía de los Druidas, que no amontonaban las piedras al azar sino arreglaban con precisión sus Dólmenes y Menhires.
El Menhir es la piedra que se levanta vertical y representa el elemento activo; la etimología vendría del celta Men (piedra) y de Hir (largo), pero uno no puede privarse de pensar en el nombre dado a los hombres en varias lenguas (Mynheer en holandés, Meinheer en alemán, etc.).
El Dolmen está compuesto de una gran piedra, colocada horizontalmente sobre otras dos más pequeñas hundidas verticalmente en tierra y que sirven de base, como las patas de una mesa; representa el elemento pasivo. En celta, significarán “hoyo en la piedra” (en dialecto del Cornwall, la palabra Tolmen quiere decir igualmente “piedra ahuecada”); el viejo francés puede también explicar la palabra como proveniente de “Dol”, que ha hecho “Taol”, mesa.
Sea como sea, el Menhir es un símbolo masculino y el Dolmen un símbolo femenino, es una vez más la representación de lo activo y de lo pasivo o mejor aun de lo positivo y de lo negativo.
Esos enormes bloques de piedra estaban dispuestos a veces en alineamiento a una gran distancia, pero eran también a menudo arreglados en círculos, siempre con una precisión en la dirección y bajo razones muy serias, que no pueden escapar a aquellos que conocen el esoterismo (ver la explicaciones de detalles con dibujos, en el libro “Los Centros Iniciáticos”).
Los Druidas formaban parte de una colectividad Iniciática de la Antigüedad, en la cual es difícil fijar las fechas. Como la cultura druídica se encuentra en la base del nacimiento céltico, se ha confundido a menudo a los Druidas con los Celtas. Hoy en día existen todavía en Francia, en Bélgica y en Gran Bretaña sociedades llamadas Druidas, pero que no tienen relación, mejor aún, no se trata a menudo sino de organizaciones de fiestas folklóricas, que no poseen ninguna relación con el antiguo Colegio Druídico, tal como había florecido en otros tiempos.
La Orden Druídica pedía grandes disciplinas y pruebas de fidelidad. Antes de admitir a alguien verdaderamente: se dice que se precisaban 20 años de práctica para convertirse realmente en un afiliado de la Orden. La Iniciación se hacía en cuevas y según la leyenda de Enoch habían sido colocados en ella valores inestimables. Entendido una vez más en su sentido esotérico ese epónimo puede ser tomado como símbolo atributivo de un plano.
La Ceremonia de paso al dolmen (marcha inclinada bajo la “piedra ahuecada”) era muy importante y, como en Grecia, la apertura en la roca era un símbolo frecuente en las Iniciaciones, para caracterizar la Regeneración. El neófito era también encerrado tres días y tres noches para simbolizar la muerte física, después de lo cual los títulos y emblemas le eran ritualmente ofrecidos.
Se conoce toda la ceremonia del asimiento del muérdago, ese hermoso parásito verde que se agarra a las ramas desnudadas por el invierno, magnífico símbolo de vida en medio de la naturaleza muerta; esa planta es todavía honrada entre los cristianos en el momento de las Fiestas de Navidad y de Año Nuevo como tantos otros atributos de decoraciones o de costumbres ceremoniales en uso, enseñanzas esotéricas de los “crísticos” olvidados, pero cuyas prácticas han persistido.
El 22 de Diciembre ha marcado siempre una fecha importante en las festividades Iniciáticas. Se sabe que el verdadero comienzo del año es el 21 de Marzo (equinoccio de Primavera), cuando el Sol entra en el signo del Carnero (que es el punto de partida de su curso aparente sobre la circunferencia zodiacal).
El 22 de Junio igualmente fue caracterizado siempre por ceremonias (Fuego de San Juan, celebración del Solsticio, etc.) pero cuyas razones son olvidadas en su mayoría.
Las fiestas francmasónicas del 24 de Junio y del 27 de Diciembre están basadas también en las fechas del equinoccio y del solsticio, pero son miradas hoy día, mucho más como Trabajo del Pontificado. Sin embargo, los altos grados en el Rito Escocés A A tienen pleno conocimiento de las razones esotéricas de las fiestas de fechas equinocciales en Marzo y Setiembre. En cuanto a las fechas de Junio y Diciembre, desde los primeros grados de la Franc-Masonería se aprende su simbolismo, para lo cual basta con los versículos del Evangelio de San Juan. Los Templarios meditaban mucho sobre el análisis de: “Al comienzo era la Palabra y la palabra era ATH de Alhim”. Lo cual define a Alhim como el Verbo, así como en la ontología androgónica, las funciones o las facultades del Rouah define al Nephesh.
En su curso aparente, después de atravesar los tres primeros signos del zodíaco, el Sol penetra en el solsticio de Verano (22 de junio) en el signo del Cangrejo (Cáncer) para, enseguida de haber pasado el León y la Virgen, venir a colocarse en la cúspide del signo de la Balanza, el 22 de septiembre, que marca el equinoccio de Otoño. La mitad de esa ronda anual es así realizada y pasa al otro hemisferio celeste (Balanza, Escorpión y Centauro o Arquero (Sagitario)) para venir a señalar, después de esos tres signos, el solsticio de Invierno el 22 de Diciembre cuando el astro real hace su entrada en el signo del Macho Cabrío (Capricornio).
Esa posición en la “cima” del Zodiaco ha sido siempre caracterizada por grandes eventos muy simbólicos. Se diría que esas tres veces tres etapas, indican ya toda una filosofía mística: “En el Nombre del Padre” (equinoccio de Primavera), “en el Nombre del Hijo” (solsticio de Verano) “y del Espíritu Santo” (equinoccio de Otoño) y “así sea” (solsticio de Invierno).
Esos nueve meses del recorrido simbólico, evolucionan como sigue: el comienzo de su curso, el sol, que se encuentra en el cero grado de la eclíptica, es un poco como el Padre-Creador; El da la Vida y ese primer misterio se manifiesta por la Primavera (signo del Carnero, elemento fuego, dinámico; es el proyecto).
El solsticio de Verano, es la plenitud, toda forma completa, es el Hijo, la CRIST-alización sobre la tierra (lo opuesto del solsticio de invierno el 22 de diciembre), las cosas van apagándose; pero es también los obstáculos (signo del Cangrejo, Cáncer, elemento “agua”) dificultades y luchas para la realización.
El equinoccio de Otoño es un poco como el reposo que va a comenzar, el período meditativo, el Pensamiento, ese equilibrio después del trabajo activo que se traduce por el signo de la Balanza concentra, y el signo del Centauro o Arquero (Sagitario) que aspira al Ideal.
Después de esas etapas, que podrían simbolizar a Dios el Padre y el Hijo, está presente el Espíritu Santo: es decir después de esos períodos que caracterizan la Vida y la Forma está el Pensamiento.
He aquí, pues, la Gran Cruz Oculta en plena acción, cuando el sol entra en el signo del Macho Cabrío (Capricornio) el 22 de diciembre de cada año, lo cual ha sido siempre señalado por los ritos devocionales, tanto en América como en Asia, y mucho antes del nacimiento de Jesús el Nazareno.
Así también, los Cristos nacen más especialmente cuando el Sol se encuentra en el signo del Macho Cabrío (Capricornio) (para que se cumpla la Ley de Saturno). De todas maneras no podrá siempre tratarse del 22 de diciembre (o inicio del Macho Cabrío) (Capricornio) ya que es preciso contar un grado suplementario cada 72 años para rectificar el mecanismo de la precesión equinoccial que hará progresar el Sol en el signo siempre más adelante hasta el punto de que en un poco más de 2.000 años, cuando el siguiente Cristo nazca, el tendrá “su” sol en el signo del Acuario (Acuarius)5. Sea como sea, si los Grandes Instructores de Antes, tuvieron a su nacimiento el Sol en el Centauro, el Escorpión, la Balanza, etc. no queda menos cierto que el Sublime Maestre Esenio nació en la fecha del 22 de Diciembre, cuando el Sol se presentaba delante del primer grado del Macho Cabrío (Capricornio). Tal fecha, en el solsticio de Invierno, fue aceptada igualmente por la Iglesia Católica hasta el siglo IV, cuando el Papa San Julius creyó un deber posponer la fiesta de Navidad al 25 de Diciembre.
No se le puede dar completa culpa, en lo concerniente a ese cambio, ya que si en el año 754 del Calendario Romano (año del nacimiento de Cristo) el Sol se encontraba en la cúspide del signo del Macho Cabrío (Capricornio) en el siglo cuarto (visto el fenómeno de la precesión de los equinoccios, el Sol debía encontrarse en el tercer grado del signo (o sea el 25 de Diciembre). Uno entonces se sorprende solamente de que la Iglesia no haya continuado haciendo evolucionar esa fiesta a medida que el cambio de posiciones del sol se efectúa sobre la eclíptica, lo cual nos haría festejar la Navidad actualmente en el transcurso de la segunda década de Enero (fin del signo del Macho Cabrío, Capricornio).
El Sol está pues en su símbolo de la Jerusalem Celeste, en la cima de la cruz; como la rama vertical que es la marca del nacimiento del Rayo, mientras que a su rama horizontal podríamos simbolizarla como la Luna que, cual una copa, está llena de Luz recibida, reflejada y divina. Así la rama vertical de la Cruz, indicada por los solsticios (22 de Junio y 22 de Diciembre) y la rama horizontal, indicada por los equinoccios (21 de Marzo y 23 de Septiembre) caracterizan una vez más el elemento masculino y el femenino, el activo y el pasivo, el positivo y el negativo...
Esto hace pensar inmediatamente en los Caballeros del Graal, la institución legendaria que caracteriza a los Guardianes de la Tierra Santa y que fue sobre todo materializada por la Misión de los Templarios. Esa Caballería Esotérica es sobre todo, el emblema oculto de los Discípulos de la Sabiduría, los Hermanos que en costumbres de gran aparato se presentan a la Iniciación armados de una lanza (principio masculino) que depositan sobre el cáliz (principio femenino), nombrado Santo Graal. Este Vaso (Grasal) es la Urna Sagrada (el Acuarius) y esa Anfora es el recipiente para recibir la enseñanza Iniciática.
Wagner supo inmortalizar en sus Operas el símbolo de esas organizaciones iniciáticas: el gran compositor tenía conocimiento del esoterismo, recibido en algunas asociaciones secretas.
Los orígenes de la Santa-Vehm se remontan, quizás, mucho más lejos que ese Tribunal Secreto, instaurado bajo Carlomagno. Esa Asociación de Jueces Libres, que estipulaba sobre los casos más graves y más variados, rendía sus juicios a pleno aire libre o a menudo en cuevas. En el año 1400 se contaba con más de 10.000 en Alemania. El Código de la Corte Véhmica fue encontrado en los antiguos archivos de Westfalia, e impreso en el “Reichstheater” de Müller, bajo el título “Códigos y Estatutos del Santo-Tribunal Secreto de Condes Libres y de Jueces Libres de Westfalia”, establecido en el año 772. Esa institución, que había sido instituida por Carlomagno mismo, fue revisada por el Rey Roberto en 1404.
Dicha Asociación puede relacionarse con la de esos Misionarios Armados conocidos bajo el nombre de Caballeros Andantes.
Como siempre, el establecimiento de semejantes Ordenes no es sino la materialización de un Colegio Esotérico existente mucho antes y cuyos miembros son los Guardianes de algunos ritos iniciáticos muy antiguos. En lo concerniente a los que venimos mencionando, eran como los Druidas, grandes admiradores de la Naturaleza, donde tenía lugar a menudo sus ceremonias. Su símbolo era el abeto, árbol que emerge todo verde en medio de extensiones nevadas, puesto que fue en las grandes soledades del Norte de Europa donde se encontraba el origen de la Liga Secreta que dio nacimiento a la Santa Vehm.
Algunas Ceremonias especiales tenían lugar el 22 de Diciembre, para cortar el abeto e instalarlo en el interior de las casas, el cual era decorado con los símbolos iniciáticos; rituales esotéricos, una vez más olvidados, pero cuya práctica permanece en nuestros días en la decoración que se hace en ocasión de las Navidades. En lugar de colgar ornamentos iniciáticos, hoy día se piensa en suspender atributos profanos o bombones para los niños, con los juguetes que se dejan, simulando para los pequeños, que es Papá Noél quien ha venido a traerlos! La Leyenda reposa, pues, sobre algo verdaderamente profundo. El hábito de ofrecer regalos en las fiestas de Navidad o de Año Nuevo existe desde la más alta antigüedad. Se trataba, sobre todo en las épocas lejanas, de ritos esotéricos en los cuales se entregaba los títulos y los ornamentos de los grados iniciáticos. Igualmente los Romanos distribuían presentes en la última parte de Diciembre, en la celebración de las Saturnales (Saturnalia).
En fin, cada año el signo de Navidad es dado por la posición del Sol, como el de la Pascua esta marcado por el paso de la Luna. El primero, cuando en el solsticio de invierno (del 21 al 25 de diciembre) se manifiesta el Rayo que está señalado para los humanos por la Navidad; el segundo, cuando en el equinoccio de Primavera de cada año la creciente lunar se sitúa horizontal sobre la eclíptica y sobre el ecuador celeste concuerdan durante 24 horas el 21 de marzo para marcar la Pascua, el primer domingo que sigue a esa Luna Llena.
La gran Línea vertical descendente, es la Ley, la Luz, la Inteligencia Divina o, aun, la Alianza con el Eje del Gran Arquitecto. La Línea horizontal es la Redención, el Amor Divino y ese Don de la Vida sobre la Arquitectura; es también la Madre, la Virgen, el Corazón de la Humanidad.
Nuestro planeta no está yuxtapuesto sobre esa Gran Cruz Cósmica por el hecho de su inclinación de 231/2; es la razón de la prueba a soportar en la encarnación, hasta identificarse aquí abajo con el Principio de Arriba. (Ver los dibujos en “Documentación Astrológica”).
La Línea de los Polos marca la rama vertical de la Cruz y la línea del Ecuador simboliza la rama horizontal. En el Zodíaco, la línea de los Solsticios señala la rama vertical de la Cruz y la línea de los Equinoccios simboliza la rama horizontal. La cima de la Cruz, caracterizada sobre nuestro planeta, es la “Jerusalem Terrestre” y la cima de la Cruz en el Universo es la “Jerusalem Celeste”.
Así, la misma Tierra carga su cruz! (Karma general) La desviación de esos grados es la señal del trabajo que la humanidad debe cumplir para su regreso a Dios.
“Aquello que está en lo bajo es como aquello que está en lo Alto...” según la Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto, pero la similitud simbólica deja una relatividad de equivalencia y la palanca que sirve de emblema para enderezar el Eje de la tierra al nivel del Eje Universal es: la Iniciación. Los Cristos son las “Palancas” que sirven para enderezar el Eje de la Humanidad hasta el de la Consciencia Universal.
La Cruz, pues ha existido seguidamente después de la Creación (crear, crecer, cruz, creer) y la aceptación de su símbolo es naturalmente toda humana. Los Crísticos han comprendido siempre la importancia esotérica de ese símbolo, que es manifestado bajo diferentes formas, según las épocas y las culturas, pero en cambio los cristianos no han venerado sino el instrumento de tortura que tiene esa forma! Los Romanos han crucificado una multitud de gente, pero los desgraciados sometidos al suplicio no fueron por ello considerados como Cristos.
Los Mesías han sido numerosos en el curso de la historia humana, pero algunos no fueron puestos sobre la cruz y, sin embargo, se les reconoció como Cristos. En otros términos, el símbolo de la cruz en la existencia de un Cristo está, sobre todo, en el hecho de llevar sobre sus espaldas esa Gran Cruz inclinada del Eje de los polos de nuestro planeta (emblema del Karma humano), lo cual es como el empleo de una palanca capaz de volver a situar a la humanidad en su equilibrio original.
El Karma es esa Ley de Causa a efecto que juega un papel por todo y en todo. Esa concepción oriental (raíz pali, que significa acción) es muy poderosa, ha dado lugar a numerosos comentarios, ha motivado estudios profundísimos entre los más eruditos investigadores. El sentido derivado de ese término sería: acción y resultado adecuado al acto. El Karma opera, pues, sobre todos los planos de la existencia; aparece en la esfera moral como Ley de la Ética, según la causación a través de la cual el hombre construye su carácter, hace su destino y trabaja para su salvación. El Karma no está limitado por el tiempo o el espacio, permanece estrictamente personal en sus consecuencias. Existe igualmente el Karma familiar, nacional, racial, etc. La Doctrina de la reencarnación es naturalmente el paralelo esencial al Karma, pero ese destino que aun queda sujeto a la individualidad, también deja, sin embargo, una parte de Libre Arbitrio, que permite entonces, según el empleo hecho de las oportunidades, reducir o aumentar el Karma que se presenta pues, como una verdadera filosofía del Trabajo.
Esa llamada al trabajo, ese Karma, es la Cruz, símbolo que existe en cada uno de nosotros, tanto como para la Humanidad entera; es también, pues, la llamada a la Unión, entendido esto como unificación y no como uniformidad, es decir, que el dibujo o la figura de la cruz no debe comprenderse como el único signo de asociación para la Unión en Dios.
Es, sobre todo, el símbolo de la Cruz, presente en todo y siempre el que es necesario comprender; tanto el sentido como la figura en sí misma deberían quedar esotéricos, forma que debería estar en nosotros mentalmente y no materializado como emblema.
Los Crísticos de la Tradición Iniciática no adoraban la Cruz, sino que se encontraban en el trabajo de realización de esa crucifixión.
Los propios primeros cristianos requirieron mucho tiempo para tomar la cruz como emblema, pues su signo de unión era el pez para simbolizar la Edad Pisciana, en la cual se encontraba la Humanidad (el Sol por la precesión equinoccial, se encontraba en esa época en la constelación de los Peces).
Así como en nuestros días los Colegios Iniciáticos de la Gran Fraternidad Universal toman el nombre de Orden del Acuarius para simbolizar la Edad Acuariana en la cual acabamos de entrar, esa Urna, el Anfora Sagrada es el atributo emblemático del Hijo del Hombre, ese signo del Zodíaco que está materializado por la Era nueva que viene a abrirse con una duración de 2.000 años (la precesión de los equinoccios que ha colocado el punto “gamma” de la eclíptica, frente a la constelación Acuarius).
Es por esa Cruz que nos llega toda salvación; ella no es, pues, el privilegio exclusivo de los Cristianos como tampoco de los Crísticos por otra parte, es el símbolo oculto para cada uno de aquellos que quieren ofrecer el precio del sacrificio. Son el hilo de plomo (rama vertical de la cruz) y el nivel (rama horizontal), atributos de las sociedades secretas como la escuadra y el compás, los célebres emblemas de la Franc-Masonería, el compás (que debe estar vertical para manifestarse), o, aun, las columnas del Frontón de los Misterios e inclusive el Menhir y el Dolmen de los Druidas. Ese símbolo fue siempre analizado bajo ángulos diversos del estudio humano.
En fin, ya se habrá comprendido que se asimila demasiado a menudo y, sobre todo especialmente se identifica demasiado la Cruz, la Navidad, el Cristo, con el cristianismo. La cristiandad (católicos y protestantes) ha acaparado esos símbolos, tal como los comprendidos hoy día, como si ella fuera la sola depositaria de esos preciosos Tesoros conocidos, adorados, venerados, mucho antes de la existencia de esas religiones relativamente modernas que componen al Cristianismo.
* * *
Aparte de las numerosas sectas de las cuales el mundo tiene más o menos conocimiento, existen Ordenes que no pueden ser calificadas de otro modo sino como “cristianas” y que no se relacionan en ninguna forma con el catolicismo o el protestantismo. No se trata aquí de las grandes congregaciones (Iglesia Católica de Albania, Siria, etc.) o aun de diversas sectas muy conocidas (calvinistas, metodistas, evangelistas, etc.) se trata de esas Ordenes que reclaman la única y verdadera tradición cristiana (ver también en “Misticismo en el siglo XX” el capítulo sobre el cristianismo)
Hemos visto ya que era preciso comprender que existía un “Cristicismo” un “Cristianismo”, “Crísticos” que han transmitido la Enseñanza Iniciática reconociendo los diferentes Mesías venidos para instruir el mundo, y “cristianos” que están agrupados solamente después de la llegada de Jesús el Nazareno, que es reconocido por ellos como el único Cristo.
Entre las numerosas colectividades religiosas, algunas figuran absorbidas por sectas más importantes; otras se infiltran en el seno de organizaciones secretas o Escuelas Místicas; en fin, algunas son difíciles de situar debido al hecho de que la Iglesia Católica Romana ha desnaturalizado en tal forma hasta los mismos nombres o destruido de tal modo completamente los archivos, que hoy día no se encuentran, sino con dificultad, los vestigios de las ramas de la Religión que habría podido, sin duda, jugar un papel muy importante. Entre esos grupos hay uno, por ejemplo, que es difícil de situar hasta en sus orígenes: los Mandeos.
A fuerza de haberles dado diferentes nombres, la historia ha perdido su verdadera huella y es fácil confundirlos con otros grupos y aun no volver a encontrar a los que eran realmente los Mandeos.
Los Misioneros Cristianos, del siglo XVII, los llamaban “Cristianos de San Juan” a causa de sus frecuentes inmersiones y de la veneración que ellos tenían por Juan Bautista. Si es verdad que tomaban baños numerosos, es preciso decir que la exageración acerca de esa práctica del bautismo, viene del hecho de la hostilidad de la Iglesia, bajo la autoridad del Imperio Sasánida (los Nestorianos). Los Árabes no hacen sino mencionar a los Subba (en singular “Subbi”) pero sin dar grandes detalles de sus actividades; ese nombre de “Sabeos” les viene como referencia a sus frecuentes bautizos (que en Mandeo se dice “masbuta”); sin embargo, son los misioneros portugueses quienes al establecerse en la baja Babilonia al final del Siglo XVI hacen mención de los Mandeos que estaban instalados en rica comunidad de cerca de 15.000 personas. Mirados como Cristianos de Juan Bautista, fueron sujetos a la Inquisición. No se sabe cuantos perecieron de ese modo por el Santo Tribunal de la Iglesia Católica, pero se encontrará con pena en nuestros días, quizás, no más de un millar de miembros de esa colectividad Mandea.
La primera indicación en Europa de su existencia data de una carta de Junio de 1626, del Jesuita Pietro della Valle. De 1622 a 1651 los Jesuitas fueron remplazados por los Carmelitas bajo Ignatius Jesu, que publicó en Roma en 1658 un documento sobre los Mandeos.
Se considera generalmente a los Mandeos como una antigua secta de Gnósticos Cristianos del siglo segundo y cuyo centro estaba en Basra, Kut y sobre todo en Suk-esh-Shuyukh y del cual algunos miembros podrían existir todavía en la baja Mesopotamia.
Se les da a veces el nombre de Nesoreanos que como en el árabe, “Nazara” o en el hebreo “Nazarith”, está íntimamente ligado con la mención hecha en varias ocasiones en la Biblia sobre los Nazarenos (ver los Hechos de los Apóstoles, Cap. XXIV, vers. 5) en la cual el término está usado para los Mandeos en el sentido de “verdaderos creyentes”.
El nombre de Mandeos (Mandaitas, en inglés Mandaeans) viene de la Gnosis que ellos profesan por el mediador Saber-Vivir con la idea de Ciencia del Vivir como Conocimiento de la Existencia, pero en el sentido personificado y al cual se dice: “Mandá d’Hayyé”.
Podría, pues, tratarse de un grupo de místicos de un Colegio Esotérico formado en una congregación que fue más tarde atacada y cuyos miembros se habrían dispersado (y quizá se mezclaron con los Parsis de la India), de la misma manera que el Colegio Iniciático de los Esenios se convirtió más tarde en una secta judía, después de que los Maestros se retiraron a santuarios más secretos y que otros tomaron los votos de Nazarith.
Los dos grandes libros sagrados de los Mandeos son el GINZA (Tesoro) y el Qolasta, el cual contiene los Himnos (en sirio Kullasa-loa).
A todo esto hay que agregar las obras menores, en gran parte de astronomía y, finalmente, una colección tardía del Libro de Juan, que es estudiado sobre todo por los escolásticos.
El Ginza es mirado como el más antiguo de los documentos. Su primera parte, la más larga, es llamada el Ginza de la Mano Derecha y la parte más pequeña, una cuarta parte de la obra más o menos, es llamada el Ginza de la Mano Izquierda.
La parte más grande contiene las descripciones cosmológicas, las piezas de doctrina y los anuncios, preceptos y consejos.
La otra porción: plegarias, artículos de fe y las indicaciones sobre el alma después de la muerte. Esa última parte demuestra la esencia misma de la religión Mandea. Es la filosofía que el Mandeísmo comparte con todas las religiones que florecen en la época del advenimiento del Cristianismo, exceptuando no obstante el catolicismo. Para el mundo en sí mismo, los cielos visibles y esta tierra junto con los cuerpos de todos los hombres, no hay redención y “el final de todas las cosas sobre la Tierra, a excepción de las Almas de los Justos, es de ser absorbidas y aniquiladas”. Nuestro mundo fue la consecuencia de una falta inicial; existía un mundo de luz y un mundo de tinieblas en el cual vivía una mujer-demonio. Esa criatura satánica era llamada por los Mandeos: Ruha.
En el Ginza de la Mano Derecha (134 -172) se puede leer el cuento de Hibil-Ziwâ (Hibil-el-Brillante) o aun Abel-Splendouro (“Hibil es en Mandeo Habel, forma siria de Abel). El no es considerado como el hijo de Adán sino como de “Manda d’Hayyé” y había atravesado todas las regiones inferiores de las tinieblas destronando a todos los principados y poderes que lo encadenaban. Ruha, después de esa visita, procreó un hijo, especie de pequeño monstruo llamado Ur y se ha dicho que de ellos salieron nidadas de Siete y de Doce, que son los planetas y los signos del Zodíaco.
Mientras tanto, una entidad inferior del mundo de la Luz, llamada Abathur mirando hacia abajo en las aguas negras, había visto su imagen, y ese reflejo había tomado una forma independiente que fue llamada Ptahil. Este tenía, pues, ciertas substancias de ese líquido tenebroso y formó un mundo sólido para lo cual tuvo que recurrir a Hibil, quién agregó a esas aguas negras un poco de su brillo. Ruha tomó parte igualmente en esa creación, lo cual hizo que este mundo estuviese en parte hecho de su agua.
Hibil, había situado a los hijos de Ruha como Sol, Luna y Planetas y de los cuales el cuerpo del primer hombre fue construido.
Así, esa leyenda, como toda la mitología de los Mandeos reposa sobre hechos simbólicos muy significativos en esoterismo e igualmente al alcance del hombre de ciencia.
No es necesario recordar que somos un compuesto de sales minerales y una combinación de extractos, provenientes en cierta forma de diversos planetas.
Es innecesario, también, volver sobre el hecho de que hubo dos creaciones, una mental y otra material (Adán y Eva, después Isch e Ischa).
Por otra parte, se conoce igualmente la teoría que ciertas religiones profesan, a saber: que el primer hombre había conocido ante todo una mujer-demonio, antes de tener la compañera que Dios le había dado según la Biblia. (La Ruha de los Mandeos puede también ser asimilada a Lilith, por ciertas concepciones).
Los Mandeos se identifican, pues, no a un profeta o a un Mesías, sino que hacen de su mismo acto de fe una personificación; Mandá d’Hayyé es mencionado en la Biblia siria en San Lucas I, 77 y esto en el sentido del Verdadero Saber, comprendido como Sabiduría (Conocimiento y Realización).
-Ya que tú marcharás delante del Señor
Para prepararle sus vías,
Para dar a su pueblo conocimiento de la salvación
Por la remisión de sus pecados.
Y todo ello se relaciona una vez más a Juan Bautista!
“Mandá” corresponde exactamente al sirio mad’â, que es usado por los Bardesianos como el Elemento Divino en el Hombre, o como Saber, diferente del conocimiento, algo entre la razón y la revelación.
Los textos mandeos están escritos en una especie de arameo, y como en el cuneiforme babilónico, las guturales semíticas características han desaparecido. Las vocales son representadas:
a por aleph
e por tzade
Yod es empleado por i, y
Vaw por w, u, o,
la inicial u, o, está escrita Ayin-Vaw y
la inicial i por Ayin-Yod.
Desgraciadamente, parece ser que los textos anteriores al siglo XVI no han sobrevivido. En cuanto a la más antigua traducción, sería la edición en dos volúmenes de H. Peterman en Leipzig en 1867: “Thesaurus vulgo Liber Adami appellatus”.
El fascímil del Qolasta, por J. Euting de Stuttgartt, data también de 1867.
Se posee igualmente una obra de H. Pognon, editada en París en 1898 “Inscripciones Mandeístas de las Copas de Khouabir”.
En las descripciones modernas la excelente obra de N. Siouffi, quien fue Cónsul de Francia en Bagdad, y publicó en 1880: “Estudios sobre las religiones de los Subbas o Sabeos, sus dogmas y sus costumbres”.
Mark Lidsbargki ha traducido el Ginza al alemán y es preciso mencionar sus interesantes libros: “Das Joannesbuch” y “Mandaische Liturgien”.
Los Mandeos no eran aliados de la causa de los Cristianos, por el hecho de que, desde los inicios de la formación en comunidad de los adeptos de Jesús el Nazareno estos abandonaron las disciplinas inherentes al cristicismo, tal como la practicaban, por ejemplo, los Esenios.
Así como los Esenios, los Nazarenos y todos los otros Dignatarios de la Gran Cofradía Blanca, los Mandeos usaban los vestidos blancos y seguían todas las reglas iniciáticas.
Una cierta hostilidad se desarrolló después de la completa formación de la Iglesia post-Niceana. El Espíritu-Santo de la teología católica está identificado con Ruha, ese espíritu del mal de los rnandeos.
La terminología especial Mandea, hace a menudo imposible el uso ordinario de término familiares y de otras palabras que deben ser substituidas.
De esa manera, Ruha significa exclusivamente, para los Mandeos, el espíritu malo, y no lo usaban como todos los otros dialectos arameos lo hacían. Para decir “viento”, por ejemplo, ellos empleaban “Zika” (literalmente tempestad). “Alaha” se traducía como “Falso Dios” y, por “Dios Verdadero” ellos hablaron del “Gran Mana” o aun con otros títulos.
En varios lugares de sus Escrituras se encontrará la mención de Rumaya (el Bizantino), como nombre del Cristo Jesús (se sabe también que Roma fue llamada a menudo la Bizancio, con un sentido peyorativo).
-Eshu mshiha (Jesús Cristo en mandeo, equivalente al sirio Isho Mshiha), está considerado como un seudomesías, solamente venerado por la Iglesia Católica, mientras que el verdadero Jesús habría sido Enush.
En el Ginza (Mano Derecha, 29 y 53) se puede leer que Enush-Utra vino al mundo durante los días de Pilatus.
Rey del Mundo, El curó los enfermos, dio la vista a los ciegos, purificó a los leprosos, etc. (Utra es como el sirio uthra -riqueza, tesoro- es el término Mandeo por Espíritu del Bien. Así Enush-Utra puede ser considerado casi como por San Enosh).
Con el poder del Alto Rey de la Luz, él resucita los muertos. Aquellos que creen en él entre los judíos, él les enseña que existe la Verdad y el error, la Vida y la muerte, la Luz y las tinieblas.
A su llamado: 360 profetas salen de Jerusalem para ir a predicar. Mientras Enosch sube al paraíso Mandeo (Mshune-Kushta: estancia de la Verdad), antes de su ascensión, el tramposo, el plagiario, el falso Cristo (el Bizantino) deberá ser desenmascarado, tomado por los judíos y crucificado.
El Mshune-Kushta, que es la mansión del Verdadero, puede ser comprendido como el Santuario en el cual el Gran Maestro se retira una vez que su misión pública ha terminado.
Kushta significa literalmente “Verdad” y es usada a menudo por los Mandeos como significando Verdadera Religión, Unión Real, puesto que puede ser comprendida como la Reintegración al Absoluto (Identificación en Dios), o aun como Retiro, en el cual el Cristo se dedica únicamente a sus discípulos.
Religión (del latín religare, lugar, unir) es reunir, es ser ligado, formar un “círculo”, no estar más animado sino por el único Ideal en una Comunión espiritual, en común acuerdo con todos los miembros de esa auténtica Fraternidad, presente o no en el mismo lugar, pero unidos todos en espíritu. Por otra parte, “dar Kushta” significa “apretar la mano” (siempre la mano derecha), es el signo exterior del lazo; la imposición de las manos ha sido siempre objeto de una ceremonia especial en todas las Ordenes, la señal de unión, la filiación al grupo que toma lugar igualmente en el rito católico.
Efectivamente, se saben pocas cosas, de todas maneras, acerca de los Mandeos; la mayoría de sus escritos son traducciones de obras ya muy alejadas de la Fuente o narraciones cuya imparcialidad puede ser puesta en duda.
La opinión corriente de los investigadores, se basa en el “Scholion” de Theodore Bar Konai, que compiló una especie de catálogo de heréticos, en el año 792. Ese autor estimó que los Mandeos fueron una secta fundada por un cierto Ado, ermitaño-fakir de Adiabena y supone que sus doctrinas fueron tomadas de los Maniqueos y de los Marcionistas (que hemos ya estudiado en el tomo precedente), pero niega que su enseñanza pueda venir del mismo Abel.
Por su parte, ciertos autores Mandeos en su polémica con la Iglesia Católica muestran haber estudiado bien la Biblia, siempre en los textos siríacos (la “Peshitta”), en los cuales demuestran un gran saber.
En lo concerniente al bautismo, la concepción de ese rito así como la palabra misma es muy diferente de los católicos. El Bautismo es llamado masbuta por los Mandeos, lo cual corresponde a la forma que en sirio podría ser dada a “masbo’itha”, pues el término corriente sirio es “ma’moditha”, el cual es aplicado por los Mandeos solamente al bautismo católico, al que ellos miran como administrado en su sentido incorrecto en “circuito cerrado” puesto que no es en “agua corriente” (para señalar que el dialecto cristiano palestino utiliza el término “masbo’ithâ” y que el término judío es “tibbülâ”). Pero, la importancia primordial entre Mandeos y cristianos se encuentra en el mismo rito: el “masbuta” que es continuamente repetido, es una purificación y no una iniciación.
Esos baños múltiples, además de una cuestión de higiene, forman parte de un ritual (como entre los Yogis antes de cada sesión de asanas) que cuenta tanto como purificación psíquica (pranificación) como corporal, pues aun la inmersión en los ríos reviste un carácter espiritual.
En la India se ha conservado todo lo sagrado de esos baños en común. Los Hindúes, que haciendo sus plegarias y las salutaciones rituales a Dios, se lavan dos o tres veces por día en el agua corriente (bombas, fuentes, riveras), no dejan de asistir cada año al Gran Mela (Reunión Santa) de su ciudad o pueblo.
Esa festividad toma, sobre todo, la forma de un baño colectivo con un ceremonial muy especial: ¡es la ocasión de lavarse los pecados!
En las peregrinaciones, los devotos no dejan de descender a cada rivera para realizar sus abluciones y el encuentro de dos corrientes de agua da, entonces, un carácter, ya que esos lugares son considerados como estancias divinas.
Nosotros hemos visto en Deva-Prayag cadenas tendidas en el agua para que los devotos penetren en las riveras sin ser arrastrados por la corriente, pues de tal manera son poderosos los remolinos a causa del encuentro de los dos ríos en las rocas y el agua permanece a una temperatura glacial aun en el verano.
Finalmente cada doce años un “meeting”, aún más importante, ha tenido lugar en algún sitio de la India que ha visto afluir de todas partes millones de peregrinos.
Asistir a semejante Santa Manifestación es asegurarse la salvación del Alma, según las enseñanzas de los Grandes Rishis. Por ello, durante una semana, el sitio reviste un ambiente místico indescriptible.
Personalmente hemos tenido el privilegio de asistir al último Gran Kumbha-Mela en 1950 que tuvo lugar en Harward, en los bordes del Ganges. El pueblecito, situado al pie del Himalaya, había atraído, desde el comienzo del mes de abril, peregrinos de los más lejanos lugares.
El día de la Luna-Nueva se contaban cerca de cinco millones de personas presentes en esa Gran Asamblea religiosa que ocupaba el pueblecito apenas habitado ordinariamente por algunos millares de seres. En todas partes se alzaban tiendas, barracas, reuniones de familias, de clanes de amigos.
Aun en la calles y durante un mes, tuvo lugar el desfile de Mahatmas, de Rishis, de Pandits, de Sannyasines, de Sadhús y de una multitud de peregrinos venidos de todas partes para tener el honor de bañarse en las aguas sagradas del Har-Ki-Pauri.
Esa cuenca, que es un brazo del Ganges, recibe el desfile de devotos, mientras que los peregrinos aglomerados sobre barcas recuperan en pequeñas botellas: el agua en la cual se han bañado los hombres Santos.
Los pequeños recipientes que contienen el agua sagrada del Ganges, santificado aún por las vibraciones de los Gurús, serán llevados a los pueblos para ser conservados preciosamente como reliquias en las familias.
En el Brahma-Kund de Hardwar (cuenca sagrada de un sitio especialmente magnético) el 13 de Abril de 1950, entraron sucesivamente por orden de evolución espiritual los Sabios que se reconocen en la India por su sucinto vestuario.
En efecto, los más ricos espiritualmente son aquellos que han hecho donación de todo y en cambio los ricos Maharajás son los últimos en cumplir su ritual de devoción.
El Kumbha-Mela (Kumbha, Urna Sagrada, Acuarius) tiene casi el valor del Santo Kailas (Cima Espiritual del mundo) la montaña sagrada, cuyo peregrinaje ofrece la gran purificación, hasta el punto de que aquellos que la realizan son honrados con el título de Paramahamsa, o sea Más que Santo (algo así como extraordinariamente-puro).
En fin, tales ceremonias cuentan, sobre todo, según el estado de espíritu con el cual ellas son realizadas. El hecho de tomar contacto con el agua (aun en un lugar sagrado) no es suficiente, si el acto no es comprendido.
Esos ritos deben ser acompañados de oraciones, encantamientos (en la India son recitados Mantras especiales en esas ocasiones) y ese ceremonial es enteramente asimilado por los devotos, que pasan así múltiples purificaciones, capaces de prepararlos a Iniciaciones, pero aun los Iniciados continúan practicando esos ritos y asistiendo a esas ceremonias.
Es preciso comprender que se trata en el ceremonial del bautismo como los Mandeos lo entendían, es decir, de purificación y no de Iniciación, a menos que se trate del acto iniciático, por medio del elemento del Agua, que debe hacerse cuando el ser tiene la entera comprensión, como fue el caso de Jesús el Nazareno, a los 30 años, en las aguas del Jordán.
Ese acto Iniciático por medio del agua, forma parte, entonces, de las pruebas de los cuatro elementos, conocidas en todas las Escuelas Esotéricas.
Fuera de las etapas simbólicas a recorrer en los Templos de los Misterios para realizar la Iniciación, por la Tierra, el Agua, el Fuego y el Aire, cada uno puede prepararse y es eso lo que se practica durante el peregrinaje.
Para el mismo circuito, es el elemento Tierra el que está en juego en la marcha; los baños en los lugares sagrados, la inmersión en ríos, ponen en acción el elemento Agua; con la fe (Agni, el Fuego Sagrado) uno se coloca en el estado de Gracia -es el elemento Fuego para la acción interna- y finalmente las oraciones (Magia del Verbo), simbolizan por el ritmo del soplo el elemento Aire.
El Yogi no usa los elementos exteriores para evolucionar a través de esas etapas, sino que, poniendo en acción sus Chakras (centros nervo-fluídicos en emanación de las glándulas), él mismo recorre: Muladhara (Tierra) - Svadhisthana (Agua) - Manipura (Fuego) - Anahata (Aire).
Los Hindúes han comprendido desde hace mucho tiempo toda la importancia de los elementos puestos así en juego y sabiendo que el hombre está compuesto de esos cuatro elementos Tierra (esqueleto), Agua (sangre), Fuego (temperatura) y Aire (soplo) han intentado identificar en esos elementos aquellos que constituyen el mundo: Tierra (montaña), Agua (río), Fuego (sol) y Aire (atmósfera).
En las prácticas espirituales los elementos fueron simbolizados por el Mandala o Yentram para la Tierra; la Pranificación en el Agua; el Kundalini puesto en acción como vibración Ignea, la Shakti que es asimilada al elemento Fuego y, en fin, gracias al Pranayama (control del soplo) se es apto a las modulaciones de los Mantras para identificarse con el elemento Aire.
Son los cuatro elementos que se vuelven a encontrar en todas las mitologías ocultas con los Gnomos (Genios de la Tierra), Ondinas (Espíritus del Agua), Salamandras (Fuego), y Sílfides (Aire), simbolizados en Magia por el Pántaclo, el Vaso, la Espada y la Varilla, atributos que se encuentran en los Juegos de Tarots con el Siclo, la copa, la Espada y el Cetro, los cuales al pasar a las cartas ordinarias, dan los Ases, las Sotas, la Reinas y los Reyes.
La misma Iglesia Católica no ha despreciado el uso de esos emblemas esotéricos atribuyéndolos a reliquias de santos selladas en el altar (elemento Tierra), el cáliz para recibir el precioso líquido (Vino-elemento Agua) los cirios (Fuego) y el incienso (elemento Aire).
Esos elementos son las cuatro ramas de la Cruz, la cruz de nuestro planeta que tiende a identificarse con la cruz del Universo y que en su proyección hasta el mundo estelario, vendría a yuxtaponerse con lo que es simbolizado por los cuatro signos llamados “fijos” del Zodíaco, o sea, Aldebarán o el Ojo de Taurus (signo perteneciente al elemento Tierra); en su opuesto: Antares, el Corazón del Escorpión (signo del elemento Agua); Regulus o Corazón del León (signo de Fuego) y al otro lado de la eclíptica: Fomalhaut, la Boca del Pez Austral (signo del Acuarius, simbolizado por el elemento Aire).
Dicha cruz terrestre, justamente inclinada 23 grados sobre la eclíptica, la cual está marcada por otra cruz (hecha por los puntos de los dos equinoccios y de los dos solsticios) coloca su cúspide a siete grados antes del fin de cada signo cardinal. Esos 7 grados caracterizan los 7 grados que es preciso ascender para realizar la Verdadera Maestría (Magisterio) y, en esa Magia cumplida, el Iniciado puede, al fin, en un mismo ritmo de pulsaciones psíquico-espirituales, unirse a la Conciencia Universal.
Esta Cruz formada en nuestro planeta (línea de los Polos y del Ecuador) y por el hecho de estar inclinada en el espacio, se presenta más bien como una Gran “X” (siempre esa “Desconocida”!) bajo la forma de una cruz llamada de San Andrés.
Es un símbolo, por otra parte, muy interesante, ya que es la figura de la letra KHI del alfabeto griego y que es, justamente, la inicial de las palabras: Kone, Krusos y Kronos (el Oro, el Crisol y el Tiempo), esa Triple Desconocida de la Gran Obra Hermética.
“Es preciso que nazcáis de nuevo” (Juan III, 7) y esa nueva vida no puede adquirirse sino por la transmutación de sí mismo: la auto-Realización.
La gran operación alquímica no reside en el hecho de trasmutar los metales, sino más bien en transformarse hasta convertirse en Hombre-Verdadero.
“Trabajad, no por el alimento que perece, sino por aquello que subsiste: por la vida eterna” (Juan VI, 27).
Kronos es la paciencia, la larga experiencia, las lecciones acumuladas.
Krusos es también el Cáliz Sagrado, el Acuarius con todos sus símbolos Inicíáticos, es el recipiente esotérico desde el Arca de Noé o el Creche (Pesebre) de Betlehem hasta el Santuario.
Kone, no es el metal puro en el sentido material sino en el emblema de la riqueza espiritual. Es asimilado a Sahasrara Padma (el Loto de los mil pétalos), último centro (en la cima de la cabeza), que es preciso desarrollar para ser completamente iluminado y alcanzar el estado de Cristo.
A esa Gran “X”, hemos ya visto (en el Tomo III), cuál era la respuesta.
A los cuatro elementos físicos que debemos emplear para perfeccionarnos en todos los dominios, han venido a agregarse estos tres principios, para cumplir una Ley siempre valedera a través del tiempo.
Ese Septenario simbólico se caracteriza, pues, por un cuaternario de aquí abajo, emblema de la materia, y por un ternario espiritual, a fin de que se manifieste una vez más la unión de lo abstracto y lo concreto, para dar a cada uno la ocasión de su rescate (redención) por la evolución consciente hasta el estado de CRIST-alización.
* * *
1 Literalmente, “hombre de la tierra”. En el hebreo corriente, el “Amme-ha-aretz” es el pueblo de un país (comprendido como símbolo de Israel en lo que concierne a los hombres del pueblo, los profanos). Se llamaba así la “masa” en Palestina (gentes del pueblo, traduciendo a la letra) los “no-practicantes”, en cierta manera aquellos que no tenían franjas en sus vestidos. El término fue aplicado como nombre para los religiosos judíos, que eran negligentes y no seguían la Ley; algunos, sin embargo, se elevaron a las grandes dignidades, tal como Akiba-ben-Joseph.
2 Cosmos significa etimológicamente, orden, medida, ordenanza y en realidad todo aquello que comporta una noción de arreglo; de forma, de espacio y tiempo. Los Cosmos son siete y están contenidos los unos en los otros:
Protocosmo, el Arquetipo o primer Cosmos.
Ayocosmo, el Santo Cosmos o aun Megalocosmo, El Gran Cosmos. Macrocosmo,
Vasto o Infinitamente Gran Universo.
Deuterocosmo, el segundo Cosmos.
Mesocosmo, el Cosmos Intermediario.
Tritocomo, el tercer Cosmos y el
Microcosmo, el minúsculo o Infinitamente pequeño Universo.
3 En las lenguas germánicas, nórdicas y eslávicas: el infierno se traduce por los términos Hel, Hell, Heil, etc.... Hay que señalar que en la mitología escandinava, la Diosa de la muerte se llama Hel, es una de las hijas de Loki ese héroe que Thor quería matar, porque habla hecho cortar los cabellos de Sif (la segunda mujer de Thor). Loki se casó con una Gigante: ella le dio tres hijos: Fenris (Lobo-héroe), Iormungandr (Serpiente-Héroe) y Hel.
4 Mantram es más que una simple plegaria: es un encantamiento especialmente estudiado, que no puede ser pronunciado sino después de ejercicios espirituales muy disciplinados. Es todo el poder del Verbo que debe desencadenarse y puede convertirse en una auténtica Magia del Sonido. El Mantram (o Mantra) se compone de:
Bija, el centro vital, el gérmen,
“Shakti”, la fuerza y
Tilaka, el soporte, la columna vibratoria.
5 Señalemos que nuestro calendario ha cambiado muchas veces, en el curso de la Historia y que, además de los errores cometidos acerca de la marcha del tiempo, por las diversas composiciones de ese catálogo, los cálculos fueron establecidos sobre bases inciertas. Los especialistas en esas cuestiones, no están inclusive de acuerdo sobre el punto de partida del calendario cristiano. Los unos lo pretenden al nacimiento de Cristo, los otros sostienen que fue a su muerte. Además fueron sustituidos, un poco más de 150 años, sin contar los periodos que han sido “saltados” al comienzo de nuestra Era y los de las épocas negras, sin calendario, del Medioevo.