Serge Raynaud de la Ferrière

Los

Propósitos

Psicológicos

Tomo XXV





Los Gnósticos



INTRODUCCIÓN



Después de veinticuatro textos, continuamos en esta misma serie de “Propósitos” con una nueva docena de capítulos, tratando cada uno de una materia diferente que, sin embargo, continúa una misma idea: La Búsqueda de la Verdad.

Se habrá comprendido que no se trata de una doctrina, sino más bien de diversas concepciones que han interesado y que interesan aún a la Humanidad.

No se trata pues de un método, sino más bien de un estudio de las ciencias, las artes y las religiones comparadas.

El autor no intenta, de ningún modo, canalizar los espíritus, sino más bien ofrecer una visión de síntesis; así, sus escritos son como una gavilla de sistemas y esto no puede ser tomado pues como una enseñanza personal.

No hemos querido jamás formar un grupo particular con ideas fijas y una estricta consideración de un dogma estrecho. La fundación del Dr. S. R. de la Ferrière se llama “Gran Fraternidad Universal” y el hecho mismo de ese título da a comprender la meta de un Movimiento semejante.

La G.F.U. ha establecido Colegios de Iniciación, Santuarios, Colonias para Idealistas (sobre las bases de los Ashrams en la India); pero, comprendámonos bien: no se trata de una organización bajo los principios del orientalismo, como tampoco de una secta cristiana o anti-cristiana… Es una Obra de reeducación de la Humanidad ante todo.

Como Institución Cultural de tipo Universal, la G.F.U. no establece barreras religiosas y lejos de ser “anti” alguna cosa, ella está, al contrario, POR todas las modalidades filosóficas, enseñando ante todo la TOLERANCIA. Partiendo de ese principio no puede haber una doctrina propia y el “Mensaje“ permanece en el orden de las Grandes Lecciones Tradicionales. Las diversas enseñanzas que han apasionado a todos los Pensadores en el curso de la historia, son pues ofrecidas con el fin primordial de permitir la búsqueda de una misma base que permanece en todas partes y siempre idéntica en el seno de los mitos más variados.

Es a ese trabajo de depuración que nos hemos consagrado teniendo como meta la “limpieza” de toda la polvareda fanática para encontrar al fin las mismas líneas de creencia y remontar así hasta el Origen.

Nosotros no tenemos etiqueta… y nos guardamos de inclinar hacia tal o cual forma religiosa, así, aquellos que quisieran catalogarnos caerían desde ahora, en un error.

Nosotros no pertenecemos a nada en particular, sino a todo en general.

Nuestra Tarea es la de ofrecer una documentación tan amplia como fuese posible y, principalmente, ayudar al mundo a profundizar en los misterios que los dogmas han querido cuidadosamente conservar. Es tiempo de que todo sea extendido a pleno día y nos esforzaremos precisamente en hacer la luz sobre todo aquello que fue puesto bajo un velo hasta el presente.

El Hombre debe conocer su verdadera Misión y para ello tiene derecho a la Verdad.











LOS GNOSTICOS

Más de una vez, durante el curso de nuestros escritos, hemos hecho alusión al Gnosticismo y es tiempo, quizás, de dar algunas explicaciones suplementarias.

La palabra “Gnosis”, que significa conocimiento, proviene del griego, pero no se debería creer por ello que el movimiento gnóstico tomó su origen entre los Helenos. Una vez más, la Fuente original es difícil de establecer, pero los primeros elementos conocidos son aquellos en los cuales el Gnosticismo se liga a sectas que durante los primeros siglos, donde se desarrolló el Cristianismo, estuvieron en competición con él.

Pero varios movimientos místicos y filosóficos sin relación con aquellos que competían con el cristianismo en sus inicios han pretendido, ellos también, poseer un conocimiento salvador: una Gnosis.

L. Cerfaux, habla de una Gnosis precristiana y bíblica en su “Diccionario de la Biblia” y parece ser que sobre esas bases, los místicos, ocultistas y hermetistas del siglo XVIII buscaron la Luz.

Según Mosheim (1739) la doctrina designada antiguamente bajo el nombre de Gnosis habría sido una filosofía oriental expandida de Persia a Egipto. Según las obras de J. Horn, en 1805 “Ueber die biblische Gnosis”, y de Lewald, en 1818 “Comentatio ad historiam religionum veterum illustrandam pertinens de doctrina gnostica”, son los trabajos de Matter, en 1828: “Historia crítica del Gnosticismo”, los que ponen nuevamente la Gnosis a la orden del día.

Matter definía la Gnosis como “la introducción en el seno del cristianismo de todas las especulaciones cosmológicas y teosóficas que habían formado la parte más considerable de las antiguas religiones de Oriente y que los neoplatónicos adoptaron igualmente en Occidente”. Esa doctrina reunía las filosofías de Platón y de Filón, el “Avesta” y la “Cábala”, los Misterios de Samotracia, de Eleusis y del Orfismo.

W. Bousset en 1907 (en “Problemas capitales de la Gnosis”) señalaba que las sectas gnósticas podían haber tenido otros orígenes, del lado de las doctrinas iranias y babilónicas, cuyas huellas se encuentran igualmente en el Mandeísmo y en el Maniqueísmo.

En fin M. H. C. Puech en: “Dónde está el problema del gnosticismo”, en 1935 hacía un balance muy hermoso de la cuestión, así como Hans Jonas, en “La Gnosis y el espíritu bajo-antiguo”.

Es gracias al Hermetismo y a la literatura astrológica y mágica que las investigaciones se precisan y también al enorme aporte de los escritos maniqueos que se encontraban desparramados de África a Asia Central: esos escritos dejan ya adivinar hasta que punto la religión de Mani había sido la sistematización de los mitos gnósticos más típicos. Para finalizar, los libros sagrados de los Mandeos a pesar de que no entregaban aun los secretos de la historia de esa secta bautista -que pervive aún hoy día en Mesopotamia- daban una imagen precisa de una religión en buena parte gnóstica.

Una obra particularmente instructiva es el “Elenchos”, encontrada hace ya una centena de años y designada de ordinario bajo el título inexacto de “Philosophoumena”1. Se atribuye equívocamente ese tratado a Hipólito, pero fue en realidad compuesto por algún otro personaje hacia el 230. Es una verdadera enciclopedia de historia de las religiones que parte de las filosofías clásicas, ofrece exposiciones sobre las creencias de los Brahmanes y los Druidas, de Astrólogos y Magos y consagra, en fin, toda su segunda mitad a un análisis de las doctrinas gnósticas que pretenden apoyarse sobre las obras fundamentales de diversos sectarios.

La obra fue discutida, entre otros, por el R. P. Festugiere, autor de “La Revelación de Hermes Trismegisto” y de “La Astrología y las ciencias ocultas”, 1944.

Pero, Fr. Filliozat (“La Doctrina de los Brahmanes según San Hipólito” en la “Revista de Historia de las Religiones”, T. CXXX, 1945) ha demostrado cuan exactos eran los detalles dados por el pseudo-Hipólito y que si el autor del “Elenchos” estaba tan bien informado sobre un tema tan lejano como las doctrinas de la India, es verosímil que él satisficiera mejor y más fácilmente aún su curiosidad cuando se informó acerca de las creencias gnósticas, vivas entonces a su alrededor.

En todo caso, un movimiento gnóstico era ya poderoso al advenimiento del cristianismo. Jerónimo en su “Liber contra Vigilantium” hace mención de ello, Justino escribe su “Syntagma” hacia el año 140, Ireneo de Lyon entre 180 y 185 habla largamente, Tertuliano, Clemente de Alejandría (muerto cerca del 215) y en fin Eusebio, muerto en 339. Pero, es en el segundo y tercer siglo que se encuentra a la Gnosis en plena floración.

Algunos la hacían remontar a algunas sectas ancianas y otros a organizaciones más recientes. El historiador Eusebio ha conservado en su “Historia Eclesiástica” pasajes particularmente instructivos. Hay extractos de la obra de Hegésipo que hacen descender el gnosticismo de varios movimientos como los Esenios, los Nazarenos, los Ebionitas, los Samaritanos, los Galileos, los Elkesaitas, etc.

Es un hecho cierto el que si bien no existían sectas gnósticas, como movimiento organizado, mucho más allá del primer siglo antes de la Era Cristiana, las ideas gnósticas estaban ya aceptadas por un gran número de Pensadores Griegos. Había en esa época un impulso muy neto de místicos orientales, apropiado para hacer acoger una “Gnosis” que podía provenir de diversas sectas judías o bautistas, si de todas maneras el Gnosticismo no estuviese ya implantado desde antes.

Filón, que nació 20 años antes de Jesucristo, jalona notablemente esa evolución y plantea ya virtualmente algunos de los temas que serán más tarde desarrollados después de él (muere en el año 40).

Viene luego la época en la cual los cultos orientales penetran multitudinariamente en el mundo latino. El caso de Alejandro Severo es particularmente elocuente: él expone en su larario, una efigie de Jesús junto a aquellas de los otros Maestros Espirituales: Alejandro el Grande, Abraham, Orfeo, Apolonio de Tiana.

M. H. C. Puech en su estudio (“¿Dónde está el problema del Gnosticismo?”) estima que la Gnosis tuvo sus orígenes en Siria y que es en Samaria y en el Valle de Lycos donde fue señalada por primera vez. Simón es procedente de Gitta (en Samaria); Menandro es originario de Capparetea (en Samaria), Satornil de Antioquia, Cerdón2 sirio, Cerinto pertenece al Asia Menor. “Con esas Gnosis siríacas -escribe M. Puech- se enlazan probablemente una multitud de sistemas anónimos y de conducta primitiva, notablemente los Ofitas y todos aquellos que se agrupan bajo el nombre de adeptos de la Madre, a causa del papel jugado en sus teorías por esa entidad femenina…”

En los tiempos de Adriano (110-138) la Gnosis pasa de Siria a Egipto; es en Alejandría que se manifiestan los más grandes doctores: Basílides, Carpócrates, Valentín. Más tarde Roma es alcanzada y en ese momento los doctores cristianos descubren súbitamente la importancia de aquello que ellos llaman: esas “herejías”, que en Oriente incubaban sin embargo desde hacía mucho tiempo.

Al final del segundo siglo las huellas del verdadero Gnosticismo se pierden y sólo los Maniqueos (que parecen ser de una línea directa) van a manifestarse públicamente y es, por otra parte, contra ellos que las autoridades van a tratar con rigor.

Esa “entidad femenina” a la cual acabamos de mencionar es la Gran Madre. Es la Naturaleza, pero en la religión de los Arios de la India, la idea es mucho más compleja. El gran Maestro de los dioses es Indra, Dyaus y Prithivi son los esposos: el Cielo y la Tierra. Asimismo del Adi-Shakti emanan Purusha y Prakriti, el Espíritu y la Materia, en realidad son sobre todo el Principio Espiritual, positivo y el Principio material y negativo del Universo.

Aquello que importa saber es sobre todo que la Trimurti: Brahma-Vishnú-Shiva, es la base de la enseñanza del hinduismo. Brahma es la VIDA, Vishnú es la FORMA y Shiva el PENSAMIENTO. Brahma es lo Creativo (el Padre), Vishnú es lo Protector (el hijo) y Shiva es lo Destructivo (el Santo Espíritu). Esta triología es ya la Manifestación de Dios, es el Creador en su primera persona, el sustentador, el evolucionador, en su segunda persona (de Vishnú emanan los Avatares, los Mesías), es Dios que se hace hombre y, en fin, la tercera persona: el destructor de las pasiones.

Se les puede considerar como “masculino”, “femenino” y “neutro”, pero es preciso saber que cada aspecto de la divinidad tiene su lado Femenino, cuyas principales fuentes son: Lakshmi (la suerte, la plenitud, la prosperidad), Sarasvati (el estudio, el arte) y Kali (la enfermedad, la destrucción, la muerte).

Es a esa Kali-Durga que oran los Adeptos de la Gran Madre que rige sobre la Magia y da “poderes”.















Laksmi (Bronce)

(Ofrecida al autor por V. Jhaveri, discípulo de Gandhi)



He aquí la razón de este “Shiva Danzante” (Nataraja) cuyas estatuas se encontrarán un poco en todas partes. El dios de 4 brazos que simbolizan los cuatro elementos (Tierra-Aire-Fuego-Agua) que reinan en la Naturaleza tanto como en el Hombre que debe justamente identificarse al Cosmos a fin de vibrar en la Conciencia Universal (Santo Espíritu). Se ve a la Divinidad danzar sobre un ser que representa la Humanidad que, durante todo el tiempo que ella no escape a la rueda del Destino (simbolizado por el círculo en llamas), será absorbida por el Monstruo-Dios.

Esos cuatro brazos de la Diosa Kali (principio femenino de Shiva) no son solamente las 4 direcciones (izquierda-derecha-alto-bajo) en la idea de los puntos cardinales (Este-Oeste-Norte-Sur) sino que resume sobre todo los 4 elementos fundamentales del Universo (ígneo-líquido-gaseoso-sólido) y que están repetidos en el reino animal (temperatura del cuerpo-sangre-oxígeno-osamenta).







Shiva danzando. Estilo dravidiano de la India.

Siglo XI. (Colección particular del autor)


El ser humano que debe pues identificarse (yoga) con el Universo, tiene entonces la posibilidad de “transmutar” las partes bajas y viles en principios superiores. Es la Gran Alquimia espiritual simbolizada por las 4 letras: I.N.R.I.

Igne Natura Renovatur Integra

Es por el Fuego que la Naturaleza se renueva, es por la Fe que el Ser puede transformarse, es por “Agni” por “Kundalini”, por la energía vital que se pueden transmutar esas fuerzas materiales en espirituales y seguir así esa bella Lección: “Es preciso que nazcáis de nuevo…” -Morir al mundo de las pasiones y renacer en un nuevo Universo de Ideal.

Se sabe que esas 4 letras emblemáticas son también las iniciales de los 4 elementos de la física en hebreo: Iamin (agua), Nour (fuego), Rouah (aire), Iabeshek (tierra), pero esotéricamente se los puede asimilar aún a la “Jerusalem Celeste” que se escribe hebráicamente por 4 letras: Shin-Lameth-Mem-Hé y del cual se puede hacer el equivalente con “Azoth”, “Tora”, “Ator”, o aun “Adam” o inclusive DEUS.

Cabalísticamente no son más las letras, en ellas mismas, las que tienen valor, sino el espíritu de esas letras cuando forman el Tetragrama Divino: I.E.V.E.

Y se comprenderá una vez más por qué el Nombre de Dios no era pronunciado por los Hebreos mientras que la decadencia judía había hecho “Jehovah”. En efecto el Nombre Divino era sobre todo deletreado y así en una evocación especial (como los Yoghis pronunciando los Mantras) dirigido en las 4 direcciones cardinales.

Ese Yod-Hé-Vaw-Hé (Iévé) toma entonces toda su significación y se concibe que los Gnósticos se hayan inclinado igualmente sobre las profundas razones de ese problema.

Eusebio en su “Historia eclesiástica” (III, 29), relata que Nicolás tenía una mujer muy bella y que él habría dado, a ciertos preceptos sobre el desprecio de la carne, una interpretación muy licenciosa. Epifanio agrega que de los sectarios de Nicolás derivaron los grupos de los Grandes “Gnósticos”, de los Fibionitas, Stratióticos, Levíticos y otros, es decir, las principales sectas orientales. Los Nicolaítas habrían enseñado que, frente al Espíritu inengendrado y primordial, había un comienzo, Tinieblas, un abismo y aguas, que el Espíritu habría arrojado lejos de él. Ante lo cual las Tinieblas, en su furor contra el Espíritu, habían subido para atacarlo. Es entonces que se habría producido una especie de matriz que, del Espíritu, engendró cuatro “eones”3 que engendraron otros catorce; después de lo cual se formaron la “derecha” y la “izquierda”: la Luz y las Tinieblas…

Según Sagnard (“Gnosis Valentiniana” pag. 544): “A la derecha y a la izquierda, los sistemas gnósticos relacionan, respectivamente, los elementos superiores e inferiores, psíquicos y materiales”.

Por nuestra parte, hemos analizado ya esa cuestión desde el “Propósito” II de esta serie (los dos lados del Árbol Cabalístico, la “Clemencia” y el “Rigor”) y en el folleto VI dábamos el mecanismo de las dos “columnas” de Luz y de Calor. Es también: el Jehová de la derecha y el Jehová de la izquierda (ver folleto XI), en fin, son las dos columnas del Templo B: y J: (ver folleto XXIV).

Es eso lo que los Budistas clasifican como “Preceptos Positivos” y “Preceptos Negativos” como lo hemos explicado ya (ver también nuestro punto de vista en el Libro V de la serie “Los Grandes Mensajes”).

Nicolás había sido uno de los primeros diáconos instituidos por los Apóstoles, era originario de Antioquia, pero mucho más que él, Simón el Samaritano pasa por ser el fundador de la Gnosis según una teoría muy desarrollada en las “Homilías clementinas”. Simón-el-Mago, como se le llamaba (y es así que se le menciona en la Biblia en el capítulo VIII de los “Hechos de los Apóstoles”), tuvo por Maestro a un cierto Dositeo presentado a veces como el fundador de la secta de los Saduceos.

Eusebio, en su “Historia”, IV, lo menciona entre aquellos que se habrían separado de la primera comunidad cristiana después de la muerte de Santiago.

Para Mc L. Wilson (en “Simon, Dositheus and the Dead Sea scrolls”), mucho antes de Simón, habría habido aun otros Doctores entre los Samaritanos, como un cierto Dustan que se remonta a una época muy antigua.

Satornil predicaba en Antioquia (según H.C.Puech, sería el primero de los gnósticos, en la época de Trajano, en mencionar a Jesús). El pretendía que un Padre Supremo desconocido y no engendrado, habría creado los Ángeles, Poderes y Eones del Mundo Supremo. La idea de moldear al hombre habría venido a continuación de una revelación: una imagen resplandeciente venida de la Potencia Suprema, imagen que estos Ángeles percibieron pero que fueron incapaces de retener. Es entonces que ellos se habrían exhortado mutuamente en esos términos “Hagamos al hombre según esta imagen y semejanza…” Son estas las palabras que el “Génesis” (I-26) habría conservado pero bajo una forma inexacta. Esa primera creación no era más que un hombre que se arrastraba y es en ese momento que la Virtud de Arriba tuvo piedad de él y le envió una chispa de Vida que lo enderezó y lo hizo vivir. Esa chispa remonta, después de la muerte física del hombre terrestre, hacía los seres superiores con los cuales ella está emparentada. Los discípulos de Satornil se abstenían escrupulosamente de todo alimento que tuviera vida.

Basílides había sido discípulo de Menandro y hereda las teorías de Simón. Había instituido su escuela en Egipto y redactado 24 libros de “Comentarios” sobre el Evangelio. El pretendía haber recibido, viniendo de Mateo, doctrinas que el Cristo había hecho conocer a ese Apóstol en sus conversaciones particulares.

Ireneo habla de los cielos superiores donde de emanación en emanación son creados hasta un cuarto cielo que es este último, el que nosotros vemos, y que está lleno de ángeles que han creado todo aquello que está en el mundo de aquí abajo (Esos cinco Eones que gobernarían así las Esferas serían un poco como los “Dhyani –Budas” de los Tibetanos). Ellos tienen por Maestro al Dios que los judíos han reconocido como el Creador del Universo y de la Ley. Pero esos poderes inferiores están corrompidos a tal punto que el Padre inengendrado ha enviado su “Hijo” único -el “Noûs”, igualmente llamado “Cristo”- para liberar de la dominación de esos poderes, a aquellos que creyeran en Él. Es gracias, siempre según Ireneo, a los nombres secretos, palabras de pase, etc… que los elegidos podrán remontarse a través de los cielos inferiores escapando a sus arcontes. Sobre la tierra el Cristo se ha manifestado no teniendo del hombre más que la apariencia y, aún, no es él quien ha sufrido la Pasión: es Simón de Cirene quien le ha sido substituido y quien ha muerto en su lugar en la Cruz.

Es Carpócrates, un contemporáneo de Basílides, quien habría dado nacimiento a una secta que por primera vez llevaba el nombre de “Gnóstica” (el hecho es relatado por Ireneo I, XXV). Según Epifanio, los discípulos tenían pinturas en colores realzadas con oro y plata, que representaban a Jesús, Pitágoras, Platón, Aristóteles.

En fin, los fundadores verdaderos de la Gnosis permanecían inciertos, Simón de Samaria dicen unos, Nicolás pretenden otros. De éstos, pudieron ser extraídas enseñanzas por Basílides, Valentín y Carpócrates, que quisieron volverlas más sutiles. Sea como sea, según Ireneo, la secta más grande, aquella que se califica expresamente de “Gnóstica” habría aparecido en Roma recién en los tiempos del Papa Aniceto (155-166) y habría tomado sus orígenes de los sectarios de Carpócrates.

Se encuentran numerosas sectas gnósticas que profesan teorías diversas, pero establecidas sobre una base idéntica.

San Ireneo ha conocido sobre todo a tres de estas sectas: los Sanaitas, un grupo identificado con los Ofitas (o Sétianos) y, en fin, los gnósticos calificados de Barbilo - gnósticos. Hay también sin embargo los Naassenos, cuya “Philosophoumena” (V, 6-11) dice esto por ejemplo: “Los sacerdotes y jefes de esta doctrina fueron quienes se llamaron primeramente Naassenos, de la palabra hebrea “naas” que significa “serpiente”. Más tarde ellos se intitularon Gnósticos, pretendiendo ser los únicos en conocer las profundidades. Se dividieron en múltiples sectas que en el fondo no constituían más que una sola herejía, ya que bajo fórmulas diversas, es siempre la misma doctrina la que ellos expresan. Sus enseñanzas habrían sido transmitidas primeramente por Santiago, hermano del Señor, a Mariammé. Ellos conocían un Evangelio según los Egipcios y utilizaban igualmente un Evangelio según Tomás en el cual se encontraría, entre otras, estas palabras atribuidas a Cristo: “Aquel que me busca, me encontrará entre los niños a partir de siete años, pues es ahí que, en el decimocuarto eón después de haber permanecido escondido, yo me manifiesto”.

A pesar de que este texto, como la mayoría de los otros que se relacionan con la historia de los Gnósticos, sea escrito por un adversario de la Gnosis, da informaciones preciosas y aun ricas de una lección esotérica.

“Naas” que equivale a “serpiente” estaría en la base del nombre de los Naasenos que nos hacen pensar, etimológicamente también en el nombre “Nazarith”, de la más pura esencia crística. El Nazarith, lo hemos dicho ya, está “dedicado a Dios” en el sentido del “Yoghi”. La serpiente (en hebreo “naas” o mejor aún “nahash” puesto que las letras que la componen son: Nun - Hé - Shin) es el emblema tanto de los naasenos como de los Yoghis. Para los Gnósticos es un animal sagrado, tanto como en varias religiones orientales.

Epifanio que escribe sobre los Ofitas (su nombre proviene igualmente de serpiente en griego “epheos”, los ofidios son los verdaderos reptiles pues no tienen más que sus costillas como medio de locomoción) se explica así: “Nosotros veneramos a la Serpiente -dicen ellos- porque Dios la ha hecho causa de la Gnosis para la Humanidad. Ialdabaôth (Sabaoth) no quería que los hombres tuvieran un recuerdo de la Madre ni del Padre de lo Alto. Es la Serpiente quien los persuadió y quien trajo la Gnosis. Ella enseñó al hombre y a la mujer el conocimiento completo de los misterios de arriba. Es por ello que (su) Padre Ialdabaôth, loco de ira… la echó cielos abajo. Esa imagen de la serpiente se encuentra desde entonces en la naturaleza humana: nuestros intestinos, gracias a los cuales nos alimentamos y vivimos, reproducen la figura de la serpiente”.




Estatua de mármol de Krishna

(Colección del autor)




Para los Yoghis de la India, la fuerza vital (kundalini) está simbolizada también por una serpiente que se habría enrollado en los bajos de la columna vertebral (mula- dhara) y que por ejercicios especiales: las posturas (asanas) y las respiraciones (pranayama), se pondría en movimiento y pasaría por los diferentes centros nervo-fluídicos (chakras) llegando a la cima de la cabeza para, en su emanación simbólica, reunir lo humano a lo divino. Se concibe que es el restablecimiento de equilibrio del gran simpático y el auto-masaje interno de las glándulas endocrinas lo que hace posible el desarrollo de las facultades.

Animal sagrado, la serpiente está representada enrollada sobre la cabeza de Sri Krishna, el Avatar de Vishnu (Dios hecho hombre)4. Esta segunda persona Divina (Vishnu) que es la Forma (como Brahma es la Vida y Shiva el Pensamiento) es el sustentador o aun el evolucionador, es él quien emana los “Avatares” (las extracciones de Dios) esos Mesías, esos Cristos, esos Enviados que son Dios hecho hombre para venir a enseñar a la humanidad. Se representa a veces ese Hombre-Divino igualmente con una serpiente de tres cabezas.

Esos gnósticos “ofitas” y “naasenos” parecen haber recibido sus primeras bases de conocimiento entre los Yoghis.

Los “Nazaritas” son ni más ni menos que los “Sannyasis” de la India. En el capítulo VI de los Números se puede leer en la Biblia (vers. 1 a 9): “El Eterno habló así a Moisés y dijo: “Habla a los hijos de Israel y tú les dirás: Cuando un hombre o una mujer se separare de los otros haciendo votos de Nazarith, para consagrarse al Eterno, él se abstendrá de vino y de bebidas embriagantes…” – “Durante todo el tiempo de su Nazareato la navaja no pasará sobre su cabeza, hasta el cumplimiento de los días por los cuales él ha sido consagrado al Eterno, será santo y dejará crecer libremente sus cabellos…” etc… (en los Jueces, XIII, se habla de ello igualmente). En el capítulo II de Amós, versículo once, se dice aun:

“Yo he suscitado entre vosotros hijos, profetas, y entre vuestros jóvenes, nazarenos”.





Estatuilla en madera de sándalo

(Colección del autor)




Aquella costumbre entre los hebreos, es ancestral en Oriente: el “Sannyasa” (abnegación) es el acto de rehusar los bienes de este mundo, el no-atamiento a los frutos de los actos, es sobre todo un estado mental, pero el “Sannyasin” se distingue también por un vestido especial (la santa guerrua), como la túnica blanca del “Nazarith”, no se afeita la barba, deja crecer sus cabellos y naturalmente se abstiene de la carne animal, de las bebidas embriagantes, etc.

En la India, el ejemplo de los Sannyasis ha dado lugar a la formación de la comunidad de Saddhus de diversas reglas secundarias, así como el ejemplo de los Nazariths entre los Judeo-cristianos ha dado nacimiento a colectividades de Nazarenos de quienes fueron tomadas las concepciones de los Naasenos, de los Ofitas y a continuación quizás de los otros Gnósticos cada vez más alejados del Ideal originario de los primeros Iniciados.

Al principio del Universo, los Naasenos imaginan un Hombre y un Hijo del Hombre, andróginos. Por otra parte, en honor de ese Adamas primordial, ellos han compuesto numerosos himnos. Igualmente, son hostiles al comercio carnal que consideran como una mancha para la raza de los elegidos y así mismo son llamados “la Raza misteriosa de los hombres perfectos”. Ellos conocen un bautizo que tiene por meta introducir en la voluptuosidad imperecedera al hombre que ha sido lavado en un agua viva y untado con una unción inefable.

Ese género de “bautizo” es evidentemente una INICIACION (hemos visto ya esta cuestión de diferentes bautizos en nuestros libros Nº X y Nº XI: “Educación cristiana” e “Iniciación crística”).

Notemos al pasar que la palabra “Cristo” significa estar “ungido”, el hecho de estar impregnado enteramente del Principio de lo Alto. CRIST-alizado en cierta manera, es el estado de Cristo-en-nosotros, que hemos definido ya varias veces. Es inútil insistir sobre el hecho de “cristalizar” alguna cosa para dar la pureza del Cristal que simboliza tan bien la VERDAD, tanto como el hecho de emplear ese neologismo de una CRIST-alización (la realización crística).

La secta de los Perates no difiere tanto de los Naassenos. Según Jonás (en su “Die mythologische Gnosis”) Caryste, la patria de Celbès, estaba en la Isla de Eubea que igualmente se llamaba Péran, el país “más allá” del mar, quizás es de ese nombre que la secta tomaba su apelación de Pérate. Pero Bunsen (en “Hippolyt and his age”) dice que los mismos sectarios pretendían deber su nombre a aquellos que eran los únicos capaces, por sus doctrinas, de “atravesar” (en griego “perâ”) más allá de la corrupción.

Esa secta habría sido fundada por Eufrates el Peratico, de quien Orígenes dice que sería también el fundador de la secta Ofita. Ellos practicaron la astrología, sobre la cual el sistema de enseñanza está basado casi enteramente.

Según los Pérates “el universo se compone del Padre, el Hijo y la Materia. Cada uno de esos tres principios posee en sí mismo poderes infinitos. Entre la Materia y el Padre reside el Hijo-Verbo y Serpiente-principio mediando siempre en movimiento hacia el Padre inmóvil o hacia la Materia que es movida. Él se gira, hacia el Padre y toma en su propia persona los poderes, ora, habiendo tomado esos poderes, se vuelve hacia la materia: ésta, siendo sin forma y sin cualidad, recibe del Hijo los moldes de las formas de las cuales el mismo Hijo ha recibido del Padre los moldes”.

Por el resumen que ha hecho el Philosophoumena, uno se da cuenta que ellos habían establecido todo un juego de asimilaciones entre los diversos poderes de los cielos inferiores tales como los otros sistemas gnósticos los conocían y a la vez aquellos de la mitología clásica y los poderes celestes cuyos nombres había multiplicado la astrología ptolomeica. La obra de los Perates enumera: “Ariel que es el jefe de los vientos: a su imagen han sido Eolo y Briareo. El jefe de las doce horas de la noche es Sacla, llamado Osiris por los ignorantes. A su imagen han sido Admete, Medea, Helena… El jefe de las doce horas del día es Euno, propuesto a la salida de la primera bóveda celeste, los ignorantes lo han llamado Isis, su signo es la constelación del perro; según su modelo han sido Ptolomeo, hijo de Arsinoe, Dídima, Cleopatra, Olimpia…”.

Según Jean Doresse (en sus notas sobre “El libro secreto de los gnósticos de Egipto”), el nombre de Sacla representa quizás una deformación de Sokar igualmente llamado Sokaris, dios de la necrópolis de Menfis, que las creencias egipcias asimilan ora a Ptah y ora, efectivamente a Osiris; los sonidos l y r se confunden en egipcio. Osiris estaba identificado, por su parte, con la constelación de Orión. Sobre los diversos nombres de Sacla, que se convierte en una de las figuras del demiurgo malo, Iadalbaôth, encontramos importantes explicaciones en diversos autores. Así Puech, en “La Gnosis y el Tiempo”, escribe: “Ese ser es Ialdabaôth que los mitos gnósticos identifican con el dios del Génesis, el Creador malo. Está dotado a veces aun de un rostro de asno o de cochino. El es, además, designado por algunos otros nombres: a veces se le llama Samael, lo cual lo asimila al ángel caído -Satán- cuya Ascensión de Isaie, por ejemplo, evoca los combates contra las armadas de los cielos superiores. Es también Ariael, el “león de Dios”.

C. Bonner, insiste sobre el hecho de que es sobre todo a Sacla al que se ha identificado a veces con Osiris. Los Maniqueos lo conocían bajo ese nombre: uno de los Kephalaia encontrados en copto (el capítulo LVI) le está enteramente consagrado. Sacla se encuentra igualmente bajo la forma de Eschakleo, en los mitos del Hermetismo vulgar. Su nacimiento está descrito muy de otra manera que entre los Gnósticos, en la Kosmópoiia, extraña cosmogonía conservada en un papiro griego de la biblioteca de Leyde y en la cual se mezclan elementos judíos y egipcios: después de la aparición de los ángeles, de los dioses y de la luz, la tierra se levanta como una masa redonda, las aguas se dividen en tres partes y es entonces que aparece Eschakleo quien recibe el mandato del abismo.

En fin, los Perates parecen haber sido una simple rama de los Ofitas y varios textos vienen a apoyarlo, como por ejemplo este pasaje: “Si alguien, dice el Perate, tiene sus ojos favorecidos, verá, levantando su mirada hacia el cielo, la bella imagen de la Serpiente enrollada al gran comienzo del cielo y convirtiéndose para todos los seres que nacen en el principio de todo movimiento. Entonces él comprenderá que ningún ser, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en los infiernos, se ha formado sin la Serpiente…”

Se trata también de la Constelación del Dragón que, vecina de la Osa Mayor, está más o menos identificada con el Eje del mundo. Y una vez más la Serpiente viene como símbolo inicial.

Lo lamentable es que la historia presente la Gnosis por medio de textos casi siempre escritos por adversarios de los Gnósticos. Así, en su mayoría, los hechos llamados históricos son inciertos. Es natural que las sectas gnósticas supieran esconder a los adversarios una gran parte de sus misterios, pero las ideas y los mitos se presentan por aquí y por allá, pero, desgraciadamente uno está en el derecho de preguntarse si los escritos llamados “secretos” han existido verdaderamente o si fueron imaginados por ciertos enemigos de los Gnósticos.

El autor de las Philosophoumena es anónimo. En cuanto a Ireneo, Epifanio, etc., no podemos juzgar en qué proporción han exagerado o deformado los relatos.

Para Jean Doresse, se trata a menudo de interpretaciones apresuradas construidas por comentadores que conocieron muy incompletamente esta religión y que tomaron como el fondo mismo de estas creencias, aquello que no era en realidad más que glosas y comentarios de sectarios demasiado letrados.

Algunos críticos han refutado todo a los Gnósticos, pero así sucedió también con puntos de vista que no apuntan hacia la Gnosis. Por ejemplo, la refutación que Celso ha trazado del mismo cristianismo. El pretende que la doctrina del Evangelio viene por una parte de Platón, de Heráclito, de los Estoicos, de los Judíos, de los mitos egipcios y persas.

P. de Labriolle, en “La Reacción pagana”, concluye: “El tono semejante de ataque recuerda, hasta en su estilo, las críticas del todo análogas que los heresiólogos cristianos lanzan contra los Gnósticos.”

Por ricas que sean pues las informaciones que los adversarios de los Gnósticos han coleccionado a su respecto, no pueden ser tomadas en consideración.

Hay sin embargo documentos originales que fueron descubiertos, pero parece que estos son los textos más complicados que la Gnosis haya producido. Tales despojos de la literatura gnóstica están esencialmente resumidos en tres manuscritos provenientes de Egipto y redactados, los tres, en lengua copta5.

El más conocido de esos manuscritos es designado bajo el nombre de Pistis Sophia (adquirido por el British Museum en 1785).

El nombre, que permaneció misterioso largo tiempo, fue traducido en 1847 por Dulaurier quien concluyó que “Pistis Sophia” equivalía a “Fiel Sabiduría”. Una primera traducción al latín fue emprendida en 1851, notemos la edición de M. G. Schwartze, después la traducción inglesa de G. Horner (en 1924) y la alemana por C. Schmidt (en 1925).

En los dos primeros Libros de Pistis-Sophia, se cuenta cómo, durante los once primeros años que siguieron a la Resurrección, Jesús regresado a la tierra no habría enseñado aún a los Discípulos más que una parte de los Misterios.

Después de los dos Libros de Pistis Sophia, el mismo manuscrito contiene dos textos, cada uno calificado con la misma denominación, aunque sean bastante diferentes uno del otro: Una parte de los Libros del Salvador.

En el primero, los discípulos interrogan al Salvador sobre todo a propósito de los problemas que tocan a la salvación de las almas. Se ve también como está constituída el alma humana. Bien parece, por otro lado, que se trata no solamente del alma tal como se concibe generalmente, sino más bien de la constitución del ser en tanto que entidad total. Además, ese texto expone que el alma humana esta hecha de tres partes: de espíritu, de materia y también de un espíritu “falsificador”, lo cual regresaría a una base común de todas las grandes concepciones tradicionales, en la que el Ser esta hecho de un cuerpo material, un Espíritu y una materia plástica intermediaria llamada Alma.

El segundo libro, comienza por una escena que se sitúa de inmediato después de la Resurrección. Jesús está cerca de las aguas del Océano, de pie sobre un altar alrededor del cual están ordenados los discípulos. El pronuncia una plegaria misteriosa en la cual se mezclan ciertos nombres cabalísticos que se encuentran tanto sobre esas fantásticas gemas grabadas, que se acostumbra calificar de “gnósticas”, como en las fórmulas de los papiros mágicos, griegos y coptos.

Bajo el efecto de esas palabras, los cielos se abren súbitamente, Jesús y los suyos son transportados en los espacios intermediarios y ven bogar delante de ellos, entre los aires, a las barcas del sol y de la luna, en las cuales se encuentran genios fantásticos. En una de esas barcas se distinguen incluso los dragones cuyo papel es el de arrebatar a los Arcontes, la luz que ellos guardan. Jesús relata entonces cómo los poderes del Adamas que habían persistido sobre todo en procrear ángeles, decanos y otros poderes, han sido ligados por Jeou “Padre de mi Padre”, a la Esfera celeste del Destino, es decir al curso de los tiempos.

El rito de apertura del cielo, por el cual Jesús transporta a sus discípulos a los espacios superiores y hace aparecer las barcas divinas, bien parece venir del Egipto faraónico: los dioses en sus barcas celestes aparecían así en sus santuarios. Se encuentran también esas barcas en los mitos de los Mandeos.

En lo que concierne a los dragones y la luz detenida, ya San Agustín habla en su resumen sobre el mito maniqueo e igualmente Evode (De Fide 17) quien cita: “esos poderes dejaban las naves del Sol y de la Luna para ir a seducir a los Arcontes tomando formas de jóvenes o de muchachas, despojados de todo vestido…” Como esa concepción ponía al sol y a la luna en el rango de poderes benéficos, se los substituía en la lista de los siete planetas por las estrellas de la cabeza y de la cola del Dragón (constelación vecina del Polo).

Charlotte Baynes (“A coptic gnostic treatise”) ha intentado últimamente poner en su lugar el manuscrito gnóstico traído de Tebas en 1769 por el viajero escocés Bruce, quien hacía la ruta hacia Sudán y Etiopía. Escrito sobre papiro, contiene dos partes, la primera comprende dos libros de un Gran Tratado según los Misterios, pero el título de la segunda se ha perdido. De esa obra resalta una descripción del Dios Supremo, Padre del Universo, inefable e invisible. Por su primer Pensamiento, sale de él un Hijo, Ántropos fantástico en el cual -se ha dicho- pinta todos los Universos. Ese hombre primordial está descrito detalle tras detalle, cada parte de su cuerpo reproduce, a una escala diferente, las entidades que componen el universo superior. El es perfecto y completo, así pues, andrógino. Una ventaja de la larga descripción hecha así es que se puede deducir de esta imagen la disposición mítica del mundo superior que ella refleja: en la cima de ese universo se encuentra Setheus, otro aspecto del Dios primordial, pero esta vez en tanto que Creador. En ese Setheus estaban contenidos la Mónada y el Monógeno.

Se ha supuesto que este Setheus, el “conmovedor”, puede ser considerado probablemente aun como una figura del gran Seth, preexistiendo a su reflejo terrestre: Seth, hijo de Adan.

La Mónada sería quizás asimilable a Barbeló, siendo la una como el otro, en los mitos en los cuales ellos intervienen, primera imagen del Padre y simiente del Cosmos, lo que sería acorde con la dudosa interpretación del nombre de Barbelâ por el egipcio Blbile = “simiente” (semilla).

En Cuanto al Monógeno, él está identificado al Verbo m. Su papel puede ser mejor comprendido si uno se remite a Ireneo, Adversus hæreses, I, XXIX, y a su paralelo copto revelado por C. Schmidt en 1907, en Philotesia. “Barbélô mirando profundamente en la pura luz provoca la producción del Monógeno: el primer y único engendrado, mientras que el Padre es inengendrado.”

Hay aún un tercer manuscrito de contenido gnóstico, es una colección copta escrita sobre papiro que fue adquirida al Cairo por el Dr. Rheinhardt en 1896. Este manuscrito contenía un Evangelio de María, un Libro secreto de Juan, una Sophia de Jesucristo y, en fin, las Actas de Pedro que no eran gnósticas.

Estos textos han sido bien estudiados por el sabio Carl Schmidt y el trabajo fue terminado aún después de su muerte, por el profesor Walter Till quien lo ha hecho aparecer en 1955 bajo el título de “Die gnostischen Schriften des Papyrus Berolinensis”.

Existen también pinturas y monumentos gnósticos a los cuales se debe hacer mención, en primer lugar Roma subterránea con sus innumerables hipogeos que han guardado huellas de cultos extraños, olvidados por la historia. En efecto, hasta en las necrópolis vaticanas se encuentran sepulturas de iniciados que fueron, a la vez, devotos de Isis y de Baco (citado por Jerónimo Carcopino, en “Estudios de historia cristiana”, pag. 164).

En las Catacumbas de Prétextat se ha descubierto la tumba de Vibia, adepto del Dionisio frigio Sabazius, que fue identificado al Señor Sabaoth (según lo citado por Cumont, en “Las religiones orientales en el paganismo romano”, pag. 228).

Los parajes de la iglesia San Sebastián fueron, en la antigua Roma, el primer lugar que llevó el nombre de “catacumbas”: Catacumba, designaba originalmente una depresión de terreno. Carcopino lo define así en “De Pitágoras a los Apóstoles”, páginas 227 y 339. Esta servía de cementerio y de ahí esa apelación de “Catacumbas” que se generalizó a las otras necrópolis. (Hemos visto ya esta cuestión en nuestro Propósito Nº XXIII.)

Las catacumbas eran primeramente sepulturas judías o judaizantes que se abrieron en ese lugar; allí, más tarde, los cuerpos de los apóstoles Pedro y Pablo fueron conservados durante un tiempo y es ahí igualmente que el Santo mártir Sebastián fue enterrado después. Una basílica de los Apóstoles fue construida y a partir de 258, para esta construcción, los cristianos condenaron ciertas capillas funerarias de sus ocupantes más antiguos. Ahora bien, las excavaciones recientes han puesto al día algunas de esas sepulturas primitivas. Una de ellas pertenecía a personajes que con cierta predilección se denominaban Inocentii: los Inocentes. Esta tumba estaba orlada con pinturas de un género bastante inhabitual: escenas de iniciación, de funerales, que atraían la atención de los arqueólogos. (Informaciones de ésas, han sido reproducidas inclusive en la gran prensa en 1955).

En “El Misterio de un símbolo cristiano” J. Carcopino, relata que un símbolo particular estaba representado, se trataba del ascia, la azuela que fue el emblema de los Esenios y de los Pitagóricos; ese investigador concluyó que los propietarios de esa tumba, debían ser Nazarenos. Estos, según Epifano profesaban un respeto particular por el Apóstol Santiago que se beneficiaba igualmente del favor de las tradiciones gnósticas. -Por nuestra parte hemos visto (en nuestro “Propósito” Nº XXIV) que Santiago, hermano de Jesús, se encontraría sin duda en el origen de la Francmasonería en Francia en Europa.

Otra tumba que pertenece a auténticos Gnósticos es la sepultura de los Aurelii en el Viale Manzini, descubierta hace una treintena de años (ver “Il monumento sepolcrale degli Aureli” de G. Bendinelli). Según M. Jerome Carcopino, el monumento dataría, lo más temprano, de la época Caracalla (211-217) y, lo más tarde, de Alejandro Severo (222-235). Ese investigador, bajo el título “El Pitagorismo de los Gnósticos”, ha hecho una sustancial aclaración: en las figuras que ornan estos subterráneos parecen reconocerse la tríada del Pléroma y el Buen Pastor encuadrado por un decorado de almendras (almendras con las cuales los Naasenos comparan al Padre del Universo). Se ve igualmente una escena muy sobria que podría ser la creación del hombre sobre la cual vela un personaje con rostro melancólico (quizás Ialdabaôth). Por otro lado Adán y Eva reciben de la Serpiente la revelación de la Gnosis. Aquí, figura la Cruz. Allí, se levantan las figuras de Mariamné, de Sofía, de los apóstoles Juan y Santiago, de Mateo. Igualmente la Cena, la Jerusalén celeste…

C. Bonner, en “Studies in magical amulets chielfly Greco-Egyptian”, hace un excelente inventario de las figuras grabadas, pero Jean Doresse, en su capítulo “Textos y monumentos originales”, pág. 100, cree que sería el momento de revisarlo en función de la mitología gnóstica. Por otro lado, él explica aun que hay sin duda entre las figuras bizarras y los signos cabalísticos de esas gemas grabadas, unos personajes demoníacos con cabeza de gallo y piernas reemplazadas por serpientes, cerca de los cuales se leen los nombres de Iaó, de Abraxas; pero se quisiera encontrar muchas más de esas reliquias concretas de las creencias gnósticas.

Precedentemente, en esta misma serie de “Propósitos”, hemos hecho ya mención del nombre Abraxas, del cual se ha sacado el filacterio abracadabra6. Bien podría tratarse de uno de los dioses de cualesquiera de las Teogonías asiáticas. El está representado a menudo, sobre amuletos, con una cabeza de gallo y pies de dragón.

En su comunicación al Instituto de Egipto (en diciembre de 1951) Jean Doresse, da los resultados de sus investigaciones sobre “Chnoubis, figura de un dios gnóstico”. Ese nombre, que lleva una figura gnóstica, sería heredado de una divinidad egipcia (el Dios Khnoum o probablemente, más bien el Kem-âtef tebano). La apariencia que se le da es de una serpiente cuya cabeza de león se envuelve en rayos. Esto haría pensar, si se cree en los tratados de astrología, en un signo celeste, pero también en Ialdabaôth, el poder malvado con cabeza de león.

Reproducimos aquí ese emblema con los caracteres de los genios. Adjunto igualmente la lista de las equivalencias con los signos zodiacales





CARNERO:

Sataaron

Sahariel

TORO:

Bagdal

Azariel

MELLIZOS:

Sagras

Saraiel

CÁNCER:

Rahdar

Phakiel

LEÓN:

Sagham

Saratiel

VIRGEN:

Iadara

Schaltiel

BALANZA:

Grasgarben

Hadakiel

ESCORPIÓN:

Richol

Saissael

SAGITARIO:

Vhnori

Saritaiel

CAPRICORNIO:

Sagdaton

Semakiel

ACUARIO:

Archer

Ssakmakiel

PECES:

Rasamasa

Vacabiel









Recordemos aquí que “Némesis” equivale al “Karma” de los Hindúes, esa Ley de causa a efecto, que fue ya suficientemente explicada: es el Destino (el “Fatum” de los Latinos), la Regla que hace de una encarnación el producto del comportamiento pasado, es el Presente que resulta de los actos que, según éstos sean buenos o malos, hará el Futuro con frutos beneficiosos o pruebas penosas.

Numerosos son los emblemas que han simbolizado ese Destino. Es el Ouroboros egipcio, esa serpiente que se muerde la cola y caracteriza la Unidad de la Materia pero simboliza también que no hay comienzo ni fin, es el ciclo perpetuo, el eterno regreso… Es aun el “Bhava-Chakra”, esa Rueda de la Transmigración de las existencias que simboliza el monstruo tibetano Dag-Zin (ver la ilustración de la página 393 en “Los Grandes Mensajes”). Es también esa Rueda de fuego en la cual baila Shiva (nuestra segunda figura en este libro). Se comprende de inmediato que es la Rueda Zodiacal, la Rueda influencial, el círculo de los acontecimientos exteriores, el atavismo, el medio ambiente, etc… tanto como la ronda interior del razonamiento consciente, las ideas preconcebidas, los hábitos, los vicios, las ataduras de los sentidos, etc…Es preciso desatarse ante todo en cierto modo de ese “zodíaco interno” para enseguida, más libremente poder elevarse más allá de los influjos planetarios provenientes del Zodíaco astronómico. Puede haber también por otra parte una sucesión de “Zodíacos” a diferentes grados: un zodíaco mental, un zodíaco astral, un zodíaco celeste y, después, súper-zodíacos… tanto como hay mundos, sistemas planetarios, Universos, Galaxias, Súper-Galaxias, etc.

Los prototipos de esas Ruedas están descritos imperfectamente en la visión de Ezequiel (en la Fig. VI demostramos el “Shéma” geométrico). Las Strophali o Spherulae de Hécate, empleadas en las prácticas mágicas, son descendientes degeneradas de esas “ruedas” vivientes o esferas de los elementos vitales.














Para regresar a esa imagen religiosa (la serpiente con cara de león) que los Gnósticos asignaron a Ialdabaôth, sucede así también con numerosas estatuas descubiertas en los restos de diversos santuarios de Mitra. R. Pettazzoni (en “Quaderno 15” de Accademia Naz. dei Lincei. Anno CCCXLVI) concluye que se trata de Cronos, maestro del tiempo infinito.

Cumont (en “Religiones Orientales…”) relata detalles curiosos sobre la extraña reliquia que fue descubierta en Roma, en la Janícula, en las ruinas de un templo consagrado a los dioses sirios. Esa figurilla representa un personaje masculino con los brazos estrechamente pegados a su cuerpo rígido, envuelto en un lienzo que no dejaba ver más que el rostro. Entre los pliegues, una serpiente hace siete veces un giro alrededor de las piernas y el torso de esta pseudo-momia y viene a mostrar su cabeza justo por encima del cráneo del personaje. Siete huevos fueron encontrados en el lugar, tal como habían sido colocados sobre esa estatuilla exactamente entre los repliegues del reptil. Franz Cumont remarca que los siete repliegues de esa serpiente sugieren las siete barreras de las esferas de los planetas que el alma debía atravesar victoriosamente para alcanzar la inmortalidad.

Sería difícil mencionar todos los textos gnósticos auténticos o incluso aquellos que han podido contribuir a la formación de la Gnosis, como pueden ser los apócrifos del Antiguo Testamento o la literatura de tendencia maniquea, como los Actos de Tomás. M. R. James cita, en “Apocryphal New Testament”, un curioso himno sobre las palabras del cual el Salvador y sus discípulos bailan una ronda (relatada en los “Actos de Juan”). Hay aun el Evangelio de Nicodeme, el Libro de la Resurrección del Cristo atribuido al Apóstol Bartolomé. Las muy interesantes visiones celestes del Apocalipsis de Pablo.

Sería preciso estudiar también una homilía copta: el Discurso sobre el Abbatón atribuído al Patriarca de Alejandría, Timoteo. Igualmente un escrito etíope medieval: los Mandamientos de Sabbath (el “Te’ézaza Sanbât”). Etiopía puede así proporcionar un buen número de textos sobre la supervivencia de los mitos gnósticos, por ejemplo, los Falashas (judíos autóctonos de ese país) sitúan aun un curioso Apocalipsis que conservan bajo el nombre de “Gorgorios” que ha visto las cosas escondidas.

Se pueden analizar aun el Maniqueísmo y el Mandeísmo (revisar nuestros “Propósitos” Nº X y Nº XI) y sobre todo referirse a la gran doctrina mística de los tratados hermetistas. El conocimiento supremo se define como un medio de elevación espiritual, como una Gnosis. Es así que lo especifica Cerfaux (“Diccionario de la Biblia”, T. III, col 676): “El Hermetismo se define a sí mismo como una Gnosis”.

A propósito del primer hombre, Zósimo (autor de textos alquímicos griegos, entre ellos el opúsculo “Sobre la letra Omega”) escribe: “Los Caldeos, los Partos, los Medos y los Hebreos lo llaman Adam, lo cual se interpreta: tierra virgen, tierra color de sangre, tierra rojo-fuego, tierra de carne. Se encuentra todo esto en las bibliotecas de los Ptolomeos y se han depositado esos libros en cada templo, particularmente en el Serapeion, cuando se invitó a Anesas, gran sacerdote de Jerusalén, a enviar un intérprete, quien tradujo todo el texto hebreo al griego y al egipcio…”. 7

“Es pues así que el primer hombre que entre nosotros fue llamado Thoyth, ha sido llamado Adam por esas gentes, con un nombre tomado de la lengua de los ángeles. Además, lo han apodado simbólicamente designándolo por cuatro letras (los cuatro elementos) sacadas del conjunto de la esfera.” Y Zósimo explica que las letras A D A M corresponden a los cuatro puntos cardinales y a los cuatro elementos.

“Es así que el Adam carnal es nombrado Thoyth según el modelaje exterior; en cuanto al Hombre que está al interior de Adam (el hombre espiritual), él tiene, a la vez, un nombre propio y un nombre común. Su nombre propio, lo ignoro aún hoy día: en efecto sólo Nicothea, el Inencontrable, lo ha conocido. Su nombre común se dice Phós (la palabra griega “phós” siguiendo su acentuación significa “luz” o también “hombre”).

En la “Biblioteca de los Filósofos químicos” (t. IV, 1754) se encuentran las indicaciones: “Adán, tierra roja, mercurio de los sabios, azufre, alma, fuego de la naturaleza. Eva, tierra blanca, tierra de vida, mercurio filosófico, húmedo radical, espíritu.”.

Por nuestra parte ya hemos hecho alusión también a esos acercamientos esotéricos de Adam = Azoth = Inri, etc… Con relaciones simbólicas por un mecanismo cabalístico tal como para la palabra TORA (Taro, Ator, Rota, etc.)

Recordemos al pasar que el nombre de Adán ligado así a los cuatro elementos es rico en enseñanzas. Es un hecho que según numerosos mitos, el primer hombre fue realizado por una concentración de fuerzas elementales ligándolo así al mundo físico, el Espíritu se convierte de ese modo en prisionero de la materia. Es entonces que si él puede realizarse, deberá rehacer la operación contraria (la Gran Obra de Alquimia espiritual). A saber: que su constitución está basada sobre los mismos elementos (sólido, acuoso, gaseoso e ígneo) que la Naturaleza y por una transmutación, encontrar la misma vibración cósmica de nuevo con el fin de liberarse y regresar a la Conciencia Universal. Eso es el YUG (identificación) por el cual el ser humano, retoma una pulsación original y vuelve de nuevo al Adán Primitivo compuesto por los 4 elementos de la física antigua: Tierra-Agua-Aire-Fuego. Le queda entonces la recuperación en los elementarios por un trabajo al cual se dan particularmente aquellos que practican el Laya-Yoga (vía de la desintegración total) para unirse (yoghi) de nuevo en el Gran-Todo Espiritual.

Es en ese “Fuego” primordial que asciende Zoroastro, por ejemplo.

Jean Doresse tiene la opinión de que no se debe subestimar el valor de las referencias de los escritos de Zoroastro tan nítidamente encerrados en los opúsculos de Zósimo, que en sí mismos constituyen una admirable pequeña antología de una literatura gnóstica. Plotino y sus discípulos encontraron, ellos también, unidos a los escritos Allogenos entre los Gnósticos (que ellos combatieron), varios Apocalipsis puestos, uno bajo el nombre de Zoroastro, otro bajo el nombre de Zostrian, otro mago iranio de quien, según ciertas tradiciones, Zoroastro habría sido descendiente. Porfirio y Amelius, habrían probado inclusive que sus adversarios componían, o más bien compilaban esas pretendidas revelaciones en una época que podía ser aun reciente. La literatura maniquea ponía también a Zoroastro en el número de sus profetas, al mismo título que Jesús.

De esos mitos iranios, algunos eran tocantes a la formación del universo a partir de los dos principios adversos (Luz-Tinieblas). Otros evocaban el envío a este bajo mundo de un Salvador salido de la simiente de Zoroastro. Más aún, de esa literatura habían salido cantidad de tradiciones, cada vez más confusas, en las cuales Zoroastro, según la ocasión, cambiaba de rostro para identificarse con el profeta Seth, hijo de Adán, mientras que su descendiente, Saoshyant, se convertía en una figura de Jesús.

Así, se encontraba ampliamente justificado el viaje que habían emprendido los Magos guiados por la estrella hasta el pesebre de Belén. Se explicaría también así que los Gnósticos hayan puesto algunos de sus escritos, hoy perdidos, bajo los nombres de Zoroastro y Zostriano, tanto como bajo los de Seth y Adán.

De esos mismos siglos nos ha llegado una gran cantidad de textos mágicos, alquímicos y astrológicos, cuyos orígenes e historia se nos escapan casi absolutamente. Ellos han sobrevivido en griego, en copto y en traducciones árabes o incluso latinas. La mayoría de esos escritos místicos se han prestado mutuamente mitos, figuras de divinidades y rituales, sin ninguna preocupación por fronteras religiosas.

En efecto, aun para aquellos que poseen una extensa documentación sobre la doctrina de los Gnósticos, el origen de la Gnosis es objeto de dos hipótesis. Numerosos historiadores han considerado esa doctrina como una simple herejía que nació y se desarrolló en el interior del Cristianismo. Pero según el H.C.Puech, semejante teoría tiene el defecto de concordar mal con ciertos hechos tales como por ejemplo, la existencia de una secta gnóstica como aquella de los Mandeos que considera a Jesús como un profeta de mentira, cuya impostura Enósh-Outhra ha denunciado. Es por ello que otros historiadores consideran que mitos cuya estructura es auténticamente gnóstica se han desarrollado tanto en el judaísmo como en el Islam. Se supone que esas doctrinas diversas han tenido por fuente un mismo fondo de mitos y de imágenes que se remontan a algunas fuentes comunes, anteriores al inicio de nuestra era; esa fuente, ellos la han buscado en Egipto, Babilonia, y a veces hasta en la India.

Por nuestra parte, nosotros nos inclinaríamos más bien hacía esta última teoría e inclusive si el Gnosticismo hubiese tomado nacimiento verdaderamente, en su gran manifestación, en Egipto, por ejemplo, es muy plausible que existiera ya en el Próximo Oriente proviniendo, por otro lado, de la India y quizás aún de las regiones himaláyicas.

Como para todas la enseñanzas, siempre puede tratarse en primer lugar de una Lección oral transmitida de labio a oído, de maestros a discípulos; después la concepción se extiende a diversos lugares para tomar “nacimiento” como organización y, en realidad, se pierde la verdadera huella o al menos el origen real.

Es preciso ahora colocar aquí aquello que Jean Doresse llama “Historia de un descubrimiento”

Es hacia 1945 que campesinos de una aldea del Alto Egipto desenterraron, por un puro azar, una jarra llena del más hermoso lote de manuscritos con temas religiosos que el suelo de Egipto, tan rico sin embargo, haya restituido hasta el presente.

En 1946, el lamentado Togo Mina que dirigía entonces el Museo Copto de El Cairo, tuvo la suerte de ver circular uno de esos manuscritos en manos de un traficante y lo compró. Fue dos años más tarde que Togo Mina y J. Doresse, uniendo sus esfuerzos y poderosamente ayudados por el Señor Canónigo Drioton (entonces Director del Servicio de Antigüedades), lograron reencontrar la huella de aquello que había llenado la jarra, hacer salir esos manuscritos de su oscuridad y hacerlos retener, por compra, por el Consejo del Museo Copto de El Cairo. El diario “Le Monde” (de París) publicó el 23 de febrero 1948, un pequeño comunicado: “Descubrimiento de un papiro del siglo IV” -La Academia ha sido informada del descubrimiento hecho recientemente en Egipto de una colección de papiros, de 152 páginas, que datan del siglo IV de nuestra Era. Ella contiene, en traducción copta, 5 libros gnósticos inéditos. Ellos dan interesantes informaciones sobre ciertas creencias de esos tiempos”.

La Comunicación hecha a la Academia de Inscripciones y Bellas Letras de París era, naturalmente, infinitamente más precisa que lo que ese resumen dejaba ver. La prensa mundial se apoderó igualmente del asunto y los periódicos de casi todo el mundo publicaron artículos, comprendidas las revistas americanas “Newsweek” y “Archaeology”.

Después de esos primeros descubrimientos, Jean Doresse fue a comunicarlos en Europa y regresó a Egipto habiendo sabido que otros manuscritos estaban en circulación. Había una docena, casi todos enteros en sus encuadernaciones de cuero flexible. Entonces, de sorpresa en sorpresa, contó una cuarentena de nuevos escritos, algunos de los cuales se ornaban de títulos prodigiosamente atrayentes: “Revelación de Adán a su hijo Set”, “El Evangelio de Tomás”, “La Paráfrasis de Sem”, “Interpretación de la Gnosis”, etc. Esa era la biblioteca sagrada de una secta antigua, muy verosímilmente completa que reaparecía por primera vez. (Citado en “Los Libros Sagrados de los Gnósticos de Egipto”, pág. 138).

Jamás la literatura faraónica había revelado un conjunto tan rico y homogéneo. Los Maniqueos de Fayoum no habían transmitido más que algunos de sus escritos. Sólo las ricas bibliotecas de Touen- Houang, en Asia Central, habían aportado conjuntos más vastos.

Hemos tenido ya la ocasión de citar en estos textos los vestigios de las antiguas civilizaciones que han sido preservadas en las arenas del Turquestán chino, que son las únicas perfectamente conservadas como aquellas de Egipto. En Touen- Houang, unas grutas, tapiadas hacia el 1030, revelaron a P. Pelliot por una parte y a Aurel Stein por otra, más de 15.000 manuscritos que se remontan hasta el siglo VI. En Gilgit, una torre búdica arruinada contenía aun numerosos manuscritos, algunos de los cuales datan del siglo IV.

En fin, en lo que concierne a los preciosos documentos gnósticos que fueron estudiados por Jean- Doresse, parece que han sido sacados del suelo cerca de Hamra-Doum, en los parajes de Nag-Hammadi, unos cien kilómetros hacia abajo de Luxor. Habían sido encontrados en una jarra, cerca del sitio del antiguo pueblo de Khenoboskion, al pie de la montaña llamada Gebel al-Tarif.

Esa región es bastante mal conocida por los arqueólogos. La capital de Nag-Hamadi es Hou que se encuentra sobre la rivera occidental del río, pero fueron los alrededores inmediatos de Khenoboskion, sobre la rivera Este del Nilo, los que hacia la época a la cual se remontan los papiros en cuestión, se volvieron más particularmente célebres. Ese prestigio está ligado a los más antiguos recuerdos del monaquismo cristiano…

El nombre de la aldea era, en copto, Shénésit, última forma de un nombre egipcio que significaría “Las acacias del (dios) Seth”.

Los comentadores gustan de reconocer que el país, pues, habría sido consagrado a la divinidad que la mitología faraónica opondría a Horus.

Por nuestra parte no analizaremos esas dos grandes polaridades bien conocidas en astrología (Polo de Horus a 120 grados sobre la eclíptica y Polo de Seth a 300 grados). Es en el Zodíaco la Puerta de la Luz (intersección entre el domicilio de la Luna y el Sol) y la Puerta de las Tinieblas (en la cúspide entre Capricornio y Acuario, doble residencia de Saturno). Lo que es mucho más impresionante es la mención de la acacia, planta sagrada cuyo símbolo es muy importante en Francmasonería y que los Maestros tienen que responder “que les es conocido…”

El conjunto de los manuscritos provenientes de Khenoboskion representado por trece manuscritos debe ser considerado como un todo. Esos textos están escritos en el dialecto copto del Alto-Egipto: el sa’idico (que los gramáticos califican a veces de “tebano”) que es el más importante para la historia literaria de los Coptos y en el cual están igualmente redactados los otros escritos gnósticos precedentes. En los manuscritos de Khenosboskion, ese dialecto está sin embargo lleno de arcaísmos que muestran que ahí éste se encuentra en sus orígenes; se discierne también una fuerte influencia de los dialectos del Medio-Egipto: el akhimico y el subakhimico.

Para encontrar el modelo del sistema de los Gnósticos, es preciso referirse a ciertos mitos iranios. Leamos los primeros párrafos de uno de los más importantes tratados religiosos: el “Boundahishn”8. “Así es revelado en la Buena Religión: Ohrmazd era elevado en ciencia y bondad. Para la eternidad, él estaba perpetuamente en la Luz. Esa Luz es el espacio en el lugar de Ohrmazd: algunos la llaman la Luz Infinita. La omnisciencia y la bondad son la totalidad de Ohrmazd… Pero Ahriman, lento en comprender, cuya voluntad es la de destruir, estaba abajo, profundamente en las Tinieblas (él estaba) y él está, pero no estará más. La voluntad de destruir es su totalidad. Las tinieblas son su sitio, algunos lo llaman: las tinieblas infinitas. Entre ellos estaba el Vacío; algunos lo llaman Vây, en el cual se mezclan los dos Espíritus. En lo concerniente al Finito y al Infinito. Son infinitas: las alturas que son llamadas Luz Infinita -ya que no tiene fin- y las profundidades, que son las Tinieblas Infinitas. En el Límite, ambas están limitadas ya que, entre ellas, está el Vacío y no hay contacto entre ellas dos. Además, los dos espíritus, en sí mismos, son infinitos…

Ohrmazd, en su omnisciencia, sabía que el Espíritu destructor existía, que atacaría y que, como su voluntad es la envidia, se mezclaría con él… El Espíritu destructor, siempre lento en comprender, no tenía conciencia de la existencia de Ohrmazd. Entonces, se levantó de las profundidades y vino a la luz después de lo cual las Luces son visibles. Cuando él vio la Luz de Ohrmazd intangible, se precipitó hacia delante. Porque su voluntad es de destruir y su sustancia la envidia, se apresuró para destruir a aquélla. Después, viendo un coraje y una supremacía superiores a la suya, se refugió en las Tinieblas y construyó numerosos demonios, coalición destructora y propia para el combate. Cuando Ohrmazd vió la creación del Espíritu destructor, esto no le pareció bueno: una creación espantosa, pútrida, viciosa y perversa y él no la respetó. Y el Espíritu destructor consideró la creación de Ohrmazd y esta le pareció buena: una creación profunda, victoriosa, informada de todo y él respetó la creación de Ohrmazd…”.

Es en los antiguos mitos de los cuales el Boundahishn da esta versión, que será preciso buscar aquello que sirvió de modelo al sistema de nuestros gnósticos.

Jean Doresse señala por otra parte que la concepción que da su originalidad, la existencia de un tercer principio establecido entre la Luz y las Tinieblas, había sido ya conocida antes del desarrollo de la Gnosis, por escritos griegos de la edad helenística en los cuales, por el hecho de esta noción, el Vacío se encuentra identificado con el Aire y la Fatalidad. Tal es el caso de ciertos textos colocados pretendidamente bajo la autoridad de Zoroastro (por ejemplo, en el tratado Sobre la Naturaleza atribuido a un Zoroastro en el que se identificaba a Er, hijo de Armenios, ilustrado por Platón).

J. Bidez y Franz Cumont habían señalado ya que ese singular principio, que reviste también los trazos de Mithra, derivaba de una concepción irania: aquella relativa justamente a Vây, es decir a ese espíritu establecido entre la Luz de Ohrmazd y las Tinieblas de Ahriman.

En la traducción del “Zend-Avesta” Darmesteter había notado también aquello que era un principio intermediario: “Todos los movimientos cósmicos se producen en ese Vacío”, de ahí la identificación, o al menos la relación muy estrecha, de Vây con el Tiempo y con el Destino.

E. Peterson, en “La Liberación de Adán”, ha reconocido, por su parte, la existencia de ese mismo principio intermediario identificado con la Fatalidad en las dos oraciones mágicas cuyo substrato gnóstico ha descubierto. El ha señalado igualmente su presencia en el mito de la famosa Liturgia mitríaca donde ese principio se identifica con Helios, con el Dios Mithra.

Después de una lista completa de los textos contenidos en los manuscritos9 Jean Doresse (siempre en su interesante obra “Los Libros Secretos de los Gnósticos de Egipto”, Edición Plon, 1958) explica aun el resultado de sus importantes trabajos: “Otro problema suscitado por nuestro escrito es que el profeta al cual su revelación es atribuída es indiferentemente denominado Séem -es decir Sem- o Seth. El hecho de que los Philosophoumena designan a ese escrito como la Paráfrasis de Seth y el hecho de que en nuestro mismo texto el profeta sea calificado como “el primero que ha existido sobre la tierra”, todos esos detalles sugerirían que el nombre de Sem o de Séem no aparece aquí más que como una confusión debida a algún transcriptor. Por tanto, puede ser que ese escrito haya sido al origen, atribuido a Sem. Ya el apócrifo bíblico llamado Libro de los Jubileos, X, 10 y 15, decía que Noé habría recibido de los ángeles secretos que él habría escrito y después transmitido a Sem. Ciertos samaritanos y la Haggada judía -desde el comienzo de nuestra Era- asignaron a Sem, en sus especulaciones, un papel bastante importante, inclusive haciendo de él una figura de Melquisedec. De los Gnósticos, los Melquisedequianos - a quienes Epifanio consagra la noticia LV en su tratado contra las herejías- conservaron esa identificación.

Alfarico, en “Las escrituras maniqueas”, pretende que los Maniqueos cuentan a Sem entre los antiguos “Justos” a quienes los ángeles han revelado la Sabiduría Divina, es decir entre los grandes enviados celestes que se sucedieron durante el curso de la historia desde Adán hasta Mani.

G. Vajda (“Diario Asiático”, CCXXXIV, 1943) hace resaltar que es notable que la confusión voluntaria entre Seth, Melquisedech y Sem, atestiguada así en grados diversos, se haya reencontrado en plena edad media musulmana entre la secta de los Ismaelitas, que profesan una doctrina gnóstica.

Por otra parte se lee en Tabarî que los Israelitas habrían tenido un profeta llamado Simî (Sem) que fue llamado por el Iranio Bishtâsp (Hystaspe) con quien él entró en la capital de Balkh. Entonces se juntaron a él Zaradousht (Zoroastro) y el Sabio Jâmâsp, hijo de Fachd. Simî hablaba en hebreo, Zoroastro comprendía esa lengua y escribía en persa bajo su dictado.

Algunos escritos de la biblioteca de Khenosboskion eran ya conocidos, entre otros, por la noticia de Porfirio consagrada a la vida de su Maestro Plotino quien había combatido personalmente, en su “Enneade”, II, 9, a los sectarios recurriendo a esos “apócrifos”. A esos “iluminados”, Porfirio los designa como Cristianos, entre quienes él denuncia más particularmente un Adelphius y un Aquilinus. Estos -dice él- “habían partido de la filosofía antigua y poseían un gran número de obras de Alejandro de Libia, de Philocôme, de Demostrate de Lidia… Ellos mostraban también la Revelaciones de Zoroastro, de Zostriano, de Nocothea, del Allogena, de Mésos y de otros semejantes. Ellos engañaban a muchas gentes… Plotino les refuta a menudo… pero él nos deja restos a examinar…”

Zostriano es mencionado por el polemista Arnobio (Adversus Gentes, I, 52) como habiendo sido el gran padre de “Zoroastro el Armenio”, es decir del Zoroastro al cual ha sido atribuida la narración apocalíptica de Er, relatada por Platón en su República.

En el Allogeno Supremo se descubre una gran visión de la creación del mundo superior, exaltando entre otras entidades a Barbelô.

¿Qué representa esa figura de Allogeno? Tomaremos la definición de H. C. Puech (los “Nuevos escritos”, pág.132). Los diversos heresiólogos que combatieron a los Gnósticos mencionan en efecto, tanto a propósito de los Grandes Gnósticos como de los Sethianos, los Arcónticos o los Audianos, ora un Apocalipsis de Allogeno -por tanto, aquel que cita Porfirio- ora siete Libros Allogenos (se llama así, en los escritos siríacos, a un Libro de los Extranjeros, simple traducción literal del griego allogeno). En realidad, se trata de revelaciones atribuidas al gran Seth y a sus sucesores.

Esa calificación de allogenos o extranjeros dada al profeta y salvador de la generación de los Gnósticos y a su descendencia, significa que Seth y los suyos son de una raza particular, separada del resto de la humanidad y que participa del mundo de los poderes supremos. Recuérdese al “Dios Extranjero” de Marción (así lo evoca Jean Doresse).

G. Widengren, en “Muhammad the Apostol of God and his Ascensión”, confirma que esa denominación “de extranjero” se extenderá inclusive más tarde al Apóstol Tomás predicando el nuevo dios.

Ed. Chavannes y P. Pelliot (“Un tratado maniqueo encontrado en China”, pág. 50) testimonia que, de manera análoga, el calificativo de “extranjero” es aplicado por el Maniqueísmo a la naturaleza luminosa que habita en el hombre.



En cuanto a Seth, esa apelación (de extranjero) le conviene tanto más ya que Georges Le Syncelle (en “Cronografía”) pretende que nuestras cosmogonías lo presentaron como nacido de Eva y Adán, pero no como del mismo nacimiento carnal e inferior de Abel y Caín. Además, ciertas tradiciones dicen efectivamente que Seth habría sido raptado al cielo por la Madre Suprema, quien le reveló los secretos de arriba. En fin, él fue identificado con el Cristo y ese hecho es constatado igualmente por los escritos de Khenoboskion.

Reenviamos al lector a nuestros primeros Propósitos Psicológicos (inicio del Nº III, por ejemplo), para comprender igualmente la similitud entre los 3 hijos de Adán y los 3 hijos de Noé. Así como a los otros números de esta Serie para aquello que concierne a los “extranjeros” en la Raza Elegida, particularmente a los números X y XI, ver también el Nº XIV.

La Hipóstasis de los Arcontes, relata que no es contra la carne ni la sangre que el ser humano debe luchar; sino contra los poderes del cosmos… (Citas hechas también en la Biblia en el capítulo VI, versículo 12 de la Epístola a los Efesios).

En fin, ese texto comenta también la formación del primer hombre, cuando Adán fue animado, los poderes (los Arcontes) reunieron bestias y pájaros para que Adán les de nombres (la Biblia igualmente relata eso en su segundo capítulo, versículo 19 del Génesis). Después, ellos lo pusieron en el Paraíso, prescribiéndole no comer del Árbol de la Vida 10

Entonces, el primer hombre, de material (hylico) que era, se convirtió en animado (psíquico). Eva, por su parte es espíritu (pneumático) y es ella quien, por ese hecho, le da vida. Es por eso que cuando el hombre ve a Eva, cerca de él, la nombra “Madre de los Vivientes”. Pero, los mismos Arcontes, al ver a Eva, son deslumbrados, enamorándose de ella. “Venid y echemos en ella nuestra simiente”. Ellos la persiguen, pero ella se burla de su estupidez. Entonces viene el hijo del Demiurgo, la serpiente, que sugiere a la mujer probar del Árbol de la Vida.

Después del nacimiento de Caín y de Abel, engendrados normalmente por Adán y Eva y después del asesinato de Abel por su hermano Caín, el nacimiento de Seth es pasado casi en silencio en los textos gnósticos, tanto como en los escritos bíblicos.

Y, muy naturalmente, viene la cuestión planteada tan a menudo por todos los investigadores sin dogmas particulares: ¿de dónde viene entonces la humanidad?

¿Caín ha fecundado a su madre Eva? ¿Sería más bien Seth quien habría conocido sexualmente a Eva? ¿No podría tratarse de Adán teniendo relaciones sexuales con otra mujer que con Eva? ¿Quién es exactamente la “Hombresa” (Lilith?), una criatura preexistente a la primera mujer perfeccionada (Eva), una hembra de animal superior o bien nos encontramos en presencia del primer acto de sucubato bien materializado?

Los textos gnósticos mencionan solamente que el Creador de este bajo mundo, descontento de los hombres que se han multiplicado11 ordenó a Noé la construcción del Arca y se dispuso a verter el Diluvio. Ese episodio ocurre sobre la mística montaña de Seir. La identificación de ésta es propuesta por Herzfeld (en “Archeological history of Iran”): las múltiples tradiciones relativas tanto a la caverna de Adán como a los Magos dicen que la tierra de Shyr o Seir está más allá del mundo habitado, hacía el Oriente, cerca del gran Océano. Es ahí donde se encuentra la Montaña de las Victorias o Monte del Señor (ya el Avesta conoce esa tradición). Es a ella pues y no al Seir del país de Edom (Génesis, XXXVI) que designa aquí el término de “Montaña de Seir”. Ahí se encontraría la caverna donde Adán colocó los tesoros que los Magos, más tarde, debían llevar a Belén. Y donde él y sus sucesores fueron enterrados. Diversas identificaciones de ese lugar sagrado han sido propuestas: quizás se trata del Kouh-i-Khwâga, que se levantó en los bordes del lago Hammoun, al Este de Irán. Se ven aun las ruinas de un palacio que se remonta a la época del Rey Goundophar de quien las tradiciones han hecho el Mago Gaspar. Un peregrinaje anual marca aun el carácter sagrado de ese lugar, Monneret de Villard critica esa teoría (en sus “Leggende orientali sui Magi evangelici”) y propone reconocer la montaña santa en el Monte Sabalân, la más alta cima del Azerbaijân, lo cual haría del mar Caspio: el Océano “oriental”.

Otras numerosas obras deberían ser consultadas con más detalle, como por ejemplo algunos de los apócrifos no gnósticos que conservan, en griego, la literatura mágica y astrológica, que podría identificarse entonces con textos coptos anónimos. El Libro de Salomón es sin duda la Epístola de Salomón a su hijo Roboam, que, señalada primeramente en su Poimandres por Reitzenstein, ha sido editada por Heeg, en el Catálogo de los Manuscritos astrológicos griegos. Según el autor, ese texto habría sido compuesto en Egipto hacia el siglo I antes de Jesús el Cristo.

Ese texto que se presenta como la “Llave de la hidromancia”, menciona las influencias de los planetas, de los ángeles y de los demonios a cada hora precisa de cada día de la semana. Agrega a esa lista, plegarias a los planetas y a los ángeles, y da en fin la indicación de los “caracteres” a grabar sobre las piedras simbólicas y las plantas que conviene asociar. Existe un opúsculo, citado por Festugière, sobre el origen de la astrología según la cual Seth y después Henoch habrían grabado sus revelaciones en hebreo sobre tablas de piedra.

El Arkhangeliké (o Libro de los Arcángeles de Moisés el Profeta) es aun más célebre en esa literatura astrológica. Lo encontramos bien editado en el Poimandres de Reintzenstein.

Epifanio (libro XXVI) atribuía a los Grandes Gnósticos el uso de un Apocalipsis de Adán con el cual, sin duda, el libro copto de Khenoboskion, puede ser identificado.

Ibn An-Nadim en Fihrist (traducción Flugel, pág. 102) relata que entre los Maniqueos, el décimo capítulo del Libro de los Misterios estaba consagrado al testimonio de Adán concerniente a la futura llegada de Cristo.

Los Mandeos, también, creían que es a Adán a quien fueron revelados los primeros libros secretos y ponen su gran libro sagrado del Tesoro -el Ginza Rba- entre el número de esos Libros de Adán.

Las grandes profecías que la obra de Jean Doresse pone en boca de Adán, padre de Set, han nacido antes de la Gnosis. Su sustancia primitiva ha aparecido en primer lugar en los escritos atribuidos a Zoroastro y se remonta, sin duda, al Avesta.

Los Gnósticos y los Maniqueos quisieron contar a Zoroastro entre sus profetas. Bajo sus primeras formas, esas revelaciones evocaban la llegada de salvadores, de los cuales el más grande debía ser Saoshyant, de la línea del mismo Zoroastro. Ese mito fue vulgarizado por múltiples apócrifos en los cuales el gran salvador tomaba los rasgos de Cristo, mientras que Sem, Melquisedech y Nemrod intervenían en esta historia y Zoroastro pasaba por haber sido idéntico a los profetas Baruch y Balaam. Al mismo tiempo, mezclando esta vez el cristianismo naciente con esos mitos iranios y judíos, se dibujaba y amplificaba el episodio capital de la espera, por parte de los Magos, herederos de Zoroastro, del levantarse de la Estrella que los guiaría hacia Belén para adorar al Mesías!

La principal obra en la cual, después de una larga y oscura evolución, esas tradiciones se condensaron fue el Libro de la Caverna de los Tesoros, que conoció una prodigiosa difusión. El pone esas revelaciones en boca de Adán, el primero de una larga serie de profetas quien predijo, como los Magos esperaron, el anuncio del Salvador junto a esa caverna donde él mismo habría sido enterrado por Seth y en la cual se encontrarían escondidos los Tesoros que los tres Sabios llevaron a Belén.

Hemos visto ya todo el símbolo que representa esos tres Magos, así como sus atributos. Ellos son sin duda el Triple-Magisterio (las Tres Grandes Escuelas Esotéricas) y es casi certero que sus ofrendas (el oro, el incienso y la mirra) son el emblema de la Tradición Iniciática, caracterizada por la Alquimia (el oro), la Astrología (el incienso) y la Magia (la mirra). (Revisar nuestro “Propósito” XXII).

Esos “Tesoros” son pues la Enseñanza y la “Caverna” es el lugar donde la Tradición fue preservada, es decir, el Colegio Iniciático, al mismo título que en los diversos mitos se encuentran el Arca, la Cueva, el Pesebre, etc. para simbolizar la matriz de reserva: el Santuario.

Junto a ese Libro de la Caverna, se debería enumerar una buena cantidad de otros Testamentos o Libros de Adán conservados en siríaco, etíope, armenio y árabe.

En los títulos de estos escritos, el nombre de Set, constituido en depositario de los más grandes secretos, por otra parte, iría a borrar rápidamente, en cuanto a prestigio, al de su Padre terrestre. Así el pseudo-Crisóstomo, en el Comentario inconcluso sobre San Mateo, se refiere expresamente a un Escrito colocado bajo el nombre de Seth. En la Crónica siria del convento de Zouqnîn cerca de Amida (finalizado hacia el año 774) las tradiciones sobre los Magos y sobre la venida del Salvador están resumidas en términos que se relacionan ante todo con el relato del Libro de la Caverna de los Tesoros.

Teodoro Bar-Konai en el siglo VIII, Salomón de Basra al inicio del siglo XIII, conocieron aun tales profecías colocadas en boca, no de Adán, sino de Zoroastro; aunque el Salvador predicho haya sido revestido de los rasgos de Cristo.

En un pasaje de esos textos, las palabras de Zoroastro: “Yo soy El y El es Yo. Yo estoy en El y El está en Mi…” evocan un pasaje de la nota consagrada por Epifanio a los Setianos (XXXIX, 3) en el cual se dice que de Seth, el Cristo Jesús ha salido según la simiente y según la sucesión de las generaciones, pero ello de manera milagrosa y sin haber sido engendrado. Idéntico a Seth, aunque convertido en el Cristo, él ha sido enviado por la Madre celeste para permanecer entre los humanos. Así se afirma aun la identificación de algunos de nuestros mitos colocados bajo el nombre de Seth, con algunos de los que fueron atribuídos a Zoroastro, identificación que los escritos antiguos han desarrollado a veces complacientemente. (Citado por Bidez-Cumont).

“Yo soy idéntico a ti y tú eres idéntico a mí; dondequiera que tú estés, yo estoy y yo estoy sembrado en todas las cosas…”, dice el Evangelio de Eva de los Cainitas, citado por Epifanio.

En la referencia de los Philosophoumena sobre los Naasenos, constatamos que los miembros de la secta recurrían a la Odisea, tomando como tema de comentario místico el episodio del Hermes de Cilene, cuando evoca las almas de los Pretendientes (Odisea, XXIV, 1-4).

Jerome Carcopino, en el Misterio de un símbolo cristiano, hace notar que ya Simón el Mago habría recurrido al mito de Circe.

En el comentario de Eustate sobre la misma Odisea (I, 51) encontramos compilada según fuentes clásicas, una exégesis del episodio de Ulises y Calipso que explica por qué razones ese relato puede atraer el interés de los Gnósticos.

F. Buffiere, en Los Mitos de Homero y el pensamiento griego, 1956, pág. 460, hace así la traducción: “La alegoría hace de Calipso nuestro cuerpo que esconde y encierra, como una concha, la perla del alma. En efecto, la ninfa retenía al sabio Ulises, de la misma manera como el hombre es prisionero en la carne…Así Ulises tuvo pena de dejar a Calipso, en tanto estaba naturalmente atado a la vida. Pero por intermedio de Hermes… es decir de la Razón, Ulises reencontró su patria filosófica tan deseada, es decir, el mundo inteligible (verdadera patria del alma a los ojos de los Platónicos). Asimismo, él ha encontrado de nuevo a Penélope -la Filosofía- después de haber sido desligado y desembarazado de Calipso”.

Sabemos hoy, por las pinturas del hipogeo gnóstico del Viale Manzoni en Roma, luminosamente analizado por Jerome Carcopino, hasta qué punto esos mitos de la Odisea, interpretada como una pintura de las navegaciones del alma errante en el mundo de aquí abajo, habían sido complacientemente admitidos en la Gnosis.

Ch. Picard, en La gran pintura del hipogeo funerario del Viale Manzoni, ha subrayado cómo esas alegorías se prolongan por intermedio de Filón, Orígenes, Agustín, quienes las legan a continuación al cristianismo medieval y cómo el episodio de Circe llega así hasta el tímpano del Nártex de la iglesia de Vézelay (en Francia), escena que fue tomada hasta el presente para representar la evangelización de los Cinocéfalos por el Apóstol Tomás.

A las revelaciones de los tratados típicamente gnósticos, vienen a unirse escritos en apariencia cristianos, pero en los que sin embargo se han expuesto los mitos gnósticos. El más característico de los ejemplos es sin duda la Sophia de Jesús, de la cual una segunda redacción se encuentra en el códice de Berlín, mientras que un fragmento griego del mismo tratado ha sido reconocido por el señor H.C.Puech en un papiro de Oxyrhinchos que se remonta al siglo III. Esa Sofía o Sabiduría de Jesús encierra esencialmente el contenido de la Epístola de Eugnosto diseñado de manera que figuren, en el marco de un diálogo facticio, las respuestas dadas por Jesús a cuestiones planteadas por sus discípulos.

El libro se abre con un prólogo que recuerda aquellos de los libros del Pistis-Sofia. Después de la Resurrección, los discípulos están en Galilea sobre la montaña12.

Ellos se interrogan vanamente sobre la sustancia del universo, la economía divina, la providencia. Entonces, súbitamente, Jesús se les aparece bajo el aspecto de un gran ángel de luz y responde a sus preguntas.

Primero lo interroga Felipe respecto a la hipóstasis y economía del universo y el Salvador le responde: “Yo quiero que vosotros sepáis que todos los hombres que han sido paridos desde la creación del mundo hasta el presente son polvareda…”. Entonces el texto de Eugnosto se desarrolla en su boca, interrumpido por las pseudo-preguntas de los apóstoles. Dos pasajes conocen, sin embargo, algunas variantes. El Adán-Luz recibe los nombres suplementarios de Cristo y de Hijo de Dios. Por otra parte, en lugar de dar la enumeración de seis parejas de espirituales andróginos que el Salvador y Pistis-Sofia han engendrado, la Sabiduría de Jesús interpola un expuesto diferente para responder a la pregunta de un discípulo que quiere saber cómo esas entidades superiores han podido descender hacia el cosmos. “El Hijo del Hombre -responde el Cristo- se puso de acuerdo con Sofía, su compañera, y produjo una gran luz andrógina. El nombre masculino de ésta es Salvador, generador de todas las cosas; su nombre femenino es Sofía, generadora universal, la cual es llamada “Pistis” por algunos. Todos aquellos que vienen al mundo son enviados por ésta, a manera de una gota del reino de la Luz del Todo-Poderoso… ”.

A la misma categoría de obras, que, siendo en primer lugar de forma puramente gnóstica se disfrazaron un día de libros cristianos, pertenece uno de los escritos más importantes de la colección: el Apokryphon de Juan, es decir el Libro secreto.

El preámbulo nos muestra, inmediatamente después de la Crucifixión, al Apóstol Juan, hermano de Santiago, afligido por la brutal e irónica pregunta que, en el templo, un fariseo llamado Arimanios acaba de lanzarle al rostro: “¿A dónde se ha ido tu Maestro?”. Juan se retira a la montaña. Su espíritu está hostigado por diversos problemas: ¿Por qué el Cristo ha sido enviado a este mundo? ¿Quién es su Padre? ¿Cómo está hecho el eón al cual iremos? Pero entonces se abre el cielo y surge una visión, es una entidad trascendente que brota, parece ser, bajo la triple forma de un hombre joven, un viejo y una mujer y que declara al Apóstol que ella es a la vez el Padre, la Madre y el Hijo. Ella revela a Juan los secretos del universo invisible y visible, pasado y porvenir, para que él los transmita luego a la generación de los elegidos.

Otra categoría de escritos es aquella en la cual los textos revelan una doctrina intermediaria entre la Gnosis y el Hermetismo. El más auténtico eslabón que reúne esos dos sistemas es el Apocalipsis de Dositea. En cuanto a los escritos propiamente hermetistas de esa categoría, están reunidos, en número de cinco, en el Códice VI que fue uno de los más empleados como lo prueban aun fragmentos de plumas de pájaro deslizadas entre sus hojas para marcar ciertos lugares del libro.

El texto Nº 21, se intitula Discurso auténtico, es decir “dotado de autoridad” -de Hermes a Tat-, título que es necesario comparar con los escritos del Corpus Hermético griego: Logos Kathólicos, Hieros Logos, Logos Apokryphos. (Discurso Universal, Discurso Sagrado, Discurso Velado.)

El texto Nº 22 está intitulado: “El sentido de la comprensión, el Pensamiento del Gran Poder”. Ese título recuerda las primeras líneas del extracto de un libro hermetista conservado por el florilegio de Estobeo, actualmente designado con el Nº XVIII, donde se confrontan las mismas palabras: noema, pronoia, aistesis.

El tratado siguiente, texto Nº 23, no tiene título. A su vez, parece ser continuación de una enseñanza anterior. Hermes Trismegisto -el Noûs- expone a su “hijo” los misterios de la Hebdómada, de la Ogdóada y de la Enéada.

La Hebdómada corresponde a los cielos inferiores, al mundo material. La Ogdóada es el mundo superior, la divinidad, el reino celeste entre los Gnósticos, igualmente llamada la Jerusalén celeste (según el ejemplo citado por Sagnard en su “Gnosis Valentiniana”, pág. 509). En cuanto al término de Enéada, no se encuentra en los tratados herméticos que se poseen hasta el presente. Sería la imagen de la entidad suprema que preside a la Ogdóada. En “Poimandres”, Reitzenstein acerca esa noción a algunas de las cosmogonías egipcias que describen nueve divinidades primordiales en cuyo número figura el creador inicial que ha engendrado las otras ocho.

El texto Nº 25 no tiene él tampoco, ningún título preciso. Sería más bien una continuación del tratado 23. Termina con un texto que, mucho antes de los descubrimientos de los escritos coptos, ya se conocía: la plegaria que se encuentra al final del Asclepius latino y que aparece también en un documento mágico griego: el papiro Mimaut.

Son exhortaciones de Hermes a su discípulo. El Trismegisto proscribe, finalmente, escribir sobre texto una conjuración por miedo de que ciertos lectores impíos divulguen esta revelación, la empleen para obras maléficas, o intenten servirse de ella para oponerse al curso de la Fatalidad.

Aquellos que hagan uso de ella -dice el texto- deberán marchar según la ley de Dios y no transgredirla en nada, antes bien, han de pedir piadosamente a Dios la Sabiduría y la Gnosis. Es así que, por grados, los adeptos penetraron en la vía de la inmortalidad, llegando a una concepción de la Ogdóada, la cual revela a su vez la Enéada. El discípulo repite la conjuración “por el cielo, por la tierra, por el fuego y el agua, los siete usiarques, el espíritu creador, el dios generador y aquel que ha nacido de sí mismo y aquellos que los han engendrado, porque ellos guarden las cosas que Hermes ha dicho”.

Los “usiarques”, por los cuales se inicia esa enumeración de todos los poderes hasta los más elevados, son los jefes de la “esencia” o de la materia -los amos de los planetas- ese término no se encontraba jamás hasta el presente sino en el Asclepios (citado en el “Corpus Hermeticum”, T. II, nota 157). Este detalle es la señal de una influencia irania. El Asclepius precisa que las siete esferas tienen por usiarques “aquello que se llama la fortuna y el Heimarméné”.

Antes de terminar tomemos aun un pasaje del libro de Jean Doresse (pág. 324 y ss. “Los libros Secretos de los Gnósticos de Egipto”)

“El problema de las relaciones de nuestros Gnósticos con el Judaísmo y, a su vez, también con el Cristianismo, está en función de un punto más particular: aquello que pudo ser las relaciones de las sectas, de las cuales nuestros escritos han nacido originalmente, con sectas judías pre-cristianas o con sectas judeo-cristianas. Los heresiólogos insertan con insistencia a los diversos grupos de nuestros Gnósticos en la cima de un árbol genealógico cuyo tronco estaría formado por varios grupos de judíos, bautistas, samaritanos, judeo-cristianos… Sobre ese tema, nuestros escritos permanecen aun mudos. Un Dositeo se manifiesta como el transcriptor de oraciones que le habrían sido reveladas por el Gran Seth, pero en condiciones tales que nada aclara su identidad. Encontramos así textos bajo el nombre del apóstol Santiago al cual, según Hegesippo, el Salvador habría revelado los secretos de la Gnosis; otras revelaciones desarrollan consideraciones sobre el Jordán y los bautismos, pero esto constituye manifiestamente una categoría de escritos distintos de aquellos que revelan lo más explícitamente eso que puede considerarse como la mitología gnóstica.

Por testimonios absolutamente directos, no se conoce bien más que una sola secta pre-cristiana, aquella cuyos manuscritos han sido exhumados cerca del Mar Muerto. Se trata -es una suerte- de un grupo particularmente representativo y cuyo papel histórico ha sido muy importante. Diversos autores se han planteado ya la pregunta de las relaciones que pudo haber entre esos “Esenios” y los Gnósticos. Ellos estaban mal preparados para responder, puesto que no poseían, sobre la Gnosis, más que la documentación incierta que había antes de nuestro descubrimiento.”

En efecto, los trabajos de Jean Doresse traen grandes luces sobre estas cuestiones y ciertamente permanece, por el momento al menos, como el autor más interesante a consultar. Como él mismo escribe (pág. 263 en el capítulo “Cuarenta y cuatro libros secretos e inéditos”): “Lo notable, es la presencia de esos escritos hermetistas en una biblioteca, que por lo demás, es esencialmente gnóstica. Y luego, la glosa del compilador copto: Este es el primer discurso que os he copiado pero hay muchos otros que han llegado a mis manos. No los he trascrito pensando que han llegado ya hasta vosotros… Lo que esto atestigua es que circulaba en el Alto-Egipto, en la segunda mitad del siglo IV, una colección mucho más importante de tratados hermetistas traducidos ya del griego al copto sa’idico y destinados sin duda al uso de sectarios más o menos emparentados con aquellos de Khenoboskion”.

¿Existen históricamente relaciones entre la secta que vivía en las riberas del Mar Muerto y los misteriosos fundadores de la Gnosis?

La influencia de los Esenios sobre los Sampseos es atestiguada por Epifanio (Panarion, XIX, 2). Igualmente, Elchsai habría heredado sus doctrinas, los elementos esenios aparecían en sus obras.

La extinción del grupo de Qumrân después de los años 70 es un hecho reconocido. Uno se pregunta en qué se convirtieron los sectarios después de eso. Autores competentes han sugerido que quienes no regresaron al Judaísmo ortodoxo pudieron engrosar las filas de los primeros Cristianos o las de los Gnósticos.

Hay sin embargo escritos, en versión copta, algunos detalles que sugieren que los Iniciados que fueron originalmente los autores, pudieron tener algunas relaciones con el grupo de Qoumrân. Principalmente un texto interesante: el Libro sagrado del Gran Espíritu invisible, o Evangelio de los Egipcios.

En ese texto se puede leer: “El gran Seth vino y trajo su simiente y la sembró en los eones que han sido engendrados y cuyo número es la cifra de Sodoma. Algunos dicen: Sodoma es el lugar de permanencia del Gran Seth, que es Gomorra. Y otros dicen: El Gran Seth ha tomado simiente de Gomorra y la ha transplantado en el segundo lugar que ha sido llamado Sodoma…”

La expresión la “cifra” de Sodoma sugiere que las primeras líneas de ese pasaje contienen una especulación sobre el valor numérico de las letras que forman el nombre de Sodoma, valor cuyo total correspondería al número de “eones que han sido engendrados” y es sin duda de la misma manera que se explicaría la alusión a Gomorra en la expresión “Sodoma es el lugar de estancia del Gran Set que es Gomorra”. Jean Doresse plantea la cuestión: “Pero, es preciso buscar la solución según las formas griegas o bien arameas de esos nombres?” Por nuestra parte no insistiremos, habiendo hecho mención, más de una vez durante el curso de nuestros escritos (en particular en el inicio de la serie de estos “Propósitos”), del mecanismo guamétrico, de los ejercicios de la themoura y del esoterismo en las funciones de la notárica.

Para dar una idea completa de la amplitud del movimiento gnóstico, de esas olas que llevan de un lado al otro del Mediterráneo, escritos y mitos más o menos análogos a aquellos de los sectarios del Alto Egipto, sería preciso estudiar aun muchos otros grupos. Por ejemplo, resumir la Gnosis de Bardesane (“Bardesane el Astrólogo” de Nau); analizar las obras de los Priscilianos que se extendieron desde España hasta el sur de la Galia, en la segunda mitad del siglo IV, revisar la enseñanza de los Mesalianos, menos gnósticos y más cristianos, con su doctrina que legaron en seguida a los Bogomilos.

La Gnosis se perpetúa mucho más aun. Ella está ilustrada sobre todo por los grandes movimientos de los Paulistas, los Cátaros y, como ejemplos de grupos de menor importancia, citemos al que se constituyó cerca de Soissons (Francia) hacia 1125 alrededor de Clemente de Bucy, aquel que formó en la región de San Malo, hacia 1140, Eudes de l’Etoile que se presentaba como un eón enviado de Arriba. Ellos fueron clasificados a menudo como Maniqueos por sus contemporáneos, pero la confrontación de su doctrina con los textos coptos recientemente revelados (por Jean Doresse) hará reconocer en ellos a los auténticos herederos de nuestros antiguos Gnósticos.

Organizado en iglesia, con una jerarquía estricta, el Maniqueísmo iba a difundir creencias más o menos semejantes hasta los extremos orientales de Asia, como al Oeste de Europa, donde los Albigenses fueron sus más tardíos herederos. El Maniqueísmo, muchos de cuyos escritos han sido re-encontrados, ponía como la Gnosis esas revelaciones bajo los nombres de Zoroastro, de Set, o de Jesús, a quienes ellos juntaban como profetas, a Gautama el Buda y sobre todo, claro está, a Mani, su fundador.

He aquí, en el Shâpourakân (traducido por Cumont), cómo la doctrina que Mani enseñaba, le había sido revelada: “La Sabiduría y las obras han sido siempre reveladas al mundo por los Enviados de Dios. Así, en cierta época, ellas fueron llevadas a la India por el enviado Buda; en otra, por Zoroastro a Persia; y en otra aún, por Jesús al Occidente. En fin, esa revelación presente ha descendido, esa profecía se ha manifestado en esta edad suprema, por mi, Mani, el Mensajero de Dios de verdad en el país de Babilonia…”

Uno se dará cuenta por este pequeño expuesto sobre los Gnósticos, que la Obra misma es aún difícil de establecer en su totalidad y, sin embargo, gracias a los recientes descubrimientos, se tienen ya clarificaciones de lo más interesantes. En efecto con los manuscritos descubiertos cerca del Mar Muerto (que analizaremos en nuestro próximo folleto) los textos de la biblioteca de Khenoboskion vienen a dar una luz sobre ese gran movimiento del cual teníamos una débil imagen y que se revela súbitamente con una riqueza de detalles que podrá satisfacer a los investigadores más ambiciosos.

Marzo 1958.

(sigue en la próxima publicación).

1“Hippolytus Werke” III. Band. Refutatio omnium hæresium (Edición Wendland 1916). Traducción de los capítulos esenciales: Hipólito de Roma; Philosophoumena, trad. y notas por A. Siounville, 2 vol. 1928.





2 Marción, que estaba en Roma en 140, fue sin duda un discípulo directo de Cerdón. En cuanto a Valentín, él se distinguió en la Ciudad, pero rompió con la Iglesia y se retiró a Chipre. Marcos y sus adeptos predicaron, en Asia menor y aún hasta en la Galia, un “Valentinismo” impregnado de magismo..



3 El término “eón” o “siglo” designa, para los gnósticos, las entidades jerarquizadas del Universo. Para H. C. Puech, “La Gnosis es incapaz de pensar racionalmente por conceptos o concretamente, por aprehensión, en su singularidad, a las personas o los eventos de la historia: los conceptos devienen, para ella, en esquemas de contornos mal definidos, Entidades semi-abstractas, semi-concretas, semi- personales, semi-impersonales; los “eones”…fragmentos de duración o de períodos de tiempos espacializados e hipostasiados, elementos o personajes de un drama histórico- mitológico; y por otro lado, individuos y hechos históricos son sublimados a medio camino entre lo real y lo simbólico. (en La Gnosis y los Tiempos, Eranos Jahrbuch XX, pág. 110. Ed. 1952)

4 El Señor Krishna fue el 8º Avatar de Vishnú, Gautama llamado “Buddha” fue considerado como el 9º; en cuanto al Décimo Avatar, él sería el Instructor Mundial de nuestra época, considerado igualmente como el Cristo-Rey (el Hijo del Hombre), marcando esta Nueva Era (Edad Aquarius, simbolizada por el Signo del Aguador, llamado aún signo del “Hijo de Hombre”). Toda la filosofía de Sri Krishna está detallada en el “Baghavad-Gita” que es un poco como la Biblia de los Hindúes.





5 El copto es una forma popular de la lengua egipcia, escrita ya no en jeroglíficos sino por medio del alfabeto griego, completado con algunos signos destinados a transcribir sonidos particulares. Después de algunos tanteos preliminares, los más antiguos textos coptos aparecieron en los primeros siglos de nuestra era. Usando esta escritura, a la cual algunos dialectos egipcios van a acomodarse, el cristianismo del Valle del Nilo producirá una abundante literatura. Es solamente en el siglo X que la lengua copta empezará a borrarse, ante el árabe, en el uso corriente. Ella es siempre empleada, sin embargo, en la liturgia de la iglesia de Egipto.

6 Las siete letras que forman el nombre de Abraçax, hacían en griego el número 365, que era el del año, y los demonógrafos colocaban bajo sus órdenes a los varios genios que presidían a los 365 dioses, a quienes ellos atribuían 365 virtudes (una para cada día). Los Basilidianos aseguraban aún que Jesucristo no era más que un fantasma bienhechor enviado a la tierra por Abraçax (ver nuestra explicación detallada al inicio del Propósito Psicológico XX, “Ocultismo”)

Con la palabra ABRACADABRA se hacía, sobre todo en Persia y en Siria, una figura mágica a la cual se atribuía el don de encantar ciertas enfermedades y sobre todo de echar los malos espíritus. El talismán llevado alrededor del cuello estaba compuesto con las letras escritas en forma triangular, partiendo del término entero para terminar en la última letra, “A”, que era la punta inferior del triángulo.





7 Jean Doresse señala que esa leyenda contradice la tradición, bien conocida, según la cual el gran sacerdote Eleazar (y no Anesas) habría enviado setenta intérpretes para traducir el Antiguo Testamento al griego. De todos modos es cierto que el Antiguo Testamento fue conocido en Egipto también desde la época de los Ptolomeos.



8Citado según la traducción de R. C. Zaehner, Zurvan, a Zoroastrian dilemma (Oxford, 1955). Ya W. Bousset en sus Hauptprobleme… había señalado el parentesco de este mito del Boundahishn con el resumen dado por los Philosophoumena de la Paráfrasis de Set. Bousset acercaba igualmente el texto del Boundahishn al pasaje de Plutarco (De Iside…46) que relaciona la creencia persa con los dos principios opuestos Ohrmazd y Ahriman, entre los cuales interviene como tercer elemento: Mithra, igualmente llamado Mesites = “Mediano”. Es notable que Bousset haya podido señalar ya relaciones entre el expuesto de la Pistis-Sophia y el Boundahishn (Hauptprobleme. d. Gnosis, cap. V). En cuanto a las discusiones a las cuales puede dar lugar esa noción de “vacío”, cf. por ejemplo el tratado II B. del Corpus Hermético y las secciones 33 y 34 del Asclepios.

9 El número total de los escritos de esa biblioteca es de 49, pero excluyendo un cierto número de repeticiones de las mismas obras, esa cifra se reduce a 44 cuyos títulos son de lo más interesantes: Libro Secreto de Juan, Evangelio de los Egipcios, La Sofía de Jesús, El diálogo del Salvador, Apocalipsis de Pablo, Apocalipsis de Santiago, Apocalipsis de Adán a su hijo Set. Discursos de Verdad de Zoroastro, Dios de Verdad, Epístola de Pedro a Felipe, Tratado contra los Escribas y los Fariseos, Sobre el bautismo de Juan Bautista, el agua del Jordán y Jesús, Actas de Pedro, Discursos “auténticos” de Hermes a Tat, Apocalipsis de Pedro, Las enseñanzas de Silvanos, Interpretación de la Gnosis, El Allógeno Supremo, Evangelio de Felipe, La Hipóstasis de los Arcontes, El Libro de Tomás: palabras secretas dichas por el Salvador a Judas Tomás y consignadas por Matías, Plegaria del Apóstol Pedro, para no mencionar más que algunos.



10 Todos los textos cosmogónicos hacen siempre amplia mención a los árboles. Recordemos que la palabra griega “hυlê” tiene en su primer sentido la significación de “madera” que tiene como derivado directo “el árbol” y, por expansión: la “materia”. Digamos aún que los chinos consideran además de los 4 elementos de la física tradicional (tierra-agua-fuego-aire), un quinto que es precisamente la Madera (Como ya se ha explicado en nuestra obra “Yoghismo”).



11 ¡Uno se pregunta cómo habría podido ser de otra manera!... Evidentemente, la “multiplicación” de los humanos no podía hacerse más que por actos incestuosos. Por lo menos los primeros niños (ya que eran varones) han debido tener contactos carnales con su madre o hay que admitir que Caín tuvo relaciones sexuales con su hermana. Existe, en efecto, una teoría según la cual la primera pareja humana (Adán y Eva) no tuvo solamente hijos sino también hijas; así Nôrea fue engendrada por Adán inmediatamente después de Seth, pero ellos (Adán y Eva) tuvieron varias hijas, que fatalmente debieron practicar el coito con su hermano o con su Padre, para perpetuar la raza.



12 Entre ellos figura la misteriosa “Mariamné” a quien Santiago, hermano de Jesús, habría transmitido la doctrina que el Señor le había revelado y que los Naasenos se gloriaban de poseer. Los escritos Maniqueos hallados en copto la conocen también. Algunos Gnósticos mencionados por Celso (Orígenes, Contra Celso, V, 62) se encomendaban a ella. El primero de los tratados priscilanistas la mencionaba en un contexto donde se encuentran nombres de entidades gnósticas: Armaziel, Ioel, Barbilo. Se ha preguntado si se trataba de María, Madre de Jesús, o más bien de María Magdalena.