Serge Raynaud de la Ferrière

Los

Propósitos

Psicológicos

Tomo X



Educación Cristiana











Mahatma Chandra Bala

Ratnakar BELANGANJ,

AGRA, India


Al Gran Rabino de Jerusalén

Rabbi Scholim:


Tuve la ocasión de conocer al Dr. Senger, Rabino de Melbourne, durante mi estancia en Australia y le hice partícipe de mi interés por el judaísmo en general y por la Santa Qabbalah en particular.

Me propongo escribir un librito para el gran público, que no estará dirigido hacia una creencia particular y en el cual deseo dar algunas luces sobre la Biblia y más especialmente sobre el Génesis.

En mi conversación con el Dr. Senger, le expuse mi punto de vista sobre la Cosmogonía de Moisés y la necesidad para mí (no israelita) de encontrar una autoridad Rabínica. El declinó la oferta de colaboración, pretextando su poco conocimiento para discutir sobre los detalles de la Nomocracia y reconociendo su ignorancia acerca de la Teosofía judía o del esoterismo de la Teología hebraica.

Es indispensable, sin embargo, que yo haga supervisar, no tanto la traducción del hebreo, sino sobre todo la idea filosófica que debe estar acorde con los Grandes Patriarcas.

No tengo ninguna competencia en el mundo de Israel y no podría, por lo tanto ser tomado en consideración por la comunidad Judía; es, pues, siguiendo su consejo, que me dirijo a Ud.

El Sepher se mantiene, según mi opinión, como una de las llaves más importantes del monumento esotérico y, naturalmente, lo he analizado bajo el sentido demótico para encontrar las diversas ocultaciones que están veladas en los glifos (hierático, jeroglífico y alquímico). Ese estudio me permite transponer el alfabeto ideográfico en el valor algebraico tanto como en las figuras guamétricas y según la numerología secreta.

A pesar de todo, desearía tener una confirmación de mi humilde conocimiento, empapado de la Torah, del Zohar y aun del Talmud.



Soy autor de una docena de libros y de una cincuentena de fascículos, pero toda esa documentación no comporta más que simples alusiones a la cuestión que nos interesa aquí y no creo útil enviarle esos ejemplares. Prefiero tener paciencia y encontrarlo, si es posible durante mi paso por Palestina, ya que tengo en proyecto un viaje para el año próximo.

Desde ahora, sin embargo, me agradaría ponerme en contacto y preparar eventualmente la posibilidad de una cooperación en la empresa que me propongo, es decir, la edición de textos sobre el Beraeschith, que podrían ser aceptados tanto por los hombres de ciencia como por los místicos y ser valederos lo mismo para los cristianos que para los judíos.

Ya sabemos que el mundo occidental toma sus bases de construcción filosófica de la Biblia, tanto como los orientalistas la utilizan para sus estudios de religiones comparadas, ignorando a menudo que esa obra, la más traducida sin duda a todas las lenguas del mundo, está extraída de un original en hebreo.

Filón, ese eminente representante de los Alegoristas, habla de la doctrina esotérica que no puede ser revelada a los profanos y, sin embargo, el rabinismo oficial rechaza a menudo la Teosofía secreta.

Josefo, como tantos otros, no conocía realmente la lengua hebraica y, en consecuencia, no podía asir el alcance simbólico de los textos.

¿Quién era ese Jerónimo que se proponía aprender el hebreo pero que, no pudiendo hacerlo, no supo más que traducir los textos griegos al latín?. En fin, supongo que la lengua hebraica había desaparecido casi completamente después de la captura de Babilonia y que el pueblo de Israel se convirtió en una población de Judíos sin lengua original. ¿Cómo reconocerla ahora sino con la ayuda de valores arqueométricos?.

¡¿Cómo es posible que errores tan groseros hayan podido traspasar por entre tantas y diferentes traducciones?. Por ejemplo tomar la “Thebah” por un arca en forma de barco, el “Yain” por el vino con el cual Noha se embriagó!

Mucho menos consecuente aún es el error de la traducción del célebre vocablo “Eli, lama sabachthani” que los Evangelios (Marcos XV: 34, Mateo XXVII: 46) señalan como las palabras que Jeshu pronunció sobre la Cruz y que es traducido por “Dios Mío, Dios Mío, por qué me has abandonado?”. Mateo en su texto original en hebreo indica bien, “Li’Li’ LMH-ShBHhTh-Ni”, que se trata de ¡Cómo tú me glorificas!. Uno se pregunta cómo los textos griegos pueden indicar “sabachthani” como si significara “abandonado”, cuando al referirse a ese vocablo de los Evangelios se lo encuentra ya mencionado antes en el Antiguo Testamento en los Salmos XXII (versículo 2) y escrito distinto como “hazabathani” (Li Li LHM-HhZBTh-Ni) y el cual sí se lee “abandonado”.

En fin, lo que es primordial es justamente el primer versículo del Génesis:


Naturalmente, rechazo la transcripción: “En el inicio Dios creó el Cielo y la tierra” o, aun: “Por períodos, Dios creó aquello que produjo los sistemas solares, en seguida aquello que produjo la tierra” (según la traducción directa del hebreo por Ferrar Fenton).

Personalmente comprendo: “Al -inicio-en-Principio, El emanó Elohim (El causa de ser, El trajo el Principio, El es Dios de los dioses, el Ser de los seres) la similaridad de los cielos (elemento de arriba) y la de la tierra (elemento de abajo)”.

Para el análisis radical de las palabras hebreas, podemos ver, como Fabre d’ Ollivet, por ejemplo, que “Beraeshith” no es solamente 685 (o 10585 en su valor secreto) sino también en ese orden con la bi-partición de 8 central (la Madre), tendremos así 64 45 el cual será descompuesto en 1 más 54 45, lo que equivale a la Unidad, más un complejo enantiomorfo.

Mucho más que la simple numerología de la transcripción cabalística común, debemos analizar muy seriamente la idea de cada letra, además de la composición de la palabra entera.

Beraeshith” es “seis en el Principio”; pero ¿acaso “Baraschith”, no es igualmente “él creó seis”?. Como dicen las Escrituras (Sabiduría XI- 20): “Toda cosa, Vos la habéis medido y regulado con precaución y mesura”, pero, se ha dicho también: “Todo será velado” (Isaías, IV:5) y el Zohar es muy preciso sobre la cuestión (I:118). Pienso naturalmente en el Sello de Salomón, tan importante en las magias ceremoniales y he hecho numerosos estudios sobre esas seis ramas de la Estrella de David.

En fin, paso sobre los comentarios a propósito de “Elohim” que no es ciertamente Dios (Yod- Hé-Vaw-Hé) y que la teología cristiana habría podido aceptar así, tratándose de Adonai y sin que se tratara de Jehová.

En este caso Elohim es mucho más: la emanación del Arbol sefirótico más allá de la “Corona” (KETHER), un poco como Shem-Hamphorasch.

No puedo extenderme aquí sobre esa cuestión, que parte de Ieve en paralelo con Ma-Nar-Hasui-Trab, ese cuaternario del célebre axioma “Arot”, en su mecanismo esotérico de Taro, Tora, Rota, etc.. Regresaríamos al término místico del YNRI, para el cual Ud. me daría en respuesta: Yammim-Nour-Rouah-Iabaesheh, o como los hermetistas cristianos, Ygne Natura Renovatur Integra.

En fin, me gustaría conversar también con Ud. a propósito de las palabras Adam y Evah, así como de los primeros humanos, “hombre y mujer”, Isch e Ischa, y henos aquí de nuevo con un error muy chocante para los alumnos de estudios iniciáticos, en lo que concierne a la “serpiente” del jardín del Edén. Al dejar a un lado las diferentes teorías en lo concerniente a este último ¿dónde los cristianos han podido encontrar esa “serpiente”?

El primer versículo del capítulo III del Génesis dice: W’ha Nahash haiah haroum...” y no veo la alusión que se pueda hacer a un reptil en ese lenguaje que se define todavía mejor en el segundo versículo:






Supongo que Ud. acepta traducir conmigo: “Y ella dice Aishah (la facultad volitiva de Adán), a ese deseo (codiciado), a esta pasión, de fruta, de substancia en crecimiento del muro orgánico del cual podemos nutrirnos”.

He aquí brevemente, la idea que yo quisiera manifestar y me sentiría feliz de tener sus sugestiones para el beneficio de la educación general de los hombres, sin consideración de raza o de religiones, misión a la cual me he dedicado desde hace varios años.

En el Gran Ideal de Verdad, quedo en el sentido espiritual, fraternalmente suyo:

Firmado: RAYNAUD de la FERRIÉRE

(En Oriente: Chandra - Bala)

* * *







INTRODUCCIÓN



Dios escribe derecho, con curvas...”



A la hora actual, en que cada uno siente que el curso de los acontecimientos traspasa el cuadro de la simple política, es corriente buscar la respuesta a los problemas, con datos que exceden la sociología corriente.

La evolución de los Seres en general no es, ciertamente, sino la consecuencia de un mecanismo particular que actúa sobre los individuos hasta hacerlos entrar en ciertas categorías de la cadena de la Humanidad. Las filosofías, las religiones y las concepciones diversas han probado canalizar las opiniones a fin de hacerse cada una la postulante al Privilegio Unico del Pensamiento Humano.

Hoy día, centenares de ideales están dividiéndose los favores de la población del globo y los hombres quedan impotentes frente al enigma de los obstáculos diarios, tanto como frente al Gran Arcano de la Vida...

Sería pretencioso querer traer un remedio a las grandes luchas que aniquilan los campos de ideologías diversas, pero quizás es útil intentar clarificaciones al problema de la búsqueda de la Verdad.

A pesar de no ser posible catalogar una masa de más o menos dos mil millones de personas, podríamos dividir a los humanos en tres categorías: materialistas, idealistas y espiritualistas.

Los primeros, entre los cuales se cuentan sobre todo los hombres de ciencia y que son ante todo, los seres que rechazan las abstracciones, que admiten si es necesario un principio Superior, a condición de que sea elaborado con otros datos que los de la metafísica.

Los idealistas comprenden sobre todo a los artistas y aún a aquellos que tienen tendencia a suprimir las cualidades de razonamiento en beneficio de la imaginación.

Los espiritualistas, por último, se elevan más arriba del mecanismo automático y son ante todo aquellos que han encontrado la certidumbre de la superioridad del espíritu sobre la materia.

Así, entre el positivismo que no admite nada más en el Universo que la materia y la filosofía idealista que niega la realidad individual, el espiritualismo (y no el espiritismo) equilibra al hombre con pensamientos de realidad sustancial. No se trata aquí de “materialismo” de Büchner ni del “idealismo” de Kant, sino de términos usados en el sentido general y desprovistos de toda parcialidad.

Los más grandes sabios acaban de reconocer que la materia se les escapa. Es, pues, admitir un principio espiritual sin por ello aplicarlo en el sentido religioso, se comprende.

Las funciones epicúreas son desde hace mucho tiempo caducas. En cuanto a profesar el idealismo, esto correspondería a una confesión que tiene por objeto una imagen mental y esta necesidad de imaginación proviene de un sentimentalismo incontrolado, mientras que la espiritualidad (o la doctrina de Leibnitz) es el hecho de dar un carácter a los principios vitales.

Es preciso, pues, espiritualizar la materia, comprendido en el sentido de “espiritualizar” las cosas y los hechos a la manera de los antiguos, es decir, “destilar”, extraer la quintaesencia, depurar, extraer lo mejor de la substancia y, por extensión, arrancar al dominio de la psicología la capa supersticiosa, despejar los sentimientos y, en una palabra, interpretar con espíritu auténtico lo que debe siempre reinar en la búsqueda de lo verdadero.

Por otra parte, todo el mundo habla de la Verdad, que es preciso sobre todo sobreentender como una parte de la verdad. No obstante, como cada uno parece querer hacerse el único depositario o el amigo de ésta, la gente se ha dividido generalmente en dos categorías: los creyentes y los no creyentes. Sin embargo, contrariamente a la opinión del vulgo, parece que no hay nadie que pueda francamente decir: no creo en nada... Por el contrario, entre aquellos que son “creyentes” existe una multitud de diversidades de principios. Si se quisiera verdaderamente analizar lo que significa “creer”, se notaría pronto que se trata en verdad de una incertidumbre. Creer es aceptar una hipótesis; si no, se diría “saber” o “no saber”, conservando a pesar de todo una relatividad en la comprensión de ese conocimiento. Creer es, pues, aceptar de un golpe una cosa antes de haberla analizado o estudiado. Nótese por otra parte que para hablar de progresar o de elevarse en cualquier cosa se usa el verbo “crecer”.

En fin, el ser humano en sus búsquedas de la Verdad evoluciona según tres planos, que pueden colocarse bajo los términos genéricos de filosóficos, teológicos e Iniciáticos.

De acuerdo con la filosofía profesada, el hombre será “materialista” o “idealista”, pero, de todos modos, con una finalidad muy relativa, ya que de una manera u otra llega un momento en la búsqueda, en la que el objeto mismo escapa a las posibilidades de análisis.

El filósofo (del griego: Philos, amigo y sophia, sabiduría) se ve privado del mundo divino en su estudio general de los seres, mientras que la Teología (del griego: theos, Dios) acude sobre todo a ese Principio Superior, pero se resigna a ser acantonada por los aspectos doctrinales.

La teología, esa ciencia de las cosas sagradas, es demasiado a menudo comprendida en un sentido restrictivo; así el católico la comprende casi como el gaje exclusivo de su Iglesia, mientras que ese estudio de cuestiones divinas, no es el privilegio de una sola religión. Existe una teología del hinduismo, así como una teología judía o cristiana. La teología parece por tanto y a pesar del campo restringido que ofrece para las búsquedas serias, el atributo de los hombres superiores. Santo Tomás de Aquino la definía como sigue: “La teología tiene por objeto el conocer a Dios, no solamente por aquello que es en sí mismo, sino también según que es el principio y el final de todas las cosas “(Introducción a la Suma” Capítulo II, del 1 a 7).

En la Tradición Iniciática no hay principio ni fin, es el dominio de un plano supremo, profesado por los Grandes Maestros. El filósofo es el “amigo de la sabiduría”, el Iniciado es el Sabio, simplemente.

Entre la filosofía y la Iniciación, la Teología se ofrece a los profanos que salen del plano vulgar, pero no listos aún a la comprensión esotérica.

El filósofo registra las funciones humanas, el teólogo se inclina hacia aquellas del dominio divino, el Iniciado coordina el todo con un espíritu de síntesis para ir más allá de las condiciones habituales del análisis.

Como ya lo hemos visto, en toda cosa hay una tesis, una antítesis, una síntesis, para finalmente establecer la Matesis. En el dominio que nos interesa aquí, la filosofía representa la tesis, la teología, la antítesis y la síntesis es caracterizada por el Iniciado, que perfeccionándose se convertiría en el Maestro que simboliza la Matesis.



* * *





El Sabio va en busca de la Luz y los locos se la dan”...



El gran error de la filosofía occidental radica ante todo en haber examinado el alma y el cuerpo como dos cosas distintas, mientras que la Ciencia del hombre debe ser encarada como un todo. Es con Descartes, sin ninguna duda, que ese modo de considerar el físico y la moral como heterogéneos se ha acentuado. Al contrario de esa concepción, la actividad humana puede ser comparada a una amiba cuyos miembros múltiples y transitorios los seudópodos, están hechos de una sustancia única.

Las funciones espirituales están ligadas íntimamente al carácter fisiológico del individuo y algunas de estas actividades pueden aun acompañarse de modificaciones (tanto anatómicas como funcionales) de los tejidos y de los órganos. En el otro sentido, un trabajo físico especial (como los ejercicios de los Yogis) puede producir un fenómeno de desarrollo de la conciencia.

Sin embargo la primacía de la materia y la edad del utilitarismo son opuestas a la expansión espiritual que, de otra parte, no es muy ayudada por las religiones, que han sido racionalizadas y de las cuales todo elemento místico ha sido eliminado. En este medio es difícil evolucionar, pues, el cuerpo se defiende mejor contra el mundo cósmico, que la conciencia contra el mundo psicológico; él se protege contra las incursiones de los agentes físicos y químicos con la piel y la mucosa intestinal, mientras que la conciencia tiene fronteras completamente abiertas, como lo ha dicho tan bien Alexis Carrel.

A pesar de todo, aun en medio de la muchedumbre es posible encontrar la soledad, como lo proclama Marco Aurelio: “Puedes retirarte en ti mismo si lo quieres y cuando lo quieras”. Es en ese momento de aislamiento que se presenta la primera meditación sobre nosotros mismos, por ejemplo: descubrimos que siendo el mismo ser, cambiamos y no somos idénticos a como éramos en el pasado. Esa impresión de alguna cosa indefinible es, sin duda, debida al isocronismo y a la heterocronía de las células1.

Sabemos, por cierto, que nuestro organismo, sin dejar de ser la misma entidad, se transforma constantemente a medida que el tiempo transcurre, pero la conciencia, sobre todo ella, toma diversos aspectos en la infancia y en la madurez. Los elementos que nos constituyen parecen tener ellos también su propia conciencia y el fenómeno que hace que cada elemento del cuerpo se acomode con los otros (y los otros con él), toma un aspecto teleológico, pues se adapta y se modifica como si conociera las necesidades actuales y aun futuras del conjunto.

Nuestra individualidad propia, tiene su base en lo más profundo de nosotros mismos, escribe el autor del “El Hombre ese desconocido”, y entre los seres humanos que se han sucedido sobre la tierra no se han hallado dos, sin duda, que tengan una constitución química idéntica. La especificidad del individuo depende probablemente de la disposición interior de gruesas moléculas, procedentes de la combinación de un hapteno2 y de una proteína.

El profesor Richet ha demostrado que existe una personalidad humoral, así como una personalidad psicológica.

En fin, podemos preguntarnos, sabiendo que el género de alimentación transforma nuestro organismo, si la experiencia mística no debería empezar con el estadio de la disciplina física, como la Hatha Yoga lo enseña. Por otra parte, como la individualidad es una cosa única en sí, el proceso de evolución espiritual de un hombre no puede ser idéntico para otro y cada uno puede perfeccionar su propia realización.

Todos somos diferentes mentalmente y el ejemplo de los Seres Superiores no puede servir sino en una muy débil medida para una línea de conducta: los más grandes Maestros no han dado un camino a seguir y se han contentado con dar consejos de moralidad, de animación al estudio o a la práctica de virtudes.

Las diferentes escuelas han cometido el error, sin duda, de insistir demasiado sobre los valores humanos, como si se tratara de características individuales y de ahí nació rápidamente el espíritu dogmático. Se han confundido los conceptos de espíritu y de método: existe una ciencia humana, pero también numerosas técnicas. Los humanos no están unidos entre sí sino por una parte: la porción hereditaria que, en efecto, no contiene más que la mitad de los factores en cada generación; no son pues sino la mitad de genes, colocados a lo largo de los cromosomas, los que vienen a determinar las características ancestrales3 Es tan imposible enumerar esos elementos como el conocer la cepa de su calidad: ellos aportan, es cierto, algunas tendencias de los padres, de los abuelos, etc., pero se ignora en que proporción.

A esas tendencias, introducidas así en el nuevo embrión, es preciso agregar las condiciones encontradas en el desarrollo, para tener la originalidad del ser; pero incluso una clasificación es difícil. Es por eso que los behavioristas pretenden que la educación es primordial y que la herencia no cuenta para nada, mientras que los genetistas sostienen que la herencia es como un determinismo (el fatum) y que la solución no se encuentra en la educación, sino en la eugenesia.

Hay, ciertamente, todavía muchas cosas que agregar a esas dos teorías, cada una incompleta, como uno puede darse cuenta inmediatamente por la experiencia. Algunas leyes bien establecidas (la de Mendel en particular), nos enseñan cómo se transmiten las tendencias ancestrales, pero es difícil establecer la proporción entre aquello que es hereditario y lo adquirido. En fin, hay un cierto Principio que es preciso hacer entrar en línea de cuenta, aunque científicamente poco analizable: el espíritu.

Numerosos fenómenos han sido registrados desde hace mucho tiempo y la Ciencia actual comienza a interesarse hasta el punto que ciertas investigaciones sobre la metafísica son efectuadas por sabios, cuya seriedad no se pone en duda. El espíritu no está inscrito enteramente en las cuatro dimensiones del continuum físico y se encuentra en el universo material, sin dejar de pertenecer a otra esfera igualmente; puede, por otra parte, prolongarse más allá del tiempo y del espacio.

La individualidad pues, no es solamente un aspecto del organismo, o aun, un carácter esencial de cada uno de esos elementos y no se detiene en la superficie del cuerpo: es ahí que la humanidad puede ser considerada, no como un compuesto de elementos separados, sino como un Todo que comprende no solo a todos los individuos sino aun al mundo cósmico y a todo aquello que existe en el Universo.

No existe una completa independencia de los seres y las cosas: eso no es más que una ilusión, debida a nuestra ignorancia, de aquello que la teoría hindú del maya (espejismo, ilusión, vista falsa del mundo) enseña desde hace varios milenios.

Los verdaderos elementos espirituales provienen, pues, de un mundo exterior al nuestro y nosotros podemos, así como respiramos el aire, ser penetrados por la Gracia de Dios.

* * *





EDUCACIÓN CRISTIANA



El aespiritualista se siente hoy día muy fuerte, debido al hecho de los nuevos y muy espectaculares descubrimientos capaces de elaborar una doctrina en la cual todo sería materia y fuerza. Esa fuerza sería según esos sistemas: un producto, una causa o una manifestación de la materia; de ahí esa opinión radical de que las pasiones, los afectos, los deseos, los pensamientos, provendrían únicamente de modificaciones de las células nerviosas. La diferencia del Saber entre lo hombres obedecería a algunos átomos de fósforo en mayor o menor cantidad. El amor, el odio, el orgullo, la virtud, el libre arbitrio y la inteligencia todo eso que parece pertenecer al individuo o aun a otro conjunto que el de los simples minerales y hace diferenciar nuestro corazón y nuestro cerebro de un bloque de roca, constituirían, según los aespiritualistas, simplemente el resultado de una modificación física ó química, diversa de aquellas que habrían formado las capas calcáreas o graníticas de las montañas del mismo género.

Ese grupo de aespiritualistas es, sin embargo, muy importante en nuestros días, en una masa humana que no posee más la Fe religiosa y carece aun de suficientes conocimientos científicos. El aespiritualismo es el refugio de los semi-sabios, categoría muy vasta, animada por un ciego fanatismo, de dirigentes poco preparados y educados ellos mismos, ya que esa doctrina no cuenta con pensadores verdaderos o reales sabios.

Al contrario, el espiritualista profesa una concepción de un Principio, inclusive en relación al Alma Viviente Infinita. El espíritu para él es el Alma Viviente, mucho más allá de la vida o del alma que nosotros conocemos habitualmente, así como el Fuego Elemental es superior al fuego que nosotros consideramos en física.

En efecto, el Espíritu es anterior también al Alma y a la Vida, así como Agni (ese Fuego Elemental) lo es a la Naturaleza, a la Vida y al Alma, que son a su vez superiores a la energía mecánica y a la materia. El Espíritu es el prana (el elemento sutil de la energía vital) del Alma Viviente. Es la chispa divina desatada de la Esencia Eterna, creadora omnisciente ésta, a la cual aquella regresará después de un número de evoluciones.

El ser humano está compuesto, según la aceptación de diversas doctrinas (aparte de las cuestiones de terminología), de tres cuerpos (dominios o planos), a saber:

Un cuerpo físico (somaticón) o envoltura material,

un cuerpo astral (psiquicón) o “doble” que es la materia plástica llamada a menudo “alma” y, en fin, de

un cuerpo espiritual (pneumaticón) o esencia divina.

Sólo el Espíritu es eterno. Los otros dos cuerpos son perecederos y no sirven sino de vehículos a la chispa superior que debe recorrer su ciclo, antes de regresar al origen.

Al principio, Dios emana de sí mismo (Beareschith) y esa creación es inteligente, pero inconsciente (bara); es la condensación por la materialización de una energía concentrada (Tsimsum) y esas gotas de quinta-esencia forman los Espíritus que, tomando una forma primeramente fluidica (cuerpos etéreos), se materializan cada vez más debido al hecho de la densidad de las vibraciones hasta el punto de volverse físicos (manifestación en el mundo materia). De inmediato, el espíritu deberá liberarse de nuevo. Primero de una manera abstracta (por el pensamiento que regresa a su Fuente), elevando su Principio hacia el Origen (búsqueda de la Verdad); en caso de éxito se produce el Yug (Identificación). Si no, será preciso esperar la desintegración de la materia (muerte del cuerpo físico) para que parcialmente el Espíritu pueda elevarse con la ayuda del alma, que le sirve de trampolín para la proyección en las esferas, donde él será tonalizado para ser: proyectado de nuevo sobre la tierra con posibilidades nuevas, evolución siguiente según el ritmo de las reencarnaciones y, en consecuencia, de la ley de causa a efecto (el karma), o vivificado hasta fusionarse con el Absoluto.

Esa evolución se hace más o menos rápidamente, según la voluntad y la aspiración del ser, tanto como por los medios empleados (Iniciación).

* * *





La Iniciación, que es la preservación de las Ciencias Sagradas, ofrece a los Adeptos de la Verdad el camino directo hacia la reintegración con la Fuente. Vía no menos difícil que las diversas doctrinas religiosas, pero más segura, con su sistema despejado de dogmas, y no como los otros métodos donde el investigador se pierde en el dédalo de los rituales. La Tradición Iniciática considera no solamente a los hombres en el sentido general de humanos, como los filósofos han creído comprenderlos, sino bajo el punto de vista de la individualidad.

La Tradición Iniciática ha escondido siempre su Verdad bajo una enseñanza esotérica, ya que el hecho no es nuevo: la gran masa humana no parece querer progresar verdaderamente y se complace en el fango de la estupidez... Indicare in vulgus nefas. Todos los grandes Maestros han dicho que ha sido perjudicial ofrecer la Luz a los vulgares, lo cual el Cristo Jesús ha resumido por: “no echéis perlas a los puercos”.

Aquellos que quieren instruirse verdaderamente en las cosas divinas encuentran la ruta: “Quoerite et Invenietis”; que es un llamado al trabajo. “Buscad y encontraréis” es la regla esotérica que es como un aliento al estudio y no a la supresión de la experiencia iniciática en beneficio de la pereza.

El grado iniciático se adquiere no solamente por el Conocimiento debido al equipaje intelectual, sino por el verdadero Saber, acompañado de una aplicación práctica de las virtudes adquiridas. No se trata aquí del “grado” que se puede obtener durante el curso de la iniciación especulativa en algunas sociedades secretas u órdenes llamadas místicas o grupos de ocultismo.

El verdadero grado de Iniciado es un estado al cual el individuo ha llegado, es su auténtico nivel de evolución, es un plano físico-psíquico en el cual el organismo es modificado tanto como lo mental, es el estado suprahumano en cierto sentido y el individuo puede entonces actuar sobre un mundo extra-terrestre.

La Iniciación verdadera cuenta así siete grados que se manifiestan a medida que se realiza el desarrollo completo de las siete glándulas endocrinas, que otorgan cada vez nuevas facultades hasta el despertar total de los siete sentidos del individuo.

La misma Iglesia Católica ha conservado esa idea de los privilegios iniciáticos, componiendo su organización eclesiástica por grados; sin embargo, de todas maneras esos grados más bien son representativos y no realmente pertenecientes al dominio de la Iniciación. Seguidamente de las 4 Ordenes menores (Portero, Lector, Exorcista y Acólito) vienen las Ordenes Mayores con el Sub-Diaconado en primer lugar que permite ser consagrado al servicio de la Diócesis y el Diaconado que da el privilegio de sermonear y bautizar solemnemente (el Diácono puede también leer el Evangelio en público y sirve cerca al altar). El Sacerdocio permite decir la Misa (es preciso ser Sacerdote para tener el derecho de “perdonar los pecados”) y por último, el Episcopado que es el estadio de sucesor de los Apóstoles.

La Tradición Iniciática hace descansar la evolución a través de los Grados, sobre bases esotéricas muy profundas que piden una explicación demasiado extensa para ser expuesta en el marco restringido de estos cuadernos. Cada grado es el resultado de un desarrollo íntimo del Ser y corresponde a un estadio en los diversos planos de nuestro Mundo, tanto como en las diversas esferas del Universo.

Hemos analizado ya esos grados en nuestras obras precedentes, (serie de Los Grandes Mensajes) y el mecanismo fue expuesto en el N° II de nuestros “Propósitos Psicológicos”.

La Gran Fraternidad Universal, en su calidad de Dirección Espiritual mundial, está compuesta de un movimiento de organización iniciática bajo la autoridad de un Triple Magisterio. El número mismo de integrantes en cada uno de los 7 grados está en relación con un símbolo esotérico, cuyo sentido propio explicado matemáticamente, escapa a los profanos.

Los miembros de esta Institución pueden llegar a un número ilimitado ya que, como su nombre lo indica, la Fraternidad engloba todas las creencias y reúne una multitud de agrupaciones; sin embargo, el cuerpo verdadero de ese movimiento comienza con los alumnos de los Colegios Iniciáticos.

Una vez preparados en las Escuelas de Sabiduría, los adherentes pueden convertirse en Pequeños Novicios (título honorífico) antes de ser verdaderamente Iniciados bajo el Primer Grado, de Novicio.

Sin embargo, no es sino hasta el Segundo Grado que los miembros pertenecen verdaderamente al Santuario; esos afiliados que son 360, como para simbolizar los 360 grados de un círculo, forman realmente la circunferencia del mundo de los Hombres verdaderos.

En el Tercer Grado los Adeptos, en número de 108, son como el emblema de las virtudes esotéricas de ese mismo número, que caracteriza igualmente en el Zodiaco los 108 Ramos.

En el Cuarto Grado, los Elegidos se convierten en Instructores en número de 72 para cada Era a fin de manifestar los 72 semidecanos de la astrología tradicional.

Los 22 Discípulos son los Justos del Quinto grado que simbolizan los Arcanos que instruyen el mundo iniciático. Los alfabetos de las grandes lenguas madres, fueron construidos también sobre 22 letras.

En fin los 12 Misioneros del Sexto grado, son los Verdaderos Apóstoles de una Era que llevan el mensaje real para la Humanidad. Son los depositarios de la totalidad de la enseñanza, como los 12 signos zodiacales simbolizan toda la influencia del cosmos.

Más allá del círculo (ver el dibujo en los Centros Iniciáticos), vienen los tres Maestres que reúnen el Infinito y son como el símbolo de la Triple Manifestación Divina.





SIMBOLOS

OCCIDENTE

ORIENTE

GRADOS

PLANETAS

GLANDULAS

(EL MUNDO)

(PEQUEÑO NOVICIO)

(GEGNIAN)




LA HUMANIDAD

NOVICIO

GETULS

1ro..

SATURNO

SEXUALES

360 GRADOS

AFILIADO

GAG.PA

2do.

JUPITER

SUPRARRENALES

108 RAMOS

ADEPTO

GELONG

3ro.

MARTE

BAZO

72 SEMI-DECANOS

INSTRUCTOR

GURU

4to.

VENUS

TIMO

22 ARCANOS

DISCIPULO

SAT CHELLAH

5to.

MERCURIO

TIROIDES

12 SIGNOS

MISIONERO

SAT ARHAT

6to.

LUNA

PITUITARIA

3 PLANOS

MAESTRE

SAT GURU

7mo.

SOL

PINEAL



En fechas bien definidas se consagran los nuevos Iniciados a pesar de que la ceremonia no sea más que un acto de confirmación al grado ya alcanzado, ya que, repitámoslo, el grado Iniciático no es una cosa que se pueda conferir, sino un estado, un estadio, un plano que el Ser debe recorrer por sí mismo. El ceremonial Iniciático no es sino la señal exterior a un grado ya obtenido anterior­mente; es pues el reconocimiento (y la transmisión de poder) por un Hermano Superior y más anciano en la Vía de la evolución.

El Solsticio de Invierno (22 de diciembre) corresponde a los Getuls, pero la fiesta del Noviciado es a menudo pospuesta al 25 de diciembre. El 18 de enero corresponde a los Afiliados. El paso del Sol al grado cero de la eclíptica, Equinoccio de Primavera, 21 de Marzo, simboliza la Iniciación de los Adeptos. Los Gurúes o Instructores tienen como emblema conmemorativo el 1ro. de Mayo y el Solsticio de Verano (el 22 de Junio) corresponde a la fiesta de los Discípulos, mientras que el Equinoccio de Otoño (23 de Setiembre) marca el día de los Misioneros y el festival del Maestre es fijado para el 7 de Octubre.





Los Neo-Gnósticos tienen igualmente 7 fiestas conmemorativas, pero parece ser que sus “grados” son una copia de la franc-masonería especulativa. Sin embargo, no se puede negar la importancia simbólica; pero bien a menudo parece que los miembros de las sociedades secretas ignoran todo de las razones esotéricas de esas bases reales, que así son pasadas a un ceremonial sin valor y únicamente para agradar el constante deseo de sus miembros por el “misterio”.

22 de diciembre





Alumno

Aprendiz

Gnóstico






INVERNO





Grados Hílicos

(Etapa material,

ritos exteriores)

(Nacimiento de Jesús)

Escolar Secreto


2 de Febrero

(Conversación con los doctores)

Escolar Perfecto”





21 de Marzo





Compañero

Gnóstico







PRIMAVERA






Grados Psíquicos

(Etapa emocional;

ausencia de Ciencia)


(Bautismo)

Masón-Gnóstico Sublime”


1° de Mayo

(Lapidación)

Caballero de la Llana y la Espada”





1° de Julio





Maestro

Gnóstico






PRIMAVERA






Grados Pneumáticos

(Transfiguración)

Maestro-Adepto”


1° de Agosto

(Entrada en Jerusalén)

Maestro del Secreto Real”





22 de Septiembre (y 25)


Maestro

Elegido

Gnóstico



OTOÑO

Derecho a la Revelación Iniciado que ha pasado los grados Inferiores y puede terminar su Evolución

(Muerte y resurrección)

Ministro de la Serpiente del Bronce y de la Espada

Los Gnósticos han dividido su enseñanza en 7 esferas de 3 categorías, a fin de respetar las lecciones dadas por los Colegios de la Grecia, depositarios ellos mismos de una parte de las Ciencias Sagradas traídas de los Santuarios de Egipto.

No es solo en el mundo cristiano o en las esferas extremo-orientales que se reencuentran esos 7 grados; por todas partes y en todos los tiempos parece ser que ha existido el septenario en los grados, las fiestas, las ceremonias, etc. Los Ismaelitas tienen también Dais (Instructores) que enseñan según los 7 grados alcanzados. Esa secta religiosa en la cual Ismael es el último Khalifa visible y en la cual los Wahabitas (Maestros de la Meca después de 1824) representan en el mundo islámico, lo que representan en el mundo Cristiano los Johannitas. Así, los Assacís son: Ismaelitas y los Templarios: Johannitas. Los Ismaelitas no han escondido jamás que ellos no aceptan del Corán sino las significaciones simbólicas.

En sus siete grados, los miembros deben estudiar y practicar las virtudes, según un orden esotérico bien establecido: 1) piedad musulmana activa, 2) se informa a los adeptos del papel de los Imames, 3) interpretación alegórica del Corán, 4) se instruye al ismaelita acerca de la significación de los siete ciclos (de cada profeta, de su religión, su época y su región, 5) se revela la inutilidad de la religión para los hombres en el estadio metafísico, 6) es el grado de Dais que pasa a la instrucción de sus hermanos, 7) método para penetrar el mundo superior.

La primera lección de ocultismo comienza con el estudio de los siete principios herméticos: 1) mentalismo, 2) correspondencia, 3) vibración, 4) polaridad, 5) ritmo, 6) causa y efecto, 7) género.

El influjo del Macrocosmo sobre el Microcosmo es lógico y conforme a las leyes generales que presiden la Armonía. También los siete sacramentos de la Iglesia están en relación estrecha con una correspondencia planetaria:



A la Luna corresponde el Bautismo, que es la purificación, por la Gracia Divina a las fases sucesivas de la vida integral.

Marte es la Confirmación y

Mercurio la Unción (anotar que en Alquimia es Mercurio el que simboliza: lo volátil separado de lo fijo y lo sutil de lo espeso).

Júpiter será la Penitencia, esa purificación por el esfuerzo.

Venus simboliza naturalmente el Matrimonio, que es la aplicación del instinto sexual a la permanencia de la raza humana.

Saturno es como el emblema del orden (notar que el negro, color de Saturno es también el del sacerdocio) y,

El Sol se manifiesta por la Eucaristía, que es la difusión gene­ral del calor y de la vida.

Se sabe por otra parte que:

La Luna corresponde al lunes (su color es el blanco).

Marte al martes (rojo),

Mercurio al miércoles (violeta),

Júpiter al jueves (azul),

Venus al viernes (verde),

Saturno al Sábado (negro), y

El Sol al domingo (amarillo oro).

Es el simbolismo de esos colores el que era respetado en los trajes y atributos de la misa en la Iglesia primitiva. De pasada recordemos que la palabra “misa” viene del latín “missa” que significa “reenviar”, ya que antiguamente se reenviaba a los no bautizados, inmediatamente después de la ofrenda.





Al comienzo del advenimiento cristiano, los primeros sacerdotes celebraban la misa sobre una simple mesa en el lugar donde fuera posible hacerlo; más tarde, también, sobre los mármoles que recubrían las tumbas de los mártires en las catacumbas. Fue después, que el Altar de las Iglesias Católicas tuvo la forma de una mesa y de una tumba. La mesa del Altar que está siempre dominada por una piedra o un mármol grabado con cinco cruces que figuran las cinco llagas del Cristo Jesús, es de piedra porque el Cristo es la "piedra angular” de la Iglesia. El Altar está elevado sobre 3 escalones para simbolizar las 3 virtudes teológicas: Fe, Esperanza, y Caridad y está dominada por un pequeño armario, el Tabernáculo, destinado a guardar la Santa Reserva. Sobre el Altar hay 4 o 6 candelabros, o 7 cuando un obispo viene a oficiar. Un cirio especial es colocado cerca del Altar (lado del Evangelio), durante los 40 días después de la Resurrección hasta la Ascensión. El número de esos cirios debería normalmente ser impar para señalar el simbolismo espiritual, puesto que la manifestación material está marcada por los números pares y esos signos esotéricos son respetados todavía en las ceremonias Iniciáticas verdaderas. Sobre el Altar se puede ver el Misal, que es el libro que contiene las misas de todo el año (lado de la Epístola); las vinajeras para el vino y el agua son preparadas sobre la credencia. Al lado de ellas, sobre el Altar, se encuentra el Manutergio, ese lienzo que el sacerdote utiliza para limpiarse los dedos, el Cáliz para el vino del Santo Sacrificio, la Patena o platico destinado a la Santa Hostia, la Bolsa, esa envoltura que contiene dos cuadrados de cartón adornados de tela y reunidos por una banda de lienzo. Al lado superior, recubierto de seda, el Corporal, que es el pequeño mantel plegado en 9 cuadrados que se extiende sobre el Altar; sobre él se coloca la Hostia y el Cáliz. En fin, la Epístola (leída a la derecha después de la Oración y que es un pasaje de la Biblia y a menudo las Epístolas de Pablo), y el Evangelio (que se lee a la izquierda del Altar); el Sermón o la Homilía se dicen en el Púlpito. Agreguemos que el vocablo “Amén” significa en hebreo: sólido, durable y seguro; dicho al final de las oraciones o de una ceremonia, es como el deseo de que aquello que ha sido hecho o dicho sea perpetuado en el tiempo.

Todos estos atributos de la Iglesia tienen una razón bien profunda, pero, ¿es útil decir que esas ceremonias eran practicadas mucho antes que las “misas” de la religión católica? Esta no es, por otra parte, sino una mezcla de Mazdeísmo, de Budismo y de Brahmanismo, con la cual los “adeptos de los discípulos” de Jesús el Nazareno, fundaron una nueva secta. Con las bases de la tradición judía y las leyendas de Persia, mezcladas a otras mitologías orientales, una nueva religión nacía rápidamente, después de la enseñanza exotérica dada al pueblo por el Gran Maestro de Judea, reconocido de inmediato como el Mesías.

Tomando del viejo budismo de la India las “misas”, los rosarios, los cirios, el incienso, los conventos, los monjes, los escapularios y las adoraciones, etc., la nueva religión, llamada cristiana, se apoyó sobre las teorías del Zend Avesta para declarar un “paraíso” (del sánscrito “paradesa”, más que allá, más que lejos, un otro-mundo, región suprema), eso que los Caldeos llamaban “Pardes” (Tierra-Santa). El Cristianismo tomó igualmente del Zoroastrismo: el Príncipe de las Tinieblas (Ahrimán), así como la idea de los santos y de los ángeles guardianes (los mismos Genios y Espíritus conocidos en el Magismo, desde la más alta Antigüedad).

De hecho, poco quedaba de las verdaderas bases de las enseñanzas crísticas en el nuevo cristianismo; sin embargo, los Crísticos, igual que milenios antes de su existencia han proseguido su obra iniciática tradicional después de la llegada del Gran Instructor; pero los cristianos, en su mayoría, han ignorado completamente la existencia de ese movimiento bastante esotérico.

En efecto, aun los cristianos de nuestros días ignoran en su mayoría las 30 sectas que reclaman para sí mismas el título de verdaderos cristianos y sobrentendiendo a menudo que ellos son los herederos directos de la enseñanza del Cristo Jesús, mientras que El daba su Lección tradicionalmente y siempre en el orden de una supresión precisamente de todas las sectas, en beneficio de una Gran Fraternidad Universal como todos los otros Grandes Instructores que lo habían precedido.

No se trata, por supuesto, de sectas protestantes, muy numerosas también, que vinieron a engrosar más tarde el número de las divisiones, con los luteranos, calvinistas, reformados, evangelistas, etc.

Los Mesías se han sucedido sobre esta tierra para venir en cada ocasión a recordar a los hombres su verdadera misión y la Ley de amarse los unos a los otros, en el sentido de comprenderse y de estudiar por ello todos los puntos de vista del Pensamiento humano, a fin de poder asociarse en una gran familia donde reinaría una auténtica Fraternidad.

A pesar de que el término griego “Katólicos”, significa universal; los católicos de religión se hallan en minoría ante los grandes movimientos budista, brahmanista o islámico.

Ya sean los Cristos, los Avatares o los Budas, todos han sostenido el mismo lenguaje y ofrecido una enseñanza casi idéntica; el sermón de la montaña de Jesús no es diferente del discurso de Benarés de Gautama; esos Espíritus Superiores venidos como Enviados Especiales para instruir al mundo, fueron a menudo mal interpretados, ante todo por la insuficiencia de preparación de sus discípulos.

Corrientemente, es mucho después de la llegada del Mesías que se establece en realidad su enseñanza, ya que los discípulos necesitan tiempo para poder asimilarla y transmitirla a los adeptos, que la retransmitirán a su vez a sus alumnos, lo cual nos hace comprender la razón de ciertas deformaciones en cuanto a la enseñanza del Maestro.







El Cristo Jesús fue bien servido en ese aspecto por seguidores que han sabido compilar sus lecciones. Los 4 Evangelistas son, por otra parte, verdaderos símbolos esotéricos que marcan, como los 4 puntos cardinales, los ángulos de esa piedra angular, de la cual Cristo es el emblema. Sabemos que Mateo, Lucas, Marcos y Juan se relacionan a los signos del Zodíaco llamados “fijos”: Aguador, Toro, León y Escorpión, en la misma forma como la esfinge de Egipto englobaba ya esas 4 porciones astrológicas que encierran el gran misterio, bajo el axioma: Saber, Querer, Osar y Callar.

Mateo, hijo de Alfea, dejó su puesto de recaudador en el lago Genezareth para convertirse en uno de los apóstoles del Gran Nazareno. Mateo (cuyo nombre verdadero fue Leví) escribió para los Judíos un Evangelio en arameo hacia el año 50. El habla largamente del regreso del Mesías en Cristo glorioso, el Hijo del Hombre; por eso lo representan en las iglesias acompañado de un ángel, que caracteriza el signo del Acuarius, el signo del Hijo del Hombre (el Aguador).

Lucas, pagano de Antioquía en Siria, entró en la nueva secta cristiana al día siguiente de la lapidación de Esteban. Lucas era médico (artista también), muy cultivado y acompañó a Pablo en dos de sus viajes. Compuso su evangelio en griego hacia el año 70. Se le asimila al signo Zodiacal del Taurus (Toro) y en sus numerosas estatuas, esculturas y diversas efigies, siempre lo representan acompañado de ese animal.

Marcos, de origen judío y primo de Bernabé, fue bautizado por el Apóstol Pedro y lo siguió, así como a Pablo, en sus viajes; redactó su Evangelio en griego hacia el año 60. Se le asimila al signo zodiacal del León, animal con el cual se le encuentra siempre en los grabados, pinturas y diversas representaciones en las iglesias.

Juan, hijo de Zebedea y Salomón, hermano de Santiago el Mayor, era pescador en Bethsaída (Galilea) y se convirtió desde los primeros momentos en discípulo de Jesús el Nazareno. Escribió su Evangelio para los cristianos del Asia Menor (en Efeso) hacia el año 90. El Apocalipsis data de su exilio en Pathmos. Se le representa siempre con un águila, dado que su símbolo en el zodiaco es el signo del Escorpión (se sabe que esa porción de la eclíptica corresponde a las constelaciones Escorpión-Águila). Es el emblema del misterio, la transformación del Escorpión ciego, arrastrándose por el fango, en Águila de mirada taladrante que evoluciona en las altas esferas; el cambio de personalidad (“es preciso que nazcáis de nuevo”), el símbolo de la transmutación en su sentido esotérico, (el Apocalipsis es verdaderamente la Cábala cristiana).



El Apocalipsis, llamado también Guelionah, es ciertamente el libro más oculto de la Biblia: desde la introducción se anuncia que se trata de un texto profético, por lo cual se aconseja estudiarlo.

Se habla de inmediato de 7 espíritus, etc. (simbolismo innecesario de comentar). Juan escribe, (capitulo 1, versículo 4): "Gracia y Paz sobre vosotros, de parte de Aquél que es, que ha sido y que será”, lo cual es la traducción exacta de la mención hebraica: “hayah, howeh weyiheyih”.

En otras palabras, los 3 sephiroths superiores de los nombres divinos de Eheyeh Iah Iahweh. Lo cual es igual a 12, siguiendo el nombre de doce letras dentro del cual opera la evolución de aquel de cuatro: Iefe-Efei-Feie-Eief del cual habla el Talmud cuando menciona el nombre de 42 letras.

Los 7 sephiroths inferiores representan:

los 7 candelabros de oro,

las 7 lámparas de los cabalistas,

los 7 colores,

los 7 sonidos de la música,

las 7 glándulas endocrinas que en emanación serán

los 7 chakras de los Yogis; son aún

los 7 planetas

cuyas correspondencias están también indicadas por los 7 espíritus de Zacarías y de Tobías, con el Hijo del Hombre o el Bar Enosch de Daniel, etc…

Los Sephiroths, de los cuales hemos ya visto el mecanismo en la descripción del Árbol cabalístico (en los Propósitos Psicológicos N° II), son el juego sabático (la semana que es igual a una parte temporal de 6 e intemporal de 1 que equivale al septenario, cuyo misterio está simbolizado en el Sello de Salomón). Sabemos que los 10 Sephiroths están en realidad dispuestos sobre 7 grados o planos; ese Septenario en acción (7 Sephiroths inferiores), bajo el Ternario (3 Sephiroths superiores), demuestra bien el aspecto de la Naturaleza en manifestación bajo la Trinidad Divina. Los Sephiroths (Esplendores) son mencionados en el Apocalipsis (cap. V, vers.12): Poder-Riqueza-Sabiduría-Fuerza-Honor-Gloria-Loa, así como el Sepher Yetzirah los nombra en correspondencia con las 7 letras llamadas dobles del alfabeto hebraico: B-G-D-K-P-R-T- (velo propiciatorio).

Son numerosos los autores de comentarios sobre el Apocalipsis que requieren de “llaves” de interpretación, a riesgo de errar en una alegoría poética sin valor. El Padre Alcázar, sabio jesuita, ha compuesto un voluminoso comentario que, sin embargo, no enseña gran cosa en materia iniciática y es de ese libro que Bossuet ha tomado toda su interpretación. En su libro “Elevaciones a Dios sobre todos los misterios de la religión cristiana” (publicado en 1727), Bossuet traza las grandes líneas de la revelación. Místico, está encumbrado sobre todo en textos Bíblicos que traspasan su competencia. Reaccionario contra los retóricos de la literatura religiosa está demasiado dogmatizado por los Padres de la Iglesia y sin embargo, de ese modo Bossuet queda célebre con esta obra, aunque nada más como un escritor para religiosas de sus diócesis, para las que, por otra parte, esa obra fue escrita. Este autor cree también en la acción de los ángeles sobre el mundo material, (Ele. XXII 5to.).

La Biblia es un monumento esotérico que reclama claves para penetrar verdaderamente en su sentido real: cada versículo expresa varias ecuaciones y cada una de las genealogías disimula una serie de ciclos numerales: Es entonces que se hacen intervenir las operaciones de Guametría, que consisten, básicamente en adicionar el valor numeral de las letras de una palabra para despejar así el valor de la misma palabra. Las operaciones de Notárica consisten en agrupar las letras tomadas en diversos lugares de una palabra. En las operaciones de la Temura, se trata de hacer cambios entre las letras de una palabra para extraer de ellas un valor. (Para las leyes de relación entre los números, ver Libro Negro de la Francmasonería, Págs. 90 y 91 y Propósitos Psicológicos, Tomos II y III).

Algunos han comprendido que cada palabra de las Escrituras posee un valor más profundo que el solo sentido gramatical. Rabí Akiba insiste en el hecho de que nada es superfluo en la teología hebraica; palabra o letra, partícula o signo, todo tiene su valor y su razón, que expresa principalmente un sentido oculto. Ese célebre investigador, según el tratado Haghigha (14, b) después de haber podido contemplar la Verdad celeste, murió en paz. Rabí Akiba dice que nada es forma simple en la lengua sagrada de la Torah, todo es esencia.

Se sabe que el hecho mismo de pronunciar en cierta forma, modifica el efecto del poder del Verbo (razón de ciertas oraciones o de la misa en latín) y el hecho de traducir los vocablos originales, transforma toda razón. Las palabras sagradas no son sino vocablos más especialmente dirigidos, ya que todas las palabras tienen un valor mágico y algunas no deberían pronunciarse sino en ocasiones particulares y según un método bien estudiado (como los “mantras” tibetanos, por ejemplo).

Rabí Iohanán ben Beroca insiste en la manera de pronunciar los términos sagrados tal como fueron enseñados en su origen y en la Tradición Iniciática. Ese teólogo judío, autor del “Pirckeavoth”, comenta largamente la manera de hacer uso de los vocablos y en particular del nombre de Dios, que no debe jamás ser pronunciado sino deletreado: Yod-He-Vaw-He, puesto que Jehovah es una grosera deformación, ya que se trata de un nombre que es preciso enunciar y que aún leído directamente (Ieve) no corresponde más a su verdadero valor.



* * *





Desde los inicios de la Biblia, los símbolos son designados a fin de tener a disposición las fórmulas para interpretar correctamente los textos, que fueron compuestos sobre bases esotéricas, según la manera de escribir de los Iniciados de antes. El Génesis (recopilación del Bereschith de Moisés) es el nombre de toda la primera parte del Sepher, en el cual Moisés expuso los principios teogónicos, cuyos diez primeros capítulos son de un alcance profundo, en lo que concierne a la Cosmogonía establecida como sigue:

1er. Capítulo: es el del principio; todo se presenta en la posibilidad de ser.

2do. Capitulo: el de la distinción, donde el Principio pasa de poder a acto.

3er. Capítulo: el de la extracción, en el cual tiene lugar una gran oposición.

4to. Capítulo: la multiplicación divisional, que aparece cuando se divide un Todo en partes.

5to. Capítulo: la comprensión facultativa.

6to. Capítulo: la medida proporcional.

7mo. Capítulo: la consumación de las cosas y el equilibrio roto; es el Universo renovable.

8vo. Capítulo: amontonamiento de las especies, las cosas divididas regresan a su Principio.

9no. Capítulo: la restauración cimentada cuando nace un nuevo movimiento.

10mo. Capítulo: es el del poder agregativo y formador: son las Fuerzas que se despliegan actuando.



El Bereschith es en realidad una colección del Zohar: es el “Génesis”. Como casi todos los antiguos textos sagrados, puede dar lugar a numerosas interpretaciones para aquellos que ignoran la manera que tenían los Antiguos Sabios de componerlos.

Se sabe que, primitivamente, la Escritura entera no formaba más que un solo bloque, un versículo ininterrumpido, sin puntuación ni diferenciación; en cierta manera todas las frases no formaban más que una sola palabra. Así se afirmaba simbólicamente la Unidad indivisible de la Ley y el flotar constante del Logos. En el capítulo Filosofía Científica (Propósitos Psicológicos III) hemos examinado ya la cuestión del Origen, a la luz del texto original de la Biblia. Bereshith Bara Elohim eth ha-Schamaim v’eth ha-Aretz, que ha sido traducido incorrectamente por: “Al comienzo Dios creó el Cielo y la tierra”. Debería enunciarse:“En el Principio emanó del Dios de dioses el elemento de arriba y el elemento de abajo”, pero esta frase pide todavía mucho estudio para asir todo su alcance.

La palabra Bereschith (el Principio) puede ser separada y formar bara-schith que significa “él creó Seis” (seis zonas, seis planos, seis regiones, seis dominios) y el Zohar (en la sección Bereschith) atestigua que Elohim constituye el séptimo Palacio, es decir, la síntesis de las otras seis esferas de la Naturaleza.

La Sagrada Escritura comienza por la palabra Bereschith (con una Beth mayúscula que ya indica una relación esotérica) y que puede comprenderse también por Be-reschith, que significa entonces: “por el segundo” (Beth), y “comienzo” (reschith). La traducción sería entonces “por el segundo comienzo Elohim operó la Obra de la creación” (como está indicado en el Zohar, que los primeros compiladores de la Biblia no creyeron tener que consultarlo previamente).

La significación de Be-reschith sería, pues, que hubo dos comienzos, unidos, juntos, ya que como el Zohar lo explica (I Fol. 1 y 15): son dos puntos, uno oculto, el otro visible y conocido; no existe separación entre ellos, por lo cual se hace mención del singular “reschith”.

Recordemos que “bara” puede querer decir “creó”, en lenguaje corriente, pero con un alcance mucho más profundo sobre todo, si se analiza la creación bajo el ángulo del Sello de Salomón (El Zohar aun indica que la creación era primeramente cerrada por la palabra “bara” y fue abierta y fecundada por la palabra “Eber”, principio sagrado sobre el cual reposa el mundo).

La palabra “bara” hace alusión sobre todo a la acción de romper el silencio (“Bar” hablar o explicar) y significa formar, modelar, dar una nueva forma utilizando un elemento pre-existente. Los intérpretes modernos han dado el sentido de: crear ex nihilo, refiriéndose a la traducción de la Versión de Los Setenta que dan al término “bara” por “epoiese” (El hizo).

A la luz científica actual, podemos comprender que en el estado de equilibrio primitivo (Absoluto), ha debido surgir un elemento que ha resplandecido (rompiendo ese equilibrio), siguiendo un proceso determinado (siguiendo, pues, ciertas necesidades ineluctables), es decir, propagación de una onda que se ensancha en olas concéntricas. El aflujo divino, la Shekina, se trasmite al organismo universal, como a través de arterias, por intermedio de los sephiroths (chakras en el sistema Yoga). El término “Bar” es igual a enseñanza (Naschqov-bar, abrazar la enseñanza) y es igualmente sinónimo de Sabiduría. En arameo “Bar”, es el “hijo”; así Bar-Abbás quiere decir Hijo de Dios, en el sentido de: dedicado a Dios, como en sánscrito, Brahmacharia.

Es en el simbolismo, sobre todo, que se encuentra el conjunto de valores esotéricos expresados en gráficas, como, por ejemplo en uno de los más célebres Sellos que está en la base de todo ocultismo: el Sello de Salomón, que es esa Estrella de David con dos triángulos entrelazados, uno apuntando hacia arriba y el otro hacia abajo (Principio de arriba y Principio de abajo: ¡el Cielo y la tierra! Ha-Shamaim y Ha-Aretz).

Es la estrella de seis ramas, que representa el Universo y sus dos ternarios.

Planos: divino, astral, material y

Cuerpos: físico, alma, Espíritu,

los cuales son el elemento de Involución del Macrocosmo (triángulo con la punta hacia abajo) y el principio de Evolución del Microcosmo (triángulo con la punta hacia arriba), y por medio de los cuales la Esencia Divina se desata de su Fuente para recorrer su ciclo antes de reintegrarse en el Absoluto.

Ese emblema explica las palabras de Hermes en la Tabla de Esmerada cuando dice: “El sube de la tierra al Cielo y, de inmediato, desciende a la tierra y recibe la fuerza de las cosas superiores e inferiores”.

Ese símbolo representa, además, las virtudes de poder y gloria asperjadas en los círculos generadores: son los Eons (en griego, “en los siglos de los siglos”) del versículo oculto del PATER de San Juan, que recitan los Sacerdotes Ortodoxos. Es en cierta forma la perfección del Universo en la obra mística de los SEIS días, explicada desde el comienzo de la Biblia, mientras que la palabra “bara” quiere decir SEIS, al mismo tiempo que CREAR, lo cual es muy significativo. De ese modo, ya toda la creación es mencionada por el Sello, creación tanto mental como material. Por otra parte, se asigna al mundo (siempre en el primer versículo del Génesis) el Alto y el bajo, aquello que fue erróneamente traducido por el “Cielo” y la “tierra”.

Jeroglífico del mundo, en el Sello de Salomón se descubre: las 7 luces en el misterio de los 7 días, ya que los seis puntos de la estrella representan los seis días de la actividad divina y el centro de la estrella, donde se mantiene el elemento iniciático, representa la 7ma. etapa, aquella sobre la cual reposa la Naturaleza y que Dios ha escogido para santificar su Nombre Adorable.

Es como un yentram, una especie de mandala, un objeto de concentración, el cual se usa frecuentemente tanto en Magia ceremonial como en la confección de talismanes y Pántaclos.

Muchos israelitas continúan usándolo alrededor del cuello fijado a una cadenita; es el Shadai que se encuentra también en numerosas estancias judías.

El Shadai (que debería escribirse cabalísticamente “SaDaI”, a fin de hacer resaltar las letras claves) equivale a los tres nombres compuestos por el nombre divino. Es un poco como los Shem-Hamphorasch, que corresponden a los 3 sephiroths principales (Kether-Hochmah-Binah). Ese Gran Nombre, como dicen los cabalistas, se compone de 3 palabras: “Ieve-Eloenou-Ieve”. Los Shem-Hamphorasch son los 72 nombres de Dios que fueron extraídos del “Éxodo” y que corresponden a 9 por 8, a las nueve Jerarquías celestes, semejantes a los 72 atributos de Dios, extraídos del Libro de los “Salmos”, por el mismo procedimiento, y del cual se componen los nombres de los 72 Ángeles que ocupan los 72 grados de la escala de Jacob. Es el emblema de la fuerza, de la plenitud y de la universalidad del Fuego Celeste o de la Luz increada, la cual anima y fecunda todo el espacio (en griego será el ebdomekontadyogrammaton). Shem Hamm Phorasch significa: la palabra está bien pronunciada, y era la respuesta de los asistentes, cuando el Sacerdote Judío había, según las reglas de la Santa Qabbalah, enunciado correctamente el nombre divino de IEVE.

Es en ese mismo orden de ideas que la Iglesia Católica anima a sus fieles a usar el escapulario. Ese pequeño trabajo de tela representa los vestidos del religioso, reducidos y destinados a los laicos afiliados a una orden religiosa, que continúan viviendo en la mundanidad. Más tarde, se ha vulgarizado para todas las personas. Esos dos pedacitos de tela, unidos uno al otro por pequeños cordones pasados alrededor del cuello, reposan, uno sobre el pecho y el otro sobre la espalda, en la misma forma que los talismanes o los Sellos, de los cuales se arman los oficiantes de la Magia contra los “choques de regreso” posibles, durante sus operaciones.

Al mismo titulo que la Estrella de David llevada al cuello por los judíos, o los amuletos de ciertas tribus, o los fetiches de los brujos, el uso de medallas y escapularios tienen razones profundas que los Dignatarios de la Iglesia no ignoran. El culto de reliquias e imágenes se puso en uso en el 788; se relaciona con el viejo totemismo, del cual hemos tenido ya la ocasión de constatar su valor particular y su alto interés.

Esas representaciones talismánicas tienen el poder de concentrar los efluvios divinos, como un imán de la Shekina (palabra hebrea a menudo traducida por estancia, pero que en realidad es la Gracia). La Shekina designa la divinidad como asistente de los hombres, por su gracia y su presencia saludable “I’ Schem ihoud god’ sho b’riq ou Shekinthe” (Por la unidad del Santo bendito y de Su Shekina).

Esa esencia divina es el equivalente del Deva de los Hindúes; la Shekina es el soplo, el espíritu, la inmanencia de Dios en el Universo y es aún considerada por muchos como entidad. A veces se le llama Fuente de Vida, ya que es por ese canal que el hombre se mantiene en contacto con el mundo divino. La Shekina es el lazo (qescher) vivificador. Ella se presenta en los cuatro mundos (Atziluth-Briah-Ietzirah-Assiah). Es el vestido precioso y resplandeciente que se manifiesta por los Sephiroths. Un poco como la Shakti en la Yoga, que debe recorrer las seis etapas (los 6 planos de árbol sefirótico en Qabbalah o los 6 grados simbolizados por los chakras en Yoga) que son los seis grados iniciáticos antes de alcanzar la Maestría (7mo. grado).





Ese Magisterio es obtenido por los Avatares (Espíritus Superiores o Emanaciones directas de Dios), los Budas (Seres Supremos que han alcanzado la conciencia Buddhi), los Cristos (Iluminados impregnados de la Gracia) y todos los Grandes Instructores que han llegado al estado de la realización en la Conciencia Universal.

Ese estado de Hijo de Dios le es posible a todos los hombres que pueden contemplar la Verdadera Luz (A todos los que creen, ella ha dado el poder de convertirse en niños de Dios, Juan I-12). De ahí, esa expresión Lumen de Lumine que San Juan señala en su primer capítulo (versículos 4 al 10) en la traducción latina del texto griego: To phos to alethinon.

Es la verdadera Luz que anima todo, una especie de Luz Elemental, esta Luz de la cual se hace mención al principio del Génesis (I. vers. 3) y que es como la primera manifestación divina, el nombre mismo del Todo-Poderoso que se materializa. “La vida era la Luz de los hombres” (E zoé en to phos tón anthropon), esta Vida (esencia del Verbo, extracto del Logos) será la Luz que da acceso a la Vía (una existencia más elevada). Es la realización de la Shekina de los hebreos, el ascenso del Kundalini de los hindúes, el Tao de los chinos, el Camino Iniciático en general.

La única verdad está ahí, al comienzo, en el Origen, en la Fuente; todo el resto es ilusión (maya de los Yogis, scheqer de los cabalistas). El padre de la Mentira es S’Chitan, el que se debe aproximar al Ouroboros de los egipcios, que gracias a “En to pan” podrá ser ligado a la Verdad, así como scheqer (el mundo del espejismo) será ligado a Dios por el “lazo” qescher, (hay que señalar que qescher, el lazo, es el anagrama de scheqer, el mundo de la diferencia y de la multiplicidad, aquel del error).

A pesar de todo nuestro progreso científico, siempre en crecimiento, no será jamás posible captar el conjunto del Universo por métodos puramente físicos: es preciso recurrir a un sistema de realización supra-normal.

El Universo no es, por otra parte, sino una creación mental del TODO. Se ha calculado su extensión, la cual se valúa en 10.000.000.000 de años-luz.

Según Alberto Einstein, con un Rayo de un mínimo igual a 150.000.000 de años-luz el Universo se ha revelado experimentalmente curvado. La forma esférica de nuestro cosmos deriva del principio de inercia de la mecánica generalizada, descubierta por ese gran sabio y este principio muestra la necesidad del movimiento circular. Así, la misma luz que creíamos se propagaba en línea recta, se arquea. La causa de la curvatura universal es inherente a la materia; es la gravitación, que es específicamente lo propio del mundo material; la gravitación encorvadora debe ejercerse desde los orígenes y el proceso es puesto en evidencia por Einstein en la siguiente teoría: Desde que en un punto del espacio se manifiesta el embrión de una existencia, desde que el tensor material difiera de cero, es decir, cuando un elemento discontinuo apunta en el Continuum Universal: la gravitación aparece en realidad.

Es preciso señalar que esa teoría había sido ya elaborada por los Iniciados de antaño; se ha dicho que es el tsimsum del Ain-Soph el que nosotros percibimos; el espíritu no puede asir sino la mercabah de lo Invisible. Dicho de otra manera, no tenemos consciencia de lo Absoluto sino por su manifestación, así como no tenemos noción de la Fuerza sino por la Materia. El tsimsum (en hebreo: condensación) es la materialización de una concentración de energía (un grano de energía, como está calificado el átomo).





Dios es Absoluto (Ain-Soph) es el sentido de Nada, él es la Nada (ain), pero es al mismo tiempo Ser Absoluto y No Ser, lo cual en la negación incluye la afirmación y al condensarse (Tsimsum) se muestra a nuestros sentidos. Esa materialización es por el hecho de una contracción (sim-sum) del Supremo, destinada a poner una diferenciación en lo Indiferenciado: un elemento discontinuo en el Contenido Primordial. El comienzo comprensible de la existencia se encuentra en el misterio del punto Supremo; ahora bien, como ese punto (en el sentido de Principio o Bereschith) es el comienzo de todas las cosas, se le llama Mahascheba (Pensamiento); pero del incomprensible Ain-Soph, el espíritu no puede asir sino la mercabah (la envoltura); sin embargo, el “realizar” (darse cuenta) pertenece ya al dominio de la Conciencia Universal (como el Samadhi de los Yoghis, esa experiencia de la visión del TODO).

Esa teoría de nuestros sabios modernos sobre la forma esférica de nuestro cosmos había sido ya expresada hace mucho tiempo por el círculo que simboliza el Universo manifestado. Dios en su manifestación, era representado por una circunferencia y su nombre representado por 22 (de ahí esa Ciencia de los Veintidós o Santa Qabbalah). Así, para encontrar el conjunto de su manifestación (para valuar la superficie de un circulo) se necesitaba una llave (es la fórmula PI de la geometría) y esta es Elohim (que no es Dios, sino la fórmula para encontrar a IEVE).

Ese Elohim (término usado desde los inicios del Génesis, el cual no ha mencionado a Ieve) ha sido pues impropiamente traducido como Dios (que es el Yod-He-Vaw-He), pues al menos podría haber sido mencionado, si los textos lo hubieran indicado como Jehovah).

En fin, el número 22 semejante en su simbología a la circunferencia (curvatura del espacio) puede ser también asimilado al nombre divino en su materialización (como también los 22 arcanos son la expresión caracterizada por las 22 láminas mayores del Tarot). Con ayuda de los 10 Sephiroths (que marcan los 10 primeros números) y según sus 7 esferas (los 7 planetas también), el universo manifestado (el circulo) puede ser comprendido e interpretado (encontrar su superficie) con la ayuda de una fórmula: Elohim (la ecuación de PI). De ese modo la realización de Elohim da lugar a la comprensión de Dios, lo cual en el lenguaje matemático se expresa por: la fórmula “PI” (Elohim) que da la superficie (la comprensión) del círculo (Universo manifestado), lo cual aclara el problema del Génesis tanto simbólicamente por la filosofía, como científicamente. Elohim (valor: 3, 14...) es pues la “llave” para encontrar la superficie de un círculo que representa a Dios en su manifestación.

Esta expresión es pues la fracción: que da 3, 1428571... el antiguo dato transmitido por Euclides.

Para regresar a nuestra idea del Universo, si la línea recta no pertenece al mundo del fenómeno (aun mental), ella figura, sin embargo, “in abstracto” como una realidad y nosotros la vemos como una relación del centro (punto inicial de la esfera cósmica) a la periferia; esa relación está determinada por el valor “PI”. Dicha relación no interviene solamente en el momento en el cual se manifiesta la esfera, sino que es siempre UNA con ella. Como está escrito (Deut. IV-39): “reconoce en este día, y que este pensamiento permanezca siempre grabado en tu corazón, que Jehovah (deformación de Ieve) y la relación (fórmula universal de PI), es Elohim, cuyo valor numérico es precisamente, 3,1415”.

Estamos, pues, muy alejados de la traducción: “Al comienzo Dios creó el Cielo y la Tierra” siendo que “Bereschith bara Elohim eth ha shamaim v’eth ha-aretz” debería explicarse como: “Un segundo Principio permitió, por la emanación de una fórmula-clave (Elohim, Dios de dioses o PI o 3,14...), encontrar el elemento de arriba y el de abajo”.

Habría sido preciso explicar que hubo dos “comienzos”, uno mental y otro material y, sobre todo, que primeramente fue establecido un principio como un enunciado o un sistema y no en el sentido latino de “principio”, que puede traducirse por comienzo.

Conocer la Qabbalah en su conjunto (comprendiendo la emanación más allá del árbol sefirótico, es decir, Elohim) es contemplar el Ain-Soph (lo Absoluto. Dios), así como poseer la “llave” geométrica, la fórmula de “PI”, es poder encontrar la superficie de un círculo.

Sin embargo el problema de ese primer versículo del Génesis va todavía más lejos ya que se trata de una explicación esotérica, no solamente de la cuestión de la cuarta dimensión, sino de seis direcciones fenomenales (bara-shith), que dan el entendimiento a otros sentidos que el hombre puede perfeccionar hasta desarrollar una 7ma. facultad, que lo convierte en divino y le permite su reintegración final a la Fuente.

Ese estado de completo perfeccionamiento es dado a los Avatares, venidos voluntariamente una última vez para ayudar a la Humanidad. Son ellos los Mesías que han escogido instruir a sus hermanos, más bien que regresar al plano divino.

El arahan (o arahat) es ese ideal Budista que consiste en renunciar a la inteligencia innata y ofrecer la vida para salvar a otros “buscadores de la Paz”. El culto arahan (o arahat) consiste en revelar a los otros la Vía, ya que, salvado él mismo, el devoto (Savaka-Bodhi) trata de liberar a otro igualmente.

Después de los Sopatannas, que han encontrado el camino de la santidad, están los Sakadagamis, que no regresarán a la tierra más de una sola vez; los Anagamis, que no regresarán más y los Arhats que son los considerados verdaderamente como santos, según las cuatro clases de creyentes entre los budistas.

El título de Arhat requiere la calidad de Boddhisattva (que no debe ser necesariamente un budista) y se dice que se sientan en el Aghartha, al igual que el Consejo de Ancianos mencionado en la Biblia.

Los Arhats son esos Maestros de Sabiduría, definidos en el Apocalipsis bajo el nombre de los Ancianos de Vestiduras Blancas; “delante de sus tronos se encuentran las siete lámparas, que son los siete espíritus de Dios” (Apocalipsis IV, versículos 4 y 5) y esas Revelaciones agregan (versículos 7 y 8) que en el centro y alrededor del trono (en ese “Universo” alrededor de ese Consejo) están las 4 entidades: Taurus (Toro), Leo (León), Scorpius (Escorpión, bajo el símbolo del águila) y el Acuarius (Aguador, con su rostro de hombre). En el capítulo I de Ezequiel se hace también la descripción de esos 4 signos zodiacales y los 7 planetas (también el capítulo X, particularmente el versículo 14). Comprendemos de inmediato que esos símbolos tienen razones muy profundas, sobre las cuales es bueno meditar largamente para encontrar todas las aplicaciones místicas.





El ideal Arahan (o arahat) de los Sabios Arhats, nos hace pensar en el Ararat, esa montaña donde el Arca de Noé se habría detenido! Ararat no parece sin embargo una región geográfica, sino un estado (el grado del l7ma renovación lunar para el establecimiento de la thebah). Es de la misma manera que ese lugar de felicidad y de abundancia en la mitología mexicana, se llama Aztlán y significa blancura; en medio de ese lugar, se ha dicho, que se alza una montaña en el centro del agua, que se llama Culhuacán. Ese nombre, que no es especialmente de composición mexicana, sería la tierra de donde las tribus Aztecas dicen que han salido; podría tratarse de un lugar simbólico como el Asgard de los Escandinavos. Algunos nombres, aun designando verdaderamente un lugar preciso, pueden esconder al mismo tiempo un valor oculto como Aram-Naharam, que es uno de los antiguos nombres de Mesopotamia, pero que puede asimilarse al término sagrado de INRI.

Ese Aztlán, donde habría nacido el primer hombre, según los Aztecas, puede también compararse al Adamah de los cristianos. Azteca es, sin duda, el nombre de los hombres del Aztlán (limo o tierra pura), del mismo modo que la cultura judeo-cristiana, hace salir a Adán (primer hombre) del Adamah (Tierra Santa). Adán, literalmente, rojo, es el derivado de Adamah, que en hebreo significa el limo, pero que puede sobrentenderse como la sangre (dam). Podría aun relacionarse ese término con “edom” (rojo), del cual la Biblia hace (de Edom) un sobre-nombre de Esaú, pero cuyos descendientes tienen el nombre de Edomitas. Sin embargo, notemos que el nombre de Adam está compuesto del Aleph, soplo o alma, y de Dam, la sangre o el cuerpo, aquello que construye los primeros elementos de vida humana materializada (cuerpo físico y Alma). Es preciso ante todo sobrentender por Adán, no solamente al “hombre” en el sentido de “homo”, sino al género humano, o mejor aún, al reino hominal.

Después de esa primera creación de la especie (animal perfeccionado), que no está hecha sino de un cuerpo material y de un alma colectiva (Génesis I-26), Dios hizo una segunda creación (Génesis II-7). Se ha explicado bien que, ante todo, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, es decir, “macho y hembra” (andrógino). El dijo: “hagamos”... y ese plural implica bien una especie no sexuada; por otra parte, El insiste: “a nuestra semejanza...” una operación, pues, por dos esencias divinas. Es la creación del verdadero Adam, en seguida de lo cual Dios reposó (fin de la 7ma. etapa, término del ciclo emanativo). Mientras que toda la obra es terminada en el primer capítulo del Génesis, he aquí que en el segundo capítulo los textos de Moisés registran los detalles de los orígenes humanos en particular.

Las Escrituras hablan un lenguaje simbólico para definir esa formación del hombre y la mujer. “El Dios Eterno formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un soplo de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente”. Esta vez es la chispa divina, (el Espíritu, el Logos) quien penetra la materia. La conciencia individual ha nacido ahora verdaderamente

Pero, desde que es cuestión de llamar “mujer” a un elemento que fue extraído del “hombre” (“se le llamará mujer porque ha sido tomada del hombre” - Génesis, capítulo II, versículo 23), no se comprende muy bien el por qué. Digamos de inmediato que el texto original menciona a “Adán” como primera manifestación de un reino hominal, pero que individualmente el hombre es llamado “Isch” y que de ese nombre se hará “Ischa”, para la mujer que ha sido extraída de él.

“Isch” es la constitución del hombre con su evolución. Esa raíz hebraica está ligada a toda idea de manifestación principal (su valor 38 es idéntico al término “Meh” que es la chispa generatriz, el símbolo de movilidad; junto con “Evah”, él se encuentra entre los valores importantes de la Biblia. Recordemos que el paso de “Meh” a “Mi” es la indicación de un proceso de encarnación; ‘Mi” es la palabra que habría creado el mundo, como es explicado en nuestro tomo de Propósitos Psicológicos N° III).

Hemos ya visto cómo por un mecanismo esotérico, Adán puede ser asimilado a la letra Yod y Eva (He-Vaw-He) hace su complemento de principio, para simbolizar el nombre de Dios: Yod-He-Vaw-He (Adán + Eva).

Adán y Eva deben encararse, pues, en la construcción mental de Dios (leve), mientras que Isch e Ischa serían la manifestación divina en su materialización en naturaleza.





Acabamos de citar el Arca de Noé y nos apresuramos a recordar que la palabra “arca” es una muy mala traducción del término “Thebah”, que significa el bajel, el recipiente, el que contiene y, por extensión, el universo entero, pero siempre en el sentido de una reserva astral, como una matriz espiritual y no como una simple barca o un barco de construcción humana.

Arca podría querer decir, “comienzo” (relacionarla con la palabra griega, “arche”). Se ha dicho que las aguas se retiraron y se reunieron en un solo lugar. En efecto, ellas se contrajeron en un solo plano espiritual y los “Justos,” no siendo más que UNO con ella, sobrevivieron (habiendo sido salvados de las aguas, salvados de la destrucción de las formas). Todos aquellos que no estaban santificados “desaparecieron de la tierra ...” es decir, que no había lugar para ellos en el Arca que debía salvarlos del “diluvio Universal”, pero las mismas Almas son creadas de nuevo. (Tú las haces nuevas todos los días... Lamentaciones III-23) permitiendo así el proceso de la evolución.

La Leyenda de ese diluvio bíblico se encuentra en casi todas las culturas. El período de Chalchiuhtlicue termina también por una catástrofe del mismo género, que ha tenido lugar hace unos millares de años en la antigua América. Las aguas han recubierto la tierra verdaderamente un poco en todo el mundo en diferentes ocasiones, pero se trata también a menudo de señales simbólicas de fin de Edades, sea por diluvios parciales o a veces por signos universales que se materializan más específicamente.

* * *





El ser Humano, con tendencia religiosa, tiene siempre el espíritu un poco “catastrófico”, deseando un poco los grandes cataclismos, para ver en ellos un designio de Dios de eliminar a aquellos que no son de sus concepciones.

Actualmente todavía una secta cristiana espera la gran batalla (del Armagedón), que debe liquidar a todos aquellos que no forman parte de la organización, liquidar para tener a continuación de ese combate la vida eterna!

La asociación (bajo el nombre de “Testigos de Jehová”) fue formada en 1874 por un negociante americano: Th. Russel, que creyó descubrir el sentido verdadero de la Biblia. El era “Adventista” y dio numerosas conferencias, muriendo en un accidente ferroviario en 1916. Fue el Juez Rutherford, de Los Angeles quién tomó su sucesión y en 1918 anunció un periodo de mil años de beatitud, así como la llegada del Rey David sobre la tierra; fue construido inclusive un sitio en San Diego para recibirlo. Murió en 1942 y fue A. M. K. Knorr quien lo sucedió en el puesto de honor, ya que éste trabajaba en la Sede de la Asociación desde la edad de 17 años.

Los adeptos reclutan los miembros de puerta en puerta, proclamando su victoria sobre los “Ejércitos del Diablo”! (éste estaría constituido por todas las otras religiones y aun por la organización de las Naciones Unidas y la Seguridad Mundial!) La victoria está cerca, según esos “Testigos de Jehová” y esa sería la nueva vida para los 144.000 elegidos en el gobierno de Dios donde, después del combate victorioso del Armagedón, reinaría la Edad de la Paz durante 1.000 años.

Así fueron numerosos aquellos que quisieron reformar o interpretar la Biblia a su manera en el curso de las edades y algunos llagaron aun a fundar grandes sectas, como Joseph Smith (fundador del movimiento de los mormones), nacido el 23 de diciembre de 1805 y que cumplió la profecía recibida por su madre: un profeta nacerá en la familia.

El metodismo” se inscribe igualmente en los grandes movimientos: el vocablo era empleado en el siglo XVIII en sentido peyorativo para designar a los miembros de un grupo calificado también de “Club de los Santos”. Esas “Polillas de la Biblia”, como se decía entonces, eran los hermanos Wesley y tres o cuatro compañeros estudiantes de Oxford, que en 1729 se reunían para estudiar diariamente las Escrituras. Los “metodistas” eran la renovación de antiguos epítetos lanzados antes a los Puritanos (tales como los “precisianos”) y que se convirtió en el título de esos jóvenes cristianos, de los cuales William Law, autor religioso célebre en su época, tomó la defensa y animó en su “método”. La idea viene sobre todo de los Lollards, parece ser, esos Hermanos Cristianos que en 1527 se reunían en gran secreto, para estudiar las Escrituras en la misma forma que otros estudiaban en Cambridge y que en 1522 habían igualmente formado un grupo de “hermanos”, bajo la dirección de Thomas Bilney.

Menos pretencioso era Menno, ese reformador holandés (1492-1561), que poseía la humildad de un Cristo y cuyos seguidores fueron en tal forma perseguidos en Alemania, que debieron refugiarse en Rusia gracias a la hospitalidad ofrecida por Catalina II. Los “Menonitas” emigraron a los Estados Unidos y William Penn vulgarizó las colonias, hasta el punto que pudieron establecer cerca de un millar de iglesias (con 1.400 ministros); esta secta cristiana clama la inutilidad de la ciencia y a principios de siglo se contaban 20.000 miembros nada más en Moravia, y otros tantos se habían reagrupado en Alemania, en tanto que existían cerca de 100.000 miembros en U. S. A.

El “Ejército de Salvación” amerita ser citado también. Esa secta, que fue fundada en 1878 por William Booth, pero que era conocida desde 1863 bajo el nombre de “Halleluyah-Band”, atrajo al público al Evangelio mediante una compañía de músicos. El movimiento es sostenido por grandes campañas publicitarias (periódicos, hoteles, restaurantes comunales, etc.) y recluta sus miembros, sobre todo, entre los desfavorecidos de la vida, que a cambio de comida o vestido, se unen a la sociedad, como adeptos simpatizantes o como “soldados” propagandistas.

Otras organizaciones no han podido sobrevivir tan popularmente como los “marcionistas”, que se agruparon en torno del muy interesante gnóstico Marción, que se convirtió en Obispo, pero que encontró que el Dios del Antiguo Testamento era contrario al Dios del Nuevo Testamento y creyó poder formar su propia religión... El rechazaba la idea de que todos los hombres pueden ser salvados.

Montanus, ese sacerdote de Cibeles en Frigia, poseía el don de la profecía y anunciaba la “Nueva Jerusalem”. Sus adeptos (los Montanistas) se revelaron contra los Gnósticos intelectuales, lo cual dio origen a los Gnósticos austeros.

El origen de los Maniqueos, data del tercer siglo, cuando Mani, hijo de una buena familia de Ecbatana y educado en Ctesiphon, comenzó a predicar en lenguaje zoroastriano. Él admitía como verdaderos profetas a Zoroastro, Gautama Buda, Moisés y Jesús, pero quería esclarecer esa atmósfera confusa de doctrinas. Viajó por el Turquestán, la India y China, pero fue crucificado en 277 por herejía contra la religión por indicación del Clero (fue también el profesor de Ardashi I de Persia en el año 242). El Maniqueísmo está considerado como una secta que profesa el dualismo cristiano (creencia en Dios y en el Diablo).

Otro idealista religioso fue Roger Williams fundador americano de la Colonia de Rhode Island, que es muy conocido por ser el precursor de los “Cuáqueros”. “La Sociedad de los Amigos” (nombre original de los Cuáqueros) se distingue por una moral rígida y la probidad de sus miembros; no tienen ritual y la jerarquía de la Iglesia no es admitida: la única autoridad es la del Espíritu Santo. La Escritura no es admitida como dogma, de ahí que desde el comienzo del movimiento los Cuáqueros fueron perseguidos (sobre todo por los Puritanos) y es eso lo que los ha llevado a exagerar sus actos, como por ejemplo, el tuteo constante a personas extranjeras, la negación de descubrirse para saludar a sus superiores, la supresión de los sacramentos, la abolición del ministerio ordenado, la prohibición del juramento aun ante la Justicia, etc... Esta secta, de origen anglo-sajón, fue fundada por George Fox en el siglo XVII como movimiento pacifista, que igualmente tiene como meta el dar a la religión cristiana su pureza primitiva. Fox, que fue interpelado delante de los tribunales por motivo de impiedad, respondió al magistrado Bennett que le dirigía brutalmente la palabra: “Le pido honrar a Dios y temblar delante de su palabra…” temblar en inglés se dice; “to quaker”): él se dirigía tanto al Juez como a la asistencia.

Son numerosos, pues, los fundadores de sectas religiosas, pero a menudo se trata más bien de una respuesta a los deseos de las masas, que de una búsqueda personal para situarse en la evidencia. Por supuesto, algunos piensan que son de esencia superior, como el Abate Boulan, que pretendía ser la reencarnación de San Juan Bautista. Celebraba en Lyon (Francia) el sacrificio de gloria y de Melchisedech, por el cual debían ser fulminados los “magos negros” y los “grandes operadores de Roma”...

Sin embargo, algunos, muy humildes, no dejan de atraer a las multitudes y los adeptos se sienten muy contentos de formar un nuevo movimiento en el cual ellos mismos podrán brillar, mucho más aun que su propio Maestro!

Luis Antonio, por ejemplo, antiguo obrero laminador en una fábrica de Jemappes-sur-Meuse en Bélgica, se convirtió en curandero, trayendo remedios reales a las personas enfermas, tanto física como psíquicamente. Rápidamente se formó una secta de más de 200.000 personas (los “Antonistas”) que aún hoy no deja de hacer nuevos adeptos.

¿Quién puede saber exactamente el “grado de evolución”, o aun los actos de un Iniciado a varios años de distancia, cuando los discípulos han exagerado los hechos y los enemigos han criticado los gestos, de los cuales no tienen, por otra parte, ningún conocimiento?

Los Seres Superiores, Profetas, Iluminados, etc., son Maestros de grados diversos y el profano no puede juzgar porque cuenta con muy pocos elementos. Los más grandes Mesías han sido condenados en sus épocas y ¿quién puede medir la grandeza de los Cristos? Por otra parte, se acepta a ciertos Instructores de la Humanidad y se rechaza a otros. Parece ser que existe una especie de tolerancia en relación con la época; cuando está demasiado alejada se le ignora o se le quiere ignorar, o demasiado próxima se le rechaza: los Profetas deben pertenecer a tal momento y no a otro.

La imparcialidad es muy difícil para los seres humanos; sus ideas preconcebidas los convierten en fanáticos. Así ¿cómo situar a Eliseo, ese profeta judío del siglo IX antes de la Era Cristiana? Él hizo milagros y sus poderes son conocidos (hechos y actos de Eliseo, Libros de los Reyes en la Biblia). Sin embargo él no ha sido jamás clasificado entre los Mesías... Eliseo tenía los poderes de Elías quién le había pasado su manto (este traspaso de poderes por la ropa, la capa, el manto, existía desde los tiempos más remotos y es aún practicado en nuestros días por las Órdenes).

A menudo se han relegado nombres célebres bajo la cubierta de epónimos (nombre colectivo) o con términos genéricos pertenecientes al simbolismo. Por ejemplo sería un epónimo ese médico griego del siglo VI, Elpidio, a quien se le atribuye la obra “Beneficencias del Salvador”. Sin embargo, se dice que actuó como doctor cerca de Teodorico el Grande; es, sin duda, la posible relación de su nombre con Elpis, lo que da a pensar en un símbolo, más bien que en un hombre que haya vivido. Elpis es una divinidad alegórica que en Grecia era el emblema de la esperanza: se podría sin duda acercarlo a Elphe. Los Elphes o Elfes (escrito a veces, Elfos) son los genios de los elementos. Es en la mitología escandinava donde se encuentra primero ese nombre (se le encuentra también bajo la denominación de alfe, aelf, alp, elf, alfr, alf, etc. En fin. Elpidio tiene ciertamente un matiz de esoterismo, en la misma forma que Elphenor, ese Rey de los Abantes en la Isla de Eubea, hijo de Calcodón y descendiente de Ares, quien se hallaba entre los pretendientes a la mano de Helena y participó en el sitio de Troya al mando de 40 buques...

Así pues sería demasiado largo ver todos los nombres que fueron o no aceptados en la historia de religiones o aun simplemente en la religión cristiana; por otra parte, de las mismas órdenes algunas fueron aceptadas, otras condenadas, etc.



La Compañía de Jesús, por ejemplo, fue prohibida en varios países (en Portugal y Francia fue suprimida por Clemente XIV), pero recibida ampliamente en otros (como en Rusia por la Gran Catalina que estaba en oposición con los Papas); finalmente la orden de los Jesuitas (fundada por Ignacio de Loyola en 1539) fue restablecida en 1814 por el Papa Pío VII.

Se sabe que el papado no ha sido siempre homogéneo. No hablaremos de eso que es considerado en nuestros días como las “falsas Decretales”, esos decretos calificados de apócrifos y atribuidos a los primeros Pontífices Romanos. Se comprenderá de inmediato que queremos referirnos al Gran Cisma, que se encuentra en el origen de las divisiones de la cristiandad.

Clemente V, escogido por el Rey Felipe el Hermoso, se instaló en Avignon (Francia). Este Bertrand de Got (que fue Papa de 1305 al 1314) fue nombrado Papa por el Rey de Francia, sólo para satisfacer sus exigencias políticas. Los sucesores de este Papa quedaron en Francia hasta 1377, cuando el Papa Gregorio XI regresó al Vaticano de Roma. A la muerte de este último en 1378, la elección nombró a Urbano VI, quién naturalmente no fue reconocido por toda la catolicidad, ya que en Francia se nombra entonces a Clemente VII (evidentemente no se trata de Julio de Médicis, quién fue Papa de 1523 al 1534 bajo el mismo nombre y se encuentra al comienzo del cisma anglicano).

Los Papas que quedaron entonces en Roma fueron venerados por Reyes de Inglaterra, Hungría, Polonia y por los del norte de Europa; mientras que los que se mantenían en Avignon fueron apoyados por los Reyes de Francia, de España, de Escocia, de Portugal y por numerosos Príncipes Alemanes.

Cada una de las partes excomulgó a la otra, por supuesto, y podemos concluir que de una manera u otra, el catolicismo fue exiliado, sea por los Pontífices que quedaron en Francia sea por aquellos que regresaron a Italia.

Es con Martín V (en 1417) que finalizó el Gran Cisma, cuando en el Concilio de Constancia se llegó a nombrar un solo Papa que reuniría las dos partes, pero fue tan espiritualmente pobre, que en 1439, en el Concilio de Basilea se creó un nuevo Cisma.

En fin, la sucesión apostólica de los Soberanos Pontífices sería muy difícil de establecer, si se tiene en cuenta que el Papa elegido, debe recibir de su predecesor el “poder” transmitido después de los Apóstoles del Cristo...

Pasemos a Geber, ese alquimista coronado como Silvestre II y que ha recibido el sobrenombre de Papa-Mago, quién, al igual que Honorio III (autor de una colección de magia), no puede ser tomado en consideración en el espíritu católico apostólico romano, el cual condena las ciencias ocultas que esos dignatarios y tantos otros de la Iglesia han representado tan bien.

Nacido en Jativa, España, en 1431, Borgia fue Papa de 1492 a 1503, bajo el nombre de Alejandro VI, el cual se sobrepasó de comentarios ya que no solamente durante los 11 años de su reino en el Vaticano adquirió un renombre poco envidiable. Uno se pregunta cómo la sucesión de los Papas puede venir de una persona en tal forma libertina.

No es posible sorprenderse de un movimiento anti-clerical cuando nos inclinamos un poco sobre la historia de la Iglesia, lo cual no ha dejado de manifestarse en todas las épocas. Todavía en el siglo XVIII, la presencia de eclesiásticos en las Logias de la Franc-Masonería era tal, que se convirtió en perjudicial para el Clero. El Papa Clemente XII (de 1730 a 1741) lanzó la excomunión recibida “ipso facto” y pidió al brazo secular castigar a los Franc-Masones (bula del 24 de abril de 1738).

Es preciso reconocer, sin embargo, que los sacerdotes de la Iglesia de Roma, no encontrando siempre la enseñanza completa en su religión, iban a buscarla en algunas otras Ordenes Místicas o en las sociedades secretas. Ya Agustín fue iniciado gran maestro de las Escuelas Esotéricas en 557, mientras que más tarde fue canonizado bajo el nombre de San Agustín.

San Clemente de Alejandría, ese doctor de la Iglesia, maestro de Orígenes, es un admirable apologista del siglo III y dejó sobrentender perfectamente la enseñanza esotérica. San Clemente dice que él no puede exponer públicamente lo aprendido en los Colegios de los Misterios, pero que el lector comprenderá sus alusiones.

Santo Tomás de Aquino, a quién hemos citado ya en diversas ocasiones, tenía conocimiento de lecciones de lo Oculto; alumno del Obispo de Ratisbonne (Alberto el Grande, alquimista, astrólogo y autor de obras célebres sobre la magia) conocía desde el principio esa Ciencia Esotérica. Robert Bridges, que es el autor del “Testamento de Belleza”, relata la decisión de Santo Tomás de Aquino

de no escribir más, después de su experiencia de éxtasis prolongado. Se sabe que el “Doctor Angélico” se negó a escribir después de su gran experiencia y nadie supo el por qué. Se supone que habiendo realizado la Verdad, no quiso retraerse de sus palabras y salir así de los dogmas teológicos que él había establecido y que son todavía la base de la enseñanza de la Iglesia Católica actual.



Al contrario de Borgia (calificado a veces de Papa-Negro por sus conexiones con la práctica de baja brujería) quien condenaba tan cobardemente a sus semejantes, es agradable ver a León X que si bien renueva el anatema contra los brujos (en 1514) prohibe, sin embargo, proceder contra ellos (derecho que reclamaba el Senado de Venecia).

Juan de Médicis, que fue Papa de 1513 a 1521 bajo el nombre de León X era un protector de las Artes, las Letras y las Ciencias y habría, sin duda, marcado su nombre como el de un período brillante de la historia religiosa, si su pontificado no hubiese visto nacer el cisma de Lutero. (Fue gran defensor de reliquias, amuletos, medallas, etc.., como los Papas Sixto IV, Julio II y Pablo III).

Martín Lutero nació en 1483 en Eisleben, Sajonia. Fue monje agustino a los 22 años y se convirtió rápidamente en un fanático religioso, creador de las más grandes polémicas. Considerado como el fundador del Protestantismo, es el autor de una obra, “Teatro de los Diablos”, que denota su obsesión constante del satanismo. En la tercera edición de ese libro se encuentra 10 diablos suplementarios! (en total 34 diablos son “identificados” en esa obra). El presenta al demonio como el autor de todos los males, comprendidos en ello, la guerra, el granizo, etc. Lutero estaba firmemente convencido de la alianza entre los brujos y el diablo y se declaraba dispuesto a quemarlos por su propia mano!... En todo caso, como Juan Calvino, ese jefe del protestantismo francés, hace figura de revolucionario y parece haber estado lejos de encontrar la paz interior.

Calvino se refugió en Suiza, donde convirtió la ciudad (Ginebra) en una especie de república religiosa. Calvino es el fundador del “presbiterianismo” que fue una secta muy fanática, que torturaba espantosamente a las gentes que no querían ligarse a su causa.

Reformador, pero no revolucionario, fue Erasmo, quien ciertamente sirvió, al menos en su enseñanza, a la transformación del espíritu de la época. Desiderius Erasmo nació en Rotterdam en 1469; entró muy joven en un monasterio, pero se asqueó prontamente del ambiente dogmático. Se convirtió en el secretario del Obispo de Combray; fue después a la Universidad de París, donde conoció a los grandes escolásticos del Renacimiento. Odiando la existencia de monje, se consagró, sin embargo, a una vida de estudio y se formó rápidamente en la alta cultura espiritual. Viajó a través de Europa y ocupó donde quiera puestos interesantes ya sea en París, Roma, Venecia, Lovaina, Basilea, Londres, Oxford, etc. Fue durante un tiempo profesor de griego y de religión en la Universidad de Cambridge. Autor de obras interesantes, su libro más conocido es ciertamente “The Praise of Folly” (Elogio de la locura), obra traducida en varias lenguas y de la cual cuarenta ediciones aparecieron durante su vida!

En fin, durante la época de la gran división del cristianismo, no ocurrieron sino atrocidades por parte de católicos y de protestantes: todo ello a nombre de la religión, de Cristo y de la Verdad...

Savonarola (1452-1498), ese dominicano ascético, accedió al Priorato de San Marcos de Venecia, en Florencia, y tuvo la mala idea de anunciar la llegada de Cristo. Sus profecías no tuvieron otro efecto que contrariar al Vaticano y al Papa, quién lo hizo detener con dos de sus discípulos y fueron torturados y quemados como “heréticos” en el parque de Florencia.

Durante ese tiempo, en Ginebra, bajo las órdenes de Calvino, el escolástico español Miguel Servet con un capuchón con azufre sobre la cabeza y su libro en el cual tuvo la mala idea de emitir su opinión sobre la Santa Trinidad, fue amarrado sobre un montón de leña, al cual se le puso fuego.

En el Concilio de Bourges (1528), François de Tournon pidió a los curas que denunciaran a los Obispos y a todos los parroquianos que fueran afiliados a la secta de los Luteranos, como practicantes de brujería!...

La carnicería continúa a lo largo de la historia de la Iglesia y hasta en los países más lejanos, donde bajo el motivo de civilizar a los “salvajes” a nombre del cristianismo, la casi totalidad de la raza blanca ha participado directa o indirectamente en los crímenes más odiosos.

Los “primitivos” tenían su cultura bien establecida y, sin embargo, ya fueran los aborígenes de Oceanía casi todos exterminados por los ingleses a fuerza de torturas para atraerlos a las misiones protestantes, o los indígenas de la América masacrados por los soldados españoles a sueldo de la Iglesia Católica y nada menos que a nombre del cristianismo, un ejemplo espantoso permanece.

Para los cristianos en general ha parecido siempre que la Gracia no podía venir sino de Cristo Jesús y todos los que no quisieron unirse a esa causa, fueron perseguidos en todos los tiempos.

Parece inadmisible que hombres de alto Pensamiento no hubieran podido concebir que hayan existido grandes culturas antes de la llegada del célebre Nazareno y que Sabios de la pre-Antigüedad fueron los testigos de que la Esencia Divina Superior haya podido encarnarse en Grandes Instructores, venidos periódicamente después de milenios y todo ello mucho antes del advenimiento del cristianismo. La Tradición Iniciática enseña que los Hijos de Dios, los Cristos, los Mesías, han venido a instruir al mundo, hace 25.000, 50.000 años o más...

La cuestión de esa Gracia ha sido objeto, por otra parte, de discusiones, en épocas regulares, en el seno mismo de la cristiandad, que ha encontrado siempre dificultades para establecer equitativamente la parte de determinismo y de libre arbitrio, en su enseñanza teológica. Una de esas célebres controversias fue levantada por los Jansenistas.

El teólogo Jansenius había compuesto un enorme libro, el “Augustinus”, en el cual sostenía la necesidad de la gracia divina por el cumplimiento de deberes impuestos al hombre. Esa cuestión de la gracia, después de San Agustín y Pelagio, no ha podido ser jamás resuelta y viene a establecerse periódicamente en la historia eclesiástica. Obispo de Ypres, Jansenius murió en 1638 y un grupo de adeptos de sus teorías prosiguieron sus luchas. La discusión fue áspera entre los Jansenistas y los Jesuitas y había comenzado por la condenación en la Sorbona y en Roma de cinco proposiciones que los Jesuitas pretendieron extraer del libro de Jansenius, mientras que sus adversarios sostenían que esas proposiciones no existían.

Las cosas se complicaron mucho más, cuando Quesnel, que era Teólogo bajo Luis XV, levantó nuevas discusiones con su libro “Reflexiones Morales”, en el cual el Papa Clemente IX había condenado, en 1713: 101 proposiciones (en su bula “Unigenitus”). La Corte de los Jesuitas quiso obligar a todos los disidentes a aceptar esa nueva Bula y de ahí nacieron nuevas querellas y aprisionamientos. Sin grandes esperanzas de ser escuchados, los Jansenistas declararon apelar a la decisión del Papa en contra de la del Concilio General; de ahí les viene la denominación de “apelantes”, mientras que los partidarios de la Bula son llamados los “adherentes”...

Parece ser que se han hecho muchas especulaciones sobre la gracia divina y es, sin duda, el fanatismo en las maneras de ver cristianas, lo que ha hecho en tal forma enemigos a la Iglesia.

El papel de la religión del Cristo, fue sobre todo mal sostenido en la misión de enseñar, hasta el punto de que numerosos devotos han perdido el sentido exacto de las cosas. Se conoce a esos pandemoniacos que pretenden que todo está determinado por la cólera divina, como la tierra que tiembla, el descarrilamiento de un ferrocarril, etc... Los inocentes pagan por los culpables, de tal manera que ese sistema encuentra en todos los casos una explicación de partidarios, que aman las relaciones entre las virtudes sobrenaturales y los incidentes cotidianos, principio completamente subjetivo.

Dios es justo y no se pueden negar las leyes de causa a efecto, de las cuales él mismo es la base; así mismo, es fácil admitir, en idéntico sentido, un poder del “bien” y de las fuerzas del “mal” principios que pueden ser empleados en Magia por aquellos que quieren ayudar a su prójimo, pero también en brujería por aquellos que quieren hacer mal. De todas maneras, es asombroso ver a los Prelados de la Iglesia creer no solamente en la existencia del Diablo (mientras que sus pensamientos deberían estar ocupados enteramente por Dios) sino, sobre todo, vulgarizar peligrosamente la doctrina, ya que es hablando largamente de un sujeto, que éste existe o no, o que éste sea creado. Así, a fuerza de condenar todo aquello que parecía “satanesco”, al final de las búsquedas de una influencia diabólica, se ha desarrollado en la masa una psicosis, que hace ver en todo la acción de Lucifer.

Fue con Gregorio IX, quizás, que se ha desarrollado plenamente esa creencia. ¡Ese Papa, organizador de la Inquisición, creía él mismo en el Diablo y en la existencia de sectas satánicas con un acuerdo posible entre los brujos y el infierno!

Esa es la página negra de la historia católica... La Inquisición (del Latín “inquisito”, que viene de “la manera de comenzar la encuesta”), fue el órgano de la justicia eclesiástica instituida en el siglo XIII y que tomó su forma definitiva cuando el Papa Gregorio IX confió su dirección a los religiosos de la Orden de Santo Domingo en 1230. Como Tribunal tenía varios inconvenientes:

  1. Dejaba ignorar al acusado los testigos de cargo;

  2. Le negaba la asistencia de un abogado;

  3. Carecía de cortes superiores de apelación.

Las grandes persecuciones comenzaron con Federico II que condenaba a los “heréticos” a la hoguera; su hijo Enrique VI siguió el ejemplo y la Iglesia se sintió muy contenta de continuar.

Los abusos de arrestos bajo denuncia o simple inculpación, debido solamente al hecho de no testimoniar una entera sumisión a la religión católica, fueron muy atroces y el ruido de torturas refinadas ya célebres, acompañan todavía, como un eco lúgubre, el solo hecho de pronunciar el nombre de Inquisición.

Cinco millones de personas tuvieron que exiliarse y más de doscientos mil fueron puestas en penitencia de diversas maneras, además de 290.000 condenadas a galeras.

Sólo en España 350.000 fueron quemados vivos, y cerca de 20.000 muertos, bajo horribles torturas, pasaron a la hoguera sólo en “efigie”.

Es al Jesuita Spee a quien cabe la gloria de haber amortiguado la persecución. Federico Spee (1591-1635) acompañó a la muerte a numerosos sometidos a suplicio, con la certeza de su inocencia. Escribió una obra, “Precaución Criminal” que apareció anónimamente, ya que él había compuesto ese libro y no osaba publicarlo antes de su muerte, por insistir en él sobre la injusticia de la Inquisición.

Su alumno Juan Felipe de Scoenborn, cuando fue Elector de Mayence, recordó las palabras de su Maestro y sirviéndose de su poder hizo detener los procesos.

Las luchas han continuado, sin embargo, y cada vez con más divisiones en el seno de esa gran religión que se desmiembra más y más y, con sus dos más largas ramas (católicos y protestantes) la cristiandad ha visto a cada una de ellas dividirse aun en múltiples sectas.

En realidad, el error provino sobre todo de haber cortado el lazo con el Origen, y el catolicismo no está más ligado a la Fuente que el Protestantismo: sólo pequeños grupos de Crísticos, casi desconocidos, continúan la tarea en la misión de CRIST-alizar a los seres.



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1Se llaman cronaxia las unidades que expresan el valor del tiempo físico (que los diferentes grupos celulares registran) particularmente para las células de los nervios y de los músculos.





2Grupos químicos designados así por Landsteiner. Son substancias grasas y azúcares. Cuando se las combina con una maateria proteica, el compuesto, inyectado a un animal, determina la aparición en el suero de substancias nuevas: los anticuerpos especíicamente opuestos al hapteno.



3Antes de la fecundación, el óvulo expulsa la mitad de su núcleo (mitad de cada cromosoma); la cabeza de un espermatozoide se introduce en el óvulo después de haber perdido también la mitad de sus cromosomas.